Algunos han llegado a creer que el desafío independentista tenía los días contados tras la sentencia del procés. Otros han llegado a afirmar que el secesionismo iniciaba su proceso de caída libre. Pero desgraciadamente, si las fuerzas constitucionalistas no se unen y lo impiden, las próximas elecciones comprobaremos que la situación continuará siendo tan complicada como hasta ahora.
La vuelta a la escena pública del fugado Carles Puigdemont genera un problema. Según la radical Pilar Rahola, la opción política que plantearán Puigdemont y sus seguidores “nace con el mandato del 1 de octubre y va hacia la confrontación con el Estado”. Y ya sabemos lo que pasa en Cataluña cuando se enerva a las masas. Ya sabemos la capacidad de arrastre que tiene Puigdemont entre los fieles de su parroquia, que por desgracia siguen siendo numerosos.
Al independentismo siempre le ha funcionado de forma muy efectiva el discurso del victimismo. A eso no hay quien les gane. Ahora, con políticos en la cárcel y con lo que ellos llaman con todo el cinismo del mundo “exilio”, tienen una situación inmejorable para tensar la cuerda y volver a jugar esa carta. Parece mentira, pero el hecho de no haber materializado ni una sola de sus promesas se diría que no desalienta al votante separatista.
Ahora, por boca de Rahola, entonan un pequeño mea culpa y prometen que todo será diferente. Dicen que no se materializó la República imaginaria “porque se equivocaron”, pero que tras estas nuevas elecciones todo será diferente. Ahora prometen realizar lo que fueron incapaces de llevar a cabo. Y eso es peligroso. La situación se tensará más si cabe y, frente a eso, es necesario actuar y estar preparados.
El único modo de que en Cataluña empiecen a gestionarse los problemas reales es con una victoria constitucionalista
Frente a un independentismo que sigue igual de movilizado encontramos un constitucionalismo al que las encuestas dejan en un lugar más que complicado. La abstención hizo mella en las elecciones generales y la suposición de que eso pueda volver a suceder debería preocuparnos a todos. Y debería obligarnos a hacer examen de conciencia. Teniendo en cuenta los envites que estamos viviendo... ¿por qué no se moviliza el electorado constitucionalista? ¿qué se está haciendo mal?
Unos dicen que sencillamente el votante está harto de esta situación o que simplemente ya todo le es indiferente porque se ha vuelto insoportable estar pensando en política en todo momento. Otros afirman que es porque el independentismo ya no asusta como antes, tras haber visto su incapacidad para implementar lo que prometía. Es cierto que el Estado frenó al independentismo una vez, pero la batalla más importante es la batalla de las urnas en Cataluña, que parece venir en breve.
Ante este escenario tan complicado es imprescindible que todos los activos del constitucionalismo se pongan de acuerdo. Muchos ciudadanos de Cataluña reclaman esa unidad.
Es cierto que existen matices importantes entre las distintas formaciones constitucionalistas, pero el único modo de que en Cataluña se empiece a gestionar pensando en los problemas reales de los ciudadanos es consiguiendo una victoria constitucionalista. Para ello es imprescindible conseguir que no se pierda ni un voto. Que no se quede nadie en casa.
Y para ello tendremos que empezar a hablar de las ventajas derivadas de una victoria del constitucionalismo, que va más allá de frenar al independentismo. Va de volver a vivir en una comunidad más abierta. Va de volver a trabajar por el progreso y el bienestar de todos los ciudadanos. Se trata, en definitiva, de que vuelva la gestión de lo público y aparquemos de una vez esa confrontación estéril en la que nos tienen instalados los nacionalistas. Pero para conseguir una victoria, con nuestra más que injusta ley electoral, debemos ir de la mano.
Es necesario repensar fórmulas para volver a movilizar a quienes no tienen intención de moverse
Nuestros adversarios políticos tienen claro su planteamiento. Confrontación contra el Estado para romper España. Ante esto, la respuesta debe ser inequívoca, y por tanto debe ser unánime. No sobra nadie en esta lucha y hacemos falta todos. Es momento de dejar los matices de lado. Por separado no podemos ganar esta batalla electoral crucial que se avecina.
Este planteamiento exige generosidad, pero sobre todo altura de miras. Desde que llegó a nuestro país, Manuel Valls pidió la unidad del constitucionalismo. Hoy, viendo la situación en la que nos encontramos, me atrevo a afirmar que es la única solución si de verdad queremos vencer al separatismo.
Leí hace un tiempo que Lorena Roldán reclamaba un pacto entre Ciudadanos, Partido Popular, Partido Socialista y gente de la sociedad civil. No solo me parece una buena idea sino que me parece imprescindible, y creo necesario contar con otras opciones políticas que tenemos voluntad de sumar.
Es necesario asumir que se ha perdido mucho respecto a las anteriores elecciones catalanas. Es necesario repensar fórmulas para volver a movilizar a quienes no tienen intención de moverse, ya sea por hartazgo o por falta de ilusión. Podemos volver a ilusionar si lo hacemos juntos. Tenemos obligación de hacerlo.
Los intereses partidistas y los egos personales nunca han sido útiles, pero ahora lo son menos que nunca. Si no los dejamos de lado, esta opción no será una realidad, y acabaremos arrepintiéndonos todos. Veremos si acabamos estando a la altura.
*** Fernando Carrera es secretario de Organización de Barcelona pel canvi.