Sabino Arana nació en 1865 en Abando, que entonces era una anteiglesia y hoy es un barrio céntrico de Bilbao. Y eligió para morir en 1903, tras una penosa agonía provocada por la enfermedad de Addison, la localidad vizcaína de Pedernales (hoy Sukarrieta), de la que seguro que pensó lo que una vez dijo de Marquina –“tiene la fortuna de hallarse muy apartada de Bilbao”–, aunque Pedernales está un poco más cerca.
Pero es que el fundador del PNV hace ahora 125 años odiaba, literalmente, por extraño y absurdo que a priori pueda parecer, las dos poblaciones más emblemáticas de Vizcaya: Bilbao y Guernica.
Ese odio produce aún más perplejidad, en el caso de Bilbao, la capital de Vizcaya, por tratarse de donde se ubica la sede principal del Partido Nacionalista Vasco, sita en el solar que fue de la casa natal de Sabino Arana.
Guernica, por su parte, es el lugar de memoria por antonomasia del País Vasco, conocida mundialmente gracias al cuadro de Picasso del mismo nombre, que hace alusión al bombardeo, lo cual la ha convertido en referente internacional de la paz. Además de que allí está la sede de las Juntas Generales de Vizcaya donde se alberga el Árbol de Guernica, símbolo de las libertades vascas.
Pero pasemos a la explicación. Para empezar, Bilbao y Guernica tenían y tienen en común que son villas y, como tales, fundadas por el señor de Vizcaya y regidas por el derecho común castellano. Esto ya para Sabino Arana suponía un demérito imperdonable e irredimible, que las diferenciaba radicalmente de las anteiglesias, estatus de la mayoría de las localidades que representaban para él la auténtica Vizcaya, regidas por el derecho foral.
De esa distinción el fundador del nacionalismo vasco extraía una consecuencia racial: “Las anteiglesias componíanse exclusivamente de familias de raza euskeriana; las villas no tenían al principio en sus códigos la ley de la limpieza de sangre”.
Contra los guerniqueses cargó porque se opusieron a que se arriaran o ultrajaran las banderas españolas
La fundación de villas en el País Vasco tuvo distintos orígenes, tanto económicos o comerciales, como también políticos, para preservar a la población de las luchas de bandos que asolaron estos territorios durante la Edad Media. Además de Bilbao y Guernica, las villas vizcaínas son: Valmaseda, Portugalete, Miravalles, Villaro, Ochandiano, Plencia, Munguía, Larrabezúa, Bermeo, Rigoitia, Guerricaiz, Durango, Elorrio, Ermua, Marquina, Ondárroa y Lequeitio, más una ciudad, Orduña. Veinte entidades, mientras que el resto, hasta las 115 que conforman Vizcaya, son anteiglesias.
Sabino Arana deducía de esta diferenciación una jerarquía humana en el interior mismo de Vizcaya: “El aldeano, el baserritarra, el natural de las Anteiglesias y único verdadero bizkaino”.
La siguiente razón de la inquina contra Bilbao y Guernica nos lleva a causas particulares para cada una de ellas. Empezamos por Guernica y por su “Sanrocada”, fiesta patronal que se celebra cada 16 de agosto y donde, con motivo de las protestas del año 1893 contra el proyecto del ministro de Hacienda, Gamazo, para revisar el concierto económico, hubo gritos de “¡Muera España!”, además de quemarse alguna bandera española, en lo que se considera primer acto público independentista vasco.
Pero la actuación de los guerniqueses, oponiéndose a que se arriaran las banderas españolas o a que se las ultrajara, como pretendían los pocos nacionalistas allí concentrados, hizo que Sabino Arana cargara contra ellos a partir de entonces: “Las diversiones de los guernikeses ya pasan de los límites de la decencia bizkaina. Se hinchan como ranas, y forman conciertos capaces de resucitar de alegría a los muertos de Maketania”.
Pero con lo que más disfrutaba Sabino Arana era con dejar bien claro que el Árbol de Guernica no estaba en territorio de Guernica, que era villa, sino de Luno, que era anteiglesia. Lo de menos para él era que desde 1882 ambas entidades formaran un solo municipio, Guernica y Luno: “El Árbol de Gernika (lugar que no cae dentro afortunadamente de la jurisdicción de la villa de este nombre, la cual tantos méritos está haciendo para hacerse odiosa y abominable)”.
Respecto de Bilbao, la inquina era mucho mayor. Primero porque esta villa se había anexionado en 1890 la anteiglesia de Abando, de la que era natural Sabino Arana: “Que una simple villa (para ellos la rica y encumbrada capital: a lo maketo) se engulle a una anteiglesia entera... ¡Psché! Una anteiglesia menos ¿qué importa al mundo?”.
A Bilbao la odiaba con toda su alma porque era donde más maquetos se estaban concentrando
Pero a Bilbao el fundador del nacionalismo vasco la odiaba con toda su alma sobre todo porque era donde más maquetos se estaban concentrando desde el inicio de la primera industrialización: “Esta maketizada Bilbao. En la actualidad la mayor parte de los nacidos en Bilbao son maketos de pura raza. Para que se vea el incremento que va tomando la inmigración maketa en Bizkaya, que llega al punto de poder decirse que su villa más populosa no es ya de los bizkainos, sino de los maketos”.
Lo cual suponía para él una auténtica desgracia por las consecuencias que para la moralidad de los nativos dicha presencia entrañaba: “Bilbao, la inmunda villa de Bizkaya. Esta mercantilista y fenicia villa del hierro, maldita corruptora de nuestro pueblo, infame prostituta de Bizkaya. En este Bilbao de nuestros pecados, está el foco de donde irradian todas las pestes que matan a Bizkaya”.
Los maquetos eran tan habituales y abundantes en Bilbao que Sabino Arana ya la había dado por perdida: “Bilbao, villa que tiene ya encallecido el estómago y no ha de sentir náuseas por el hedor a que ya está acostumbrada”. Pero lo increíble es que esta consideración la extendía hacia atrás a toda la historia de Bilbao, desde finales del siglo XIX hasta su misma fundación en el año 1300: “El daño que Bilbao, terrible enemiga de su Patria Bizkaya desde su origen, la ha causado es incalculable: tal vez, si a Diego V no se le hubiera ocurrido fundar la villa, hoy fuera feliz Bizkaya”.
La consideración que el fundador del nacionalismo vasco tenía por Guernica y sobre todo por Bilbao choca sobremanera con lo que ambas significan hoy para el PNV. La primera porque guarda todos los símbolos más preciados para el nacionalismo actual. Y la segunda por ser sede central del partido.
Pero sus dirigentes actuales deben saber que, si en vida de su fundador hubieran dicho que éste nació en Bilbao, como habitualmente dicen ahora con la boca muy grande, habrían sido expulsados en el acto. Esta es una más de las insólitas facetas de Sabino Arana que los nacionalistas hoy desconocen o prefieren desconocer.
*** Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.