Soy un judío español. Y soy madrileño de adopción, que es un modo muy madrileño de serlo. La vida me ha llevado a vivir y trabajar en varios países, pero siempre he querido que mis hijos crecieran en esta ciudad de convivencia y libertad.
Desde hace casi veinte años, y junto con compañeros admirables, judíos y no judíos, dedicamos esfuerzos a la lucha contra el antisemitismo en ACOM, la organización de referencia en España para la defensa de nuestros derechos civiles.
En los últimos días, desde ACOM hemos lanzado la campaña #VotaConConciencia para alertar de la presencia de opciones políticas de odio en las próximas elecciones autonómicas madrileñas. Estamos preocupados porque creemos que la normalidad cívica está en peligro.
El odio a los judíos ha ido variando a lo largo de la Historia. Así, se ha alimentado de obsesiones religiosas durante milenio y medio, de exclusivismos identitarios en la época de la conformación de los estados-nación y del racismo genocida de los totalitarismos del siglo XX. En esa constante, los judíos éramos la minoría claramente identificable. Aquellos sobre los que se proyectaban frustraciones, fracasos y fobias colectivas.
Tras la Shoá, el genocidio a manos de los nazis en la II Guerra Mundial, ya no resultaba políticamente correcto denigrar con estereotipos clásicos al judío. Porque esos estereotipos tenían connotaciones inaceptables.
En ese periodo se restablece Israel, el hogar nacional judío, que alberga a la mitad de los judíos del mundo, y por el que la inmensa mayoría de los judíos de la diáspora sentimos proximidad, simpatía y orgullo. Es lógico que Israel concentre hoy la obsesión de los que odian a los judíos.
El antisemitismo siempre ha sido más dañino cuando se ejerce desde el poder
Porque no hay nada que un antisemita deteste más que un judío que no acepta mansamente su papel de víctima. Que tiene la capacidad y la voluntad de defenderse, sin depender para ello de la caridad de otros. Eso es para ellos Israel: el judío colectivo y exitoso.
Así, disfrazarán su antisemitismo de algo que llaman antisionismo, término que apenas puede ocultar sus fobias ancestrales. Aplican a Israel la misma deshumanización, demonización y criminalización que fanáticos de otras épocas aplicaron a sus víctimas judías. Deslegitiman y aplican un doble rasero al Estado judío (al único Estado judío) y sólo al Estado judío.
En España, los ultraderechistas antisemitas son irrelevantes. A su marginalidad social unen su insignificancia política.
Los neonazis caben todos en un taxi y sólo tienen la notoriedad que queramos dar a sus aspavientos. Como los de la infeliz de hace unas semanas en el cementerio de La Almudena. Infeliz a la que por supuesto hemos denunciado.
El antisemitismo siempre ha sido más dañino cuando se ejerce desde el poder, pues parece ganar legitimidad y normaliza la discriminación.
Desde la irrupción en 2015 de Podemos y sus franquicias en las instituciones del Estado y los gobiernos locales, la ultraizquierda se ha dedicado a patrimonializar esos centros de poder para promover campañas de boicot contra Israel y la exclusión de la vida civil, social y económica de los ciudadanos (judíos) israelíes que viven en nuestro país.
Pero también contra los españoles que simpatizamos con Israel, a los sionistas (es decir, los que creemos en el derecho a la existencia del Estado de Israel), y, por extensión, a los judíos de nuestro país que no se pliegan a la demonización liberticida de la única democracia de todo Oriente Medio. El único país de la región que garantiza y protege los derechos de todos sus ciudadanos, sin distinción de ningún tipo.
Ya se han aprobado más de 100 declaraciones municipales, provinciales y regionales de boicot en el marco de la campaña antisemita de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) apoyada por Unidas Podemos y el independentismo.
Gracias a ACOM (y pese a la pasividad de las autoridades y de la Fiscalía), más de 70 sentencias judiciales han declarado que esas declaraciones son anticonstitucionales y discriminatorias. Insisto, se trata de mociones por las que el Estado discriminaba a los miembros de una minoría a iniciativa de partidos como Unidas Podemos y Más Madrid, que forman parte del Gobierno de la nación o lo apoyan parlamentariamente.
Nada es casual. Hay que recordar que Podemos fue financiado por la República Islámica de Irán y que los ayatolás emplearon a Pablo Iglesias en su canal público en español, Hispan TV.
Desde los programas de Iglesias se propagaron libelos clásicos acerca del supuesto control político y financiero global por algún tipo de lobby judío.
La vida judía retornó a España en el siglo XX tras 500 años de ausencia forzada. Estamos para quedarnos y de aquí no nos echan
El propio Iglesias ha declarado que “Israel es un estado criminal”, que “Israel ejerce el apartheid” e incluso que “el Holocausto fue un mero problema burocrático”, todas ellas expresiones consideradas antisemitas según la definición de la Alianza Internacional de Recuerdo del Holocausto, adoptada por España.
¿Cómo no estar, por tanto, preocupados cuando Iglesias aspira a formar una mayoría de gobierno en Madrid con el PSOE y Más Madrid? ¿Cómo sería la vida para los madrileños que apoyamos a Israel, a los que Mónica García, candidata de Más Madrid, ha llamado “malnacidos”?
Las cuentas de Twitter de los líderes de Podemos y Más Madrid, desde Isa Serra a Íñigo Errejón y Rita Maestre, están plagadas de odio contra nuestra gente.
Hace escasos meses, la ultraizquierda intentó aprobar en la Asamblea que Madrid se declarase “espacio Libre de apartheid israelí” (ELAI) y que se uniera a la campaña BDS. ¿Cómo no advertir el tufo y la inspiración Judenfrei de estas resoluciones?
Por eso le decimos al votante madrileño: #VotaConConciencia. La vida judía retornó a España en el siglo XX tras 500 años de ausencia forzada. Los antisemitas ya pueden irse acostumbrando.
Estamos para quedarnos y de aquí no nos echan.
*** Ángel Mas es presidente de ACOM.