Dice mi compañero Luis Pacheco, firme defensor de la hostelería y orgulloso frutero de profesión (pese al desprecio que Podemos les profesa), que el ninguneo del Gobierno central hacia los bares y restaurantes está llevando a la ruina a miles de negocios en toda España.
Justifica Luis, con toda razón, que, en lugar de dedicarse a hacer propaganda y pisar moqueta, los ministros deberían salir al rescate de un sector que ha llegado a ocupar a casi dos millones de trabajadores y que está entre los más perjudicados por la pandemia de la Covid-19.
Sin embargo, Pedro Sánchez y sus socios han decidido ignorarlos. El dinero que el Gobierno central ha dedicado a la hostelería durante esta crisis asciende exactamente a 0 euros.
Cero, nada, ni una partida específica a pesar de las restricciones y justo lo contrario de lo que se está haciendo en Europa.
Y por mucho que el Consejo de Ministros se alimente a base de comida a domicilio, a esta pandemia no sobreviven ni la pizzería Luna Rossa, la favorita del presidente, ni el Achuri, un clásico de las reuniones de Pablo Iglesias y los suyos en el Madrid castizo.
Al rescate de los bares no han salido ni los de abajo ni los que antes vestían chaqueta de pana. Esa tarea la están afrontando gobiernos como el de la Comunidad Madrid, donde Ignacio Aguado ha puesto sobre la mesa un plan histórico de 85 millones de euros en ayudas directas al sector, dinero contante y sonante para evitar que miles de negocios bajen la persiana para siempre.
Porque por muchos créditos ICO y buenas palabras que salgan de los 18 ministerios y las cuatro vicepresidencias de Sánchez, el pequeño empresario no puede más.
Inflar la deuda hasta el infinito, como suele hacer la izquierda, puede funcionar en el BOE, pero no en la economía real. Y aunque en la Moncloa no lo crean, detrás del dueño de un restaurante o una cafetería no están ni el FMI ni Bruselas para venir al rescate, sino los trabajadores, los productores, los proveedores, los transportistas y un largo etcétera que han hecho de nuestro sector hostelero un referente de calidad y servicio.
Que un negocio caiga supone que el resto lo haga detrás en fila india, como fichas de dominó. Por eso, los 85 millones de euros que Aguado quiere poner en marcha para la hostelería no son más que la respuesta a las demandas que esta viene haciendo desde hace meses para afrontar gastos básicos como el recibo de la luz, el agua, el gas, las cuotas de autónomos o los alquileres.
A la izquierda biempensante le molesta que le recuerden que su Gobierno ha huido del problema de la restauración como el que huye del aceite sucio de una sartén, como si el esfuerzo que hay tras una cocina o una barra de bar les provocase alergia sobrevenida.
Después de atacar con todas sus fuerzas a la Comunidad de Madrid por negarse a cerrar a cal y canto la hostelería, han tenido que admitir que sus recetas no funcionan y que es imposible mantener restricciones salvajes como las que proponen sin destrozar con ello la economía.
Mientras unos aportamos soluciones y asumimos responsabilidades, otros se encomiendan a Santa Marta, patrona de la hostelería, en la confianza de que las vacunas o la suerte harán su parte para salir de esta. Es triste admitir que, si el Gobierno central no toma nota de las medidas de la Comunidad de Madrid y ofrece un plan de ayudas directas, serán los bares los que paguen la cuenta.
*** César Zafra es portavoz de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid.