Tras el debate presidencial hipermacho y cargado de testosterona de la semana pasada, el debate entre los candidatos a la vicepresidencia, Mike Pence y Kamala Harris, se esperaba más parecido a un debate tradicional, centrado en las políticas. Y cumplió las expectativas. De hecho, fue casi aburrido hasta el punto de que una mosca se pasó dos minutos en la frente de Pence causando el alboroto en Twitter.
El asunto que permea y condiciona absolutamente todo en nuestros gobiernos y nuestras vidas en este momento, el coronavirus, ocupó un lugar prominente. Eso, Trump y, en menor medida, la economía y Joe Biden. No resulta sorprendente, dada la reciente hospitalización de Trump y que el virus fue el asunto del día en la víspera, por la logística del debate: los responsables de ambas campañas habían acordado que habría una pantalla protectora de plexiglás entre los candidatos y, de repente, el equipo de Trump no lo tenía.
Aunque la postura del mundo Trump es que el coronavirus no es nada -a pesar de que 23 personas de su entorno se han contagiado, continúan burlándose de la ciencia y afirman que las mascarillas no son necesarias-, finalmente, aceptaron el pexiglás. Pero esto sólo hizo que Pence tuviese que justificar ese tipo de comportamiento. No ayuda que haya liderado el Grupo de Trabajo sobre el coronavirus de la Casa Blanca. Tampoco ayuda que, según las pautas de los CDC, Pence debería estar en cuarentena. De hecho, entró en el debate rodeado de polémica.
Harris supo aprovecharla para atacar desde el principio, diciendo que “el pueblo estadounidense ha sido testigo del mayor fracaso de cualquier gobierno presidencial en la historia de nuestro país”. Pence, por supuesto, defendió la respuesta de la Administración diciendo que lo que hicieron en los primeros días salvó vidas y reprochó a Harris que “dejara de hacer política con la vida de las personas”. Eso es difícil de cuadrar con las distintas negaciones de la ciencia, las escaramuzas con los médicos y las 210.000 personas muertas. Harris concluyó que “francamente, han perdido su derecho a la reelección”.
Con Estados Unidos tan polarizado, los debates nos ofrecen una visión de los universos en los que vive cada partido y sus seguidores. Más allá de la verdad y las vidas, no hay consenso en los tres asuntos principales entre los partidarios de Biden y Trump.
Datos del Pew Research muestran que los partidarios de Biden están más preocupados por la sanidad, el brote de la Covid y la desigualdad racial y étnica. Por su parte, los seguidores de Trump están más preocupados por la economía, los delitos violentos y los nombramientos de la Corte Suprema.
Sin tanta fanfarronería como la que hubo en el debate entre los presidenciables, todo transcurrió de forma más digerible
En el debate, esta vez las mujeres superaban en número a los hombres en proporción de dos a uno si contamos con la moderadora, Susan Page, del USA Today. Eso no lo hizo menos polémico, pero sin tanta fanfarronería, todo transcurrió de forma más digerible; personalmente, yo agradecí no acabar con un fuerte dolor de cabeza.
Dicho esto, las mujeres dan otro estilo al debate, estilo que la gente ama o odia. Descubrí que muchos de los hombres de los medios de comunicación, incluso Demócratas, confundían moderación con debilidad, y consideraron que Harris estaba desaprovechando una oportunidad al no desmentir a Pence. Otros la encontraron irrespetuosa.
En cambio, las mujeres se quedaron con la idea de que Harris estuvo fuerte, sólida, y que Pence la interrumpía con aires de superioridad masculina y blanca. Sin embargo, un análisis de la cadena NBC mostró que, aunque Pence interrumpió y atacó más, ambos se emplearon casi por igual. Harris atacó 84 veces por los 93 ataques de Pence. Ella interrumpió 9 veces y él 16.
¿Algo de esto importa? Es muy poco probable que este debate mueva las encuestas en cualquier dirección. Además, alrededor de 5,5 millones de personas ya han votado y los indecisos se están extinguiendo: una encuesta reciente de CBS muestra que sólo el 3% de los votantes tiene dudas.
Los debates de los vicepresidentes son más interesantes porque pueden servir como adelanto de los futuros debates presidenciales. Y es que Harris (55) y Pence (61) tienen ya los ojos puestos en la Presidencia. Eso hizo que el debate fuese más peligroso para Pence, porque es difícil calcular cuánto amor por el trumpismo quedará una vez que Trump se vaya, sea este año o dentro de cuatro.
Recuerden que, a pesar de sus dos mandatos, George W. Bush sigue siendo una persona non grata entre los Republicanos. Dicho esto, el dogma de Trump tiene más credibilidad cuando sale del sombrío y serio Pence. Por otro lado, si Biden pierde, Harris continuará en el Senado y podrá beneficiarse de un mayor reconocimiento para cuando, probablemente, se presente a candidata en 2024.
*** Alana Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.