En una entrevista reciente con Reuters, Trump dijo que "China hará todo lo posible para que pierda esta carrera". Con la "carrera" quiere decir la carrera para ser reelegido como presidente este noviembre.
Han pasado 48 años desde que el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, hizo su famosa visita a China para reunirse con el primer ministro chino, Zhou Enlai, para abrir relaciones entre los dos países. Desde entonces ha habido momentos difíciles, el que más, el de la Plaza Tiananmen, pero ahora la relación está en un punto aún más bajo. No solo porque los dos países están liderados por hombres de enormes egos (grandes incluso para los estándares de los dirigentes mundiales), sino porque esa animosidad se ha extendido a la opinión pública, en gran parte impulsada por el nacionalismo que sus dos líderes han avivado.
Tanto Trump como Xi Jinping se han enfrascado en un juego infantil de culpar al otro por la desinformación del coronavirus, ya que cada uno ha tratado de imponer su narrativa sobre el origen de la pandemia. Ambos tienen razones para señalar al otro, pero eso no justifica su comportamiento.
La lenta reacción de Trump a la pandemia de Covid-19 ha sido ampliamente criticada en Estados Unidos, y cuando llegó a la conclusión de que era un problema real, incluso tratando de desmentir la realidad diciendo que lo sabía antes que nadie, echó mano de su táctica favorita de culpar a otros.
Repetidamente lo llamó el virus "chino", atacó a la Organización Mundial de la Salud por supuestamente ayudar a China a encubrir el origen del brote y, más recientemente, ha acusado a China de desear que perdiera la reelección. Esto no surge de la nada, la mala sangre se ha ido generando con el tiempo, particularmente por la tensión comercial, y ahora está llegando al punto de ebullición.
China traslada la idea de que existe una conspiración internacional liderada por Estados Unidos para aislarla
En una conversación telefónica, Ted Liu, profesor de relaciones internacionales en la IE School of Global and Public Affairs y experto en China, me dijo que Xi también ha encontrado en Estados Unidos un chivo expiatorio útil frente al crecimiento económico negativo. "El régimen no tiene legitimidad si no hay éxito económico", explicó, "el nacionalismo es una de las últimas herramientas que le quedan a Xi". Por lo tanto, aun cuando el propio Xi no lo diga, su gobierno traslada desde los medios de comunicación estatales la idea de que existe una conspiración internacional liderada por Estados Unidos para aislar a China y sacarla fuera del mercado.
Usted puede ver por sí mismo algunos ejemplos de cómo esta narrativa se maneja en los medios de comunicación, como este impetuoso vídeo editorial del editor y jefe del Global Times, una publicación dirigida por el Partido Comunista Chino. En él, arremete contra Trump por tuitear que Estados Unidos tiene los test más fiables del mundo y que eso explica el alto número de infectados confirmados. Relaciona esa actitud con la expresión china de "tratar un funeral como una boda" y añade que los chinos nunca tolerarían un comportamiento así en su primer mandatario, "pero quizás los estadounidenses tienen muy buen temperamento y dejan que su presidente se libre".
Aunque no hay encuestas fiables para tomar la temperatura de la opinión pública en China, podemos hacernos una idea a través de las redes sociales y aplicaciones de mensajería. Muchos han respondido a las acusaciones de Trump con su propia teoría de la conspiración, según la cual, el paciente cero del "virus USA" era realmente un oficial militar estadounidense que viajó a Wuhan para participar en los Juegos Mundiales Militares de octubre pasado. Lo más curioso es que este rumor tuvo un origen popular, comenzó en las aplicaciones de mensajería, y luego los medios de comunicación estatales chinos se apropiaron de él y lo expandieron internacionalmente.
Los estadounidenses también se han contrariado en los últimos tiempos con China. Según Pew Global, el 66% ve negativamente a este país; es el punto más alto desde que comenzó a hacerse la encuesta, en 2005. Los Republicanos son incluso más negativos que los Demócratas, pero no por mucho: 72% a 62%. Ya sea impulsado por la retórica anti-China de Trump o sólo por la ira creciente, ha habido ataques racistas verbales y físicos generalizados contra estadounidenses de origen asiático.
La acritud creciente de ambos pueblos y sus líderes dificultará cualquier intento futuro de pacificación
La pregunta del millón de dólares (o yuanes) es cómo afectará esto al equilibrio de poder global. La respuesta es mucho más complicada de lo que imaginan quienes hacen pronunciamientos al respecto en Facebook. El poder se presenta en diferentes formas y, si bien Estados Unidos sigue siendo la superpotencia militar indiscutible, China y la Unión Europea compiten con Estados Unidos por el poder económico.
Luego está la batalla por los corazones y las mentes, lo que llamamos poder blando. Trump ya ha hecho mucho por degradar la imagen de Estados Unidos en el mundo estos años, y la falta de liderazgo del país durante la pandemia sólo agrava esa tendencia. China, por su parte, ha visto una oportunidad de mejorar su imagen en el mundo, si bien, esfuerzos como el del envío o venta de equipos y máscaras a otros países han fracasado, ya que muchos de esos productos eran defectuosos.
La teoría del poder blando argumenta que si el pueblo chino y el estadounidense tienen una visión positiva del país del otro, sus líderes estarán en mejores condiciones de trabajar juntos. Aunque sea discutible la suposición subyacente de que la opinión pública nacional condiciona la política exterior de sus dirigentes, la acritud de ambos pueblos y sus líderes dificultará cualquier intento futuro de pacificación.
Incluso si Joe Biden logra ganar en noviembre, cualquier intento de resetear las relaciones con Xi y China será extremadamente difícil. Un proverbio chino advierte, "el que monta el tigre tiene miedo de bajarse". El gruñido de tigre que tanto Xi como Trump han alimentado en la opinión pública de sus países es el verdadero presagio de las relaciones futuras.
*** Alana Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.