1. En política no existen los amigos, sólo los aliados (temporales)
No hay un solo capítulo de El ala oeste de la Casa Blanca o de House Cards que muestre una escabechina similar a la que ayer ejecutó Pedro Sánchez. Porque el presidente no se ha limitado a finiquitar a su vieja guardia, la formada por Iván Redondo, José Luis Ábalos y Carmen Calvo. La que le aupó en un primer momento, cuando el partido le obligó a dimitir como secretario general. La que le acompañó en su ascenso al poder y le llevó hasta la Moncloa. La que en algún momento de los últimos tres o cuatro años sacrificó buena parte de su credibilidad y sus principios para salvaguardar al presidente. Sánchez les ha rociado con napalm y empapado con zotal las moquetas de sus despachos. La política siempre ha sido despiadada. Pero Pedro Sánchez la llevó ayer a un nuevo nivel.
2. Iván Redondo
El hombre que rescató a un Pedro Sánchez que había sido no ya abandonado, sino humillado por su partido en 2016. El que lo llevó de nuevo hasta la secretaria general y, luego, hasta la Moncloa con una moción de censura basada en el principio de que el fin justifica los medios. Los rumores sobre una posible salida de Iván Redondo del entorno del presidente eran últimamente cada vez más frecuentes (en teoría Redondo quería abandonar su puesto como jefe de gabinete del presidente antes de quemarse y con la intención de aprovechar su popularidad para conseguir un buen puesto en una consultora internacional). Pero Sánchez lo ha defenestrado antes de que Redondo pudiera dar el primer paso. Si la salida ha sido pactada o no con el presidente será ahora objeto de elaboradas especulaciones. Pero lo que está claro es que la ruptura de Sánchez y Redondo es, sin duda alguna, uno de los puntos calientes de esta crisis de Gobierno.
3. La mayor de las crueldades: Podemos no se toca
Es difícil equivocarse más que aquellos que interpretan la permanencia de los cinco ministros de Podemos en el Gobierno como una señal de debilidad del presidente. ¿Debilidad? Sánchez se asegura el apoyo de Podemos durante dos años más en un momento en que el partido morado se encamina hacia su autodestrucción y le condena a vagar por el éter de la irrelevancia con algunos de los peores ministros de la historia de la democracia española. Obligarles a sustituir a Irene Montero, Alberto Garzón o Manuel Castells habría sido magnánimo. Sobre todo porque Podemos podría haber presentado su cese como una decisión del presidente y no del partido, lo que les habría ahorrado un problema con sus confluencias. Al dejar a Podemos fuera de la crisis de Gobierno, Sánchez le ha clavado al partido morado en la espalda el más afilado de los puñales.
4. Con la vista puesta en las municipales y autonómicas de 2023
Ha pasado desapercibida una de las más evidentes motivaciones de esta crisis de Gobierno. La de preparar al partido para las elecciones municipales y autonómicas que tendrán lugar a partir de diciembre de 2022 (fecha de las próximas autonómicas andaluzas, si Juan Manuel Moreno Bonilla no adelanta los comicios). Porque varios de los ministros que esta semana estrenarán cartera podrían seguir los pasos de Salvador Illa y convertirse en candidatos municipales o autonómicos en sus respectivas regiones tras haber disfrutado durante un mínimo de un año y medio de los focos que atrae un Ministerio. Y este movimiento no es sólo una táctica mercadotécnica, sino que cumple además una segunda función. La que explica el siguiente punto de esta lista.
5. Meterle el miedo en el cuerpo a los críticos
Pedro Sánchez no quiere problemas. No quiere problemas con Podemos (y ese parece haber sido uno de los factores del defenestramiento de Carmen Calvo, Juan Carlos Campo y José Luis Ábalos). No quiere problemas entre los suyos (y ese parece haber sido uno de los factores del defenestramiento de Iván Redondo y, de nuevo, de Ábalos). No quiere problemas con los maestros y los padres (y por ahí ha caído Isabel Celaá). No quiere problemas, ni ridículos, con otros países (y por ahí ha caído Arancha González Laya). Y no quiere problemas, sobre todo, con sus barones autonómicos. Y de ahí los fichajes de Pilar Alegría, delegada del Gobierno en Aragón; de Diana Morant, alcaldesa de Gandía; y de Isabel Rodríguez, alcaldesa de Puertollano. Porque ahora Javier Lambán, Ximo Puig y Emiliano García-Page ya saben que en la Moncloa calientan en banda ya aquellas mujeres que les sustituirán cuando llegue el momento. Que ese momento llegue a corto, medio o largo plazo depende ahora, al 100%, de lo sumisos que se muestren con Sánchez. El fichaje de Raquel García, alcaldesa de Gavà, parece sin embargo más bien destinado a disputarle a Ada Colau la alcaldía de Barcelona. Salvador Illa no corre peligro.
