Otegi, siempre Otegi. Con esa vocación freudiana de estar con el enemigo, fotearlo muerto, dialogar con él y luego irse al monte a preguntarle a un haya que qué es el diálogo con el aliento lleno de pólvora.
Hombre de paz lo llamaron, sí, pero era una cosa teórica dentro de la teoría intrínseca del zapaterismo, que fue todo ideas excepto la UME, Dios nos los guarde de nevadas venideras. Hoy traigo a Otegi en una foto que no es carcelaria, que es normal, que es la de "la dirección del Estado" que quiere Pablo Iglesias y que aquí, entre nieves y mierdas, entre héroes y tumbas, se la hemos dado al reyezuelo pintón de Bildu.
En el fondo, el polar de Otegi, aunque sea verano, es ese pasamontañas que lleva tatuado en las habitaciones últimas de la sangre. La noticia es que ahora va pidiendo por las cárceles eso, que los etarras hagan campaña por Bildu, y uno se imagina los penales de esta España con los vascos, los que volvieron de Marruecos con el costo y el violador manco así, en asamblea plena en las cárceles de esta España nuestra. Digo España y no digo Cataluña, pues en Lledoners no hay distinción de presos, y allí todos son subsecretarios y así.
Este zutabe trenero/taleguero de Otegi está bien, pues entre los acercamientos y la purria que hay en el Gobierno, los gudaris van a gozar cual cochinos en charca en cuanto el régimen del 78 caiga, el himno plurinacional lo haga Kortatu y yo no tenga más zulos donde esconderme.
Pero Otegi sigue ahí, como un elemento fotográfico más de la descomposición de España. Ahora los de los tiros en la nuca pegarán carteles, siquiera sea morales, en la trena. Y en el vis a vis se comercia lo que no está escrito; y hasta un lejía rijoso y entre rejas es capaz de pedirle a la madre que vote a Bildu si al niño, natural de San Fernando, le garantizan un paquete de Marlboro.
Otegi, C.Tangana, las monerías de Tagarnina en Sidi-Ifni, un muñeco de nieve de género indefinido y las posturitas de la Pedroche... Todo eso es la España que dicen que nos hemos dado.
Vota a Bildu, manque pierda, dicen en los patios nevados de las cárceles de España.