A finales de agosto, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo: “No creo que deba haber debates presidenciales”. Pelosi continuó explicando el por qué, y señaló que Trump “de algún modo, actuará probablemente por debajo de la dignidad que exige la presidencia; lo hace todos los días”. Y tenía razón.
En el primer debate Trump-Biden, era imposible no sentirse agotado tras 90 minutos de caos, mentiras y constantes interrupciones que procedían, de forma abrumadora, del propio presidente.
Hay un término muy técnico que utilizamos en Estados Unidos para este tipo de debacle: "total shitshow", o sea, un espectáculo de mierda. Jon Meacham, biógrafo presidencial, fue más elocuente en este tuit: “Sin hipérbole: el comportamiento esta noche del titular de la presidencia marca el momento más bajo de ésta en su historia desde los papeles racistas de Andrew Johnson”.
Desde que se convirtió en candidato presidencial Republicano en 2015, Trump ha estado degradando los debates, tanto como ha degradado la presidencia, la reputación y el lugar de Estados Unidos en el mundo, y la democracia estadounidense en general.
Antes de Trump, los debates presidenciales eran bastante sosos, giraban en torno a posicionamientos políticos e incluso números, y eran una oportunidad para que los candidatos presentasen proyectos serios y sólidos al pueblo norteamericano. Pero esto no va con un hombre que, antes de convertirse en presidente, se hizo notar como presentador de programas de telerrealidad.
Resultó extraño que un presidente en ejercicio estableciera un tono tan beligerante durante el debate
No, Trump no hace política seria. La única forma que ha encontrado de hacer que los debates le vayan bien es embruteciéndolos. Algunos podrían intentar argumentar que se trata de una estrategia real, pero simplemente es su modo de ser: mantener a los adversarios luchando por poder pronunciar una palabra y defenderse de las mentiras. Lo hemos visto una y otra vez.
Sin embargo, Trump también hizo algo muy extraño en los días anteriores al debate: trató de reducir las expectativas de la intervención de Biden diciendo que podría no tener energía para debatir durante 90 minutos, e incluso sugirió que ambos deberían hacerse un test de drogas previo.
Habrá supuesto un shock para los partidarios de Trump comprobar cómo Biden era muy capaz de pasar hora y media en el escenario debatiendo con Trump. Incluso fue capaz de colocar unos cuantos golpes entre tanto vómito verbal. Es cierto que algunos de los mejores momentos de Biden llegaron cuando Trump estaba hablando por encima de él, como cuando éste le interrumpió diciendo “¿Puedo serte sincero?”, y Biden respondió: “Inténtalo”.
En otros momentos, Biden estaba visiblemente frustrado, diciendo “¿quieres callarte, hombre?” o advirtiendo que “esto es tan poco presidencial…”. Biden brilló cuando habló directamente a la cámara, como cuando dijo, hacia el final del debate, que “con este presidente, nos hemos vuelto más débiles, enfermos, pobres y divididos”.
También resultó extraño que un presidente en ejercicio estableciera un tono tan beligerante durante el debate: era más el tono retador que intentaría imponer un candidato que el de un presidente que ha de defender su gestión de los últimos cuatro años. Huele a miedo, y demuestra que Trump llegaba al debate por detrás del rival, después de que en los últimos meses las encuestas le hayan puesto entre 7 y 9 puntos por debajo de Biden.
La única esperanza que tenemos de ver un debate serio en este ciclo es el enfrentamiento Pence-Kamala Harris
Pero, por terrible que fuera, este debate y los futuros no tendrán seguramente mucho impacto en los sondeos ni en los resultados finales. Hay un 11% del electorado que está indeciso, pero sólo alrededor del 3% de ellos dicen que los debates influirán en su decisión. Además, alrededor de un millón de estadounidenses ya han votado, según Michael McDonald, profesor de la Universidad de Florida que dirige el Proyecto Electoral de Estados Unidos. McDonald estima que menos de 10.000 personas lo habían hecho a estas alturas en 2016.
La experiencia también indica lo poco que movilizan estos debates: Trump perdió claramente los de 2016 contra Hillary Clinton, pero ganó las elecciones. La actuación de Biden en los debates de las primarias fue aceptable, pero no estelar, e igualmente ganó.
En el debate de este martes, la frustración en el plató era palpable, incluso en el propio moderador, el presentador de Fox News Chris Wallace. Intentó sujetar a Trump, recordándole que su equipo había firmado las reglas del cara a cara. Probó incluso con el humor, como cuando planteó a Trump: “Si quiere, cambiamos los asientos”. En otros momentos, el veterano periodista recurrió a los gritos, aunque luego se disculpó.
Tras el debate, un ayudante de Biden se apresuró a decir a los periodistas que éste participará en los dos que quedan, pero la realidad es que Pelosi acertó cuando predijo que los debates estarían “por debajo de la dignidad que exige la presidencia”. La única esperanza que tenemos de ver un debate serio en este ciclo será el enfrentamiento de la próxima semana entre el vicepresidente Mike Pence y la candidata a la vicepresidencia, la senadora Kamala Harris.
*** Alana Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.