Es fama que en esta comunidad del sur la triple negación “no ni ná” es una afirmación superlativa. Así, una vez se ha consumado (esta misma mañana) la anunciada ruptura del Gobierno municipal de Granada (Ciudadanos y PP) tras la deslealtad del alcalde Luis ‘Iscariote’ Salvador con el líder de los populares Sebastián Pérez, desde San Telmo les va a faltar tiempo para volver a exteriorizar la magnífica relación entre los dos partidos de centroderecha.
Tan explícita es la buena sintonía mostrada por Juanma Moreno y Juan Marín que a veces resulta hasta pornográfica. No sé cómo aún nadie ha dado en llamarlos el ‘Gobierno de los compadres’. La Junta es suya al fin y al cabo.
Los políticos, y especialmente los mandatarios andaluces, son tan previsibles como la lluvia el Jueves Santo o el final de una comedia romántica. Sin temor a equivocarnos, podemos confirmar lo que dirán en las próximas horas los dirigentes de la Junta de Andalucía. “Lo que pasa en Granada se queda en Granada”, “no habrá, por tanto, adelanto electoral en Andalucía” y “nuestra alianza goza de buena salud” mientras se abrazan y se pelan el uno al otro los langostinos. Afirmarán con la boca y negarán con la cabeza, y viceversa.
Claro que lo que pasa en Granada repercute en Sevilla y, aquí está el quid de la cuestión, en Madrid. Pablo Casado quiere rematar a Ciudadanos y Juanma Moreno darles espacio para ver si el pájaro herido es capaz de remontar el vuelo. De no renacer el ave fénix, la gaviota sabe que tendrá que planear entre las garras del águila.
Cuando llegue la vendimia, cuando caigan las primeras hojas, si no ocurre nada extraordinario, habrá elecciones a la Junta de Andalucía
No apostaría yo un duro por el sultán malacitano de haber un pulso entre Madrid y Sevilla/Málaga. Y no es porque Casado se muestre especialmente fuerte, sino porque cuentan con el factor Hervías, ese personaje como de novela de John Le Carré, entre el emisario y el sicario. El lobo ha olido la sangre y tras saltar por los aires Granada sigue la pista que le conduce hasta la capital hispalense.
No será el mandamás de San Telmo quien haga repicar voluntariamente las campanas que convoquen al pueblo andaluz a las urnas. Y si lo hace, que lo acabará haciendo, será forzado. Cierto es que las circunstancias actuales juegan a su favor para adelantar los comicios con suficientes justificantes, y presumiblemente saldría reforzado de estos. La buena imagen de líder cercano y moderado, las zancadillas de Vox, la debilidad de la oposición y, encima, lo de Granada. Pero parece que ante todo, prevalece la lealtad a su socio naranja. Al menos de momento.
Así que más les vale a los andaluces no creerse nada de lo que durante los próximos días y semanas sale de la boca de los capos del ejecutivo autonómico. Lean entre líneas, interpreten los gestos, jueguen a cambiar el no por el sí y el sí por el no.
Y sí, claro, pueden irse tranquilos de vacaciones. Pero más les vale que a la vuelta, una vez saquen la arenilla y arrumben las chanclas y el bestseller, que preparen el traje o vestido de domingo. Pero no el de misa, sino el de ir a votar. Porque cuando llegue la vendimia, cuando caigan las primeras hojas, si no ocurre nada extraordinario, habrá elecciones a la Junta de Andalucía. No ni ná.
*** Manuel López Sampalo es periodista.