Lo de Donald Trump nunca tuvo nada que ver con el republicanismo o con el conservadurismo. Trump ha sido un oportunista que ha remodelado el Partido Republicano a su imagen y semejanza.
Tras cuatro años en los que han aparcado sus valores para ajustarse a los caprichos y exigencias de Trump, muchos líderes del partido, como el exvicepresidente Mike Pence y el líder de la minoría republicana en el Senado Mitch McConnell, parecen ya preparados para una ruptura.
Pero no existe la posibilidad de una ruptura amistosa con Donald Trump. Y lo que es más importante: una ruptura fea no dejará satisfechos a sus seguidores. Trump no sólo ha dejado el partido hecho andrajos, sino que promete continuar atormentándolo.
Aunque su apoyo puede haberse reducido un poco a raíz del asalto al Capitolio, muchos votantes del Partido Republicano continúan creyendo en Donald Trump y pensando que él les da voz en un país, y en un partido, que les odia.
Es la misma gente que le convirtió en candidato republicano a la presidencia y que continúa viviendo en un universo paralelo en el que las elecciones fueron amañadas, subvirtiendo la democracia y silenciando sus voces.
Esta es la enorme montaña de basura que Trump le ha dejado a los republicanos: unos votantes tan enganchados a las mentiras que resulta inútil intentar razonar con ellos.
Muchos republicanos se tuvieron que alinear con Donald Trump si no querían perder sus trabajos. El antiguo senador Jeff Flake, de Arizona, prefirió jubilarse a comprometer sus principios a cambio de la reelección. Otros perdieron las primarias del partido frente a los leales de Trump.
Así es cómo Trump consiguió el control del partido.
Nadie personifica mejor estos continuos altibajos en la complicada relación de Trump con su partido que el exvicepresidente Mike Pence.
En diciembre de 2015, cuando las primarias republicanas estaban calentándose, Pence tuiteó: “La petición de prohibir la entrada de los musulmanes en los Estados Unidos es ofensiva e inconstitucional”.
Unos meses después, Tim Alberta, de la revista National Review, escribió que Pence “desprecia a Trump, según afirman algunos de sus amigos más antiguos”.
Pero en julio, Pence decidió olvidarse de su reelección como gobernador de Indiana para convertirse en el compañero de tándem electoral de Trump. El estratega republicano Dan Senor tuiteó: “Es desconcertante ver a alguien que había dicho que Trump es inaceptable convertirse en su vicepresidente”.
Pence se ha pasado los cuatro años siguientes al lado de Trump. Como conservador cristiano, Pence ayudó a sumar a los votantes evangélicos a la candidatura de Trump y le hizo ganar legitimidad republicana.
Sólo hay que echar un vistazo al discurso de Pence en la convención republicana del pasado verano (o al de su mujer Karen) para comprobar el grado de compromiso con su presidente. Pence ha estado al lado de Trump hasta su amargo final.
Bueno: casi. La relación naufragó cuando Pence certificó la victoria de Joe Biden el 7 de enero en el Senado. Para Trump y sus seguidores, la deslealtad que creyeron percibir era inaceptable. Y eso a pesar de que Pence no tenía otra opción legal que esa.
Algunos de los alborotadores que, incitados por Trump, asaltaron el Capitolio el 6 de enero llevaban una horca para Pence. Afortunadamente, no se toparon con él o con otros congresistas y senadores. O con sus ayudantes o los periodistas del Capitolio, que tuvieron que esconderse de los asaltantes.
Es difícil imaginar cómo podría Pence reaparecer y ganar la nominación republicana en 2024. Los trumpistas le odian y los que nunca fueron seguidores de Trump van a tener problemas para confiar en él. Y eso, incluso sabiendo que se saltó la fiesta de despedida de Trump para estar presente en la investidura de Biden.
McConnell, que ha tolerado a Trump durante cuatro años, está en una posición similar. Pero ahora está pensando en la posibilidad de votar en el Senado a favor de la condena de Trump en su segundo impeachment.
En su discurso de despedida, Trump prometió “volver de alguna manera”. Ya sea con una nueva plataforma mediática o como candidato republicano, Trump representa una amenaza para cualquier republicano que tenga la intención de reconstruir el partido.
También se habla de la posibilidad de que Trump acabe creando un tercer partido. Un partido que absorbería a muchos votantes republicanos y permitiría una victoria fácil de los demócratas.
McConnell ha dicho que está pensando en la posibilidad de votar sí al impeachment de Trump, lo que abriría la posibilidad de que se le prohibiera presentarse a unas nuevas elecciones. Esto podría ser muy atractivo para McConnell, que por encima de todo quiere recuperar su posición como líder de la mayoría. Esa que perdió por culpa de Trump.
Si decide seguir adelante, McConnell necesitará convencer a 16 republicanos más, lo que no será tarea fácil.
Después de cuatro años de Trump, hay muy pocos republicanos en el Congreso que no le sean leales. Los senadores Mitt Romney, Lisa Murkowski y Ben Sasse han sido sus mayores detractores. Diez miembros de la Cámara de Representantes le han escrito una carta a Joe Biden dándole apoyo y mostrando su disposición a colaborar con él.
Pero son sólo una gota en el océano. Hay 50 senadores republicanos y 195 miembros de la Cámara.
La mayor incógnita durante los próximos dos años será saber si Trump es capaz de conservar a su lado un número suficiente de votantes republicanos que le permita mantener al partido bajo su yugo hasta las elecciones de mitad de mandato, en 2022.
Si lo consigue, y el Senado le absuelve, Trump podría tener a su alcance una tercera candidatura presidencial en 2024.
Que Dios nos ayude.
*** Alana Moceri es experta en relaciones internacionales, escritora y profesora de la Universidad Europea de Madrid.