6. El PSOE ya es sólo Pedro Sánchez
Con la única excepción, quizá, de Margarita Robles, no queda ya un solo miembro del Gobierno con el suficiente peso político como para poner en el más mínimo aprieto el liderazgo indiscutible de Pedro Sánchez tanto en el Ejecutivo como en el partido. Sin sucesores a la vista, y con todos los posibles aspirantes autonómicos al trono amenazados por la guillotina que ya ha acabado con Susana Díaz, Sánchez puede centrarse ahora en su plan para los próximos dos años. Es decir, el de la recuperación del terreno perdido en los sondeos durante este último año gracias a la palanca del reparto de los fondos europeos y de la rentabilización de la futura mejora de los indicadores económicos. El nuevo hombre fuerte del Gobierno, Félix Bolaños, será el encargado de corregir errores, darle al nuevo Ejecutivo un perfil menos tacticista y mercadotécnico, y llevar al presidente a la victoria en las generales de noviembre de 2023.
7. No es la gestión, estúpido: es el poder
Que Miquel Iceta haya sido mudado del Ministerio de Política Territorial al de Cultura y Deporte, o que por el Ministerio de Exteriores hayan pasado ya cuatro ministros en tres años (Josep Borrell, Margarita Robles, Arancha González Laya y ahora José Manuel Albares), o que siga en su puesto un ministro incinerado como Fernando Grande-Marlaska, o que cuatro de las nuevas ministras apenas tengan experiencia como administradoras de localidades de pequeño tamaño demuestran que la capacidad para la gestión no ha sido el más relevante de los factores que ha tenido en cuenta Pedro Sánchez a la hora de renovar a sus ministros. El Gobierno, para Pedro Sánchez, es una máquina de poder, no de gestión, y todas las reparaciones y actualizaciones que se hagan en él van dirigidas a la conservación de este.
8. Sánchez prefiere cambiar a sus ministros que a sus socios
Salen Ábalos, Calvo, Redondo, Celaá o Campo, pero continúan ERC, EH Bildu y Podemos. No hay un solo nombre entre los nuevos ministros que pueda incomodar en lo más mínimo a los socios populistas del PSOE, y esa es otra de las principales conclusiones que cabe extraer de la crisis de Gobierno ejecutada por el presidente. Podrán cambiar los ministros. Pero mientras la Moncloa dependa de los votos de los nacionalistas y los populistas, estos serán intocables.
9. El ascensor del poder sube, pero también baja
Gana peso Nadia Calviño, gana (mucho) peso Félix Bolaños y lo pierde Miquel Iceta, al que sólo ha salvado el hecho de su juventud en el cargo. Finiquitarlo tras sólo seis meses como ministro habría sido excesivo y no conviene enfurecer al PSC, la principal de las federaciones que apoyan al presidente. Pero tampoco tiene sentido ocultar la realidad: relegarlo al Ministerio de Cultura y de Deportes es una forma de arrinconarlo. El PSC del futuro, en fin, no pasa por él, sino por Salvador Illa y Raquel García.
10. Un gobierno de subsecretarios
A un Gobierno de Subsecretarías elevadas al rango de Ministerios corresponde un Consejo de Ministros plagado de subsecretarios. Lo explica hoy el editorial de EL ESPAÑOL. El problema no es ya el escaso peso de los nuevos ministros (aunque quizá entre ellos haya alguna Isabel Díaz Ayuso o algún José Luis Martínez-Almeida), sino el hecho de que la estructura mastodóntica del Gobierno sigue intacta por las exigencias de ese pacto de coalición con un Podemos que ya es sólo una mochila con piedras que arrastra al país al fondo del río.
11. Los errores de Pedro Sánchez
Al contrario de lo que creen muchos de sus detractores, Pedro Sánchez es perfectamente consciente de los errores cometidos. El presidente no considera un error el pacto con Podemos o con los nacionalistas, pues estos garantizaron su llegada al poder y garantizan ahora su permanencia en él. Pero sí considera un error la moción de censura de Murcia, la lamentable campaña electoral madrileña o el esperpento de su reunión de 40 segundos con Joe Biden. Sánchez, además, tiene muy claro quién es su verdadero rival hoy: no Pablo Casado, ni Inés Arrimadas ni mucho menos Santiago Abascal, sino Isabel Díaz Ayuso. La única líder capaz de generar un marco ganador para la derecha que dé la vuelta a los equilibrios políticos actuales y garantice un Gobierno liberal y conservador de varios ciclos electorales frente al que el PSOE no pueda hacer nada.
12. ¿Indultos? ¿Qué indultos?
Pedro Sánchez necesitaba pasar página, abrir un escenario nuevo y generar la percepción de que los indultos, la epidemia y los pactos con los populistas forman parte de una etapa anterior ya caducada. Necesitaba, en fin, recuperar la iniciativa. Pero tampoco le convenía convertir esta crisis de Gobierno en un circo de cinco pistas. Y de ahí que haya escogido un sábado anodino de julio para ejecutarla. Los españoles se irán ahora de vacaciones con una imagen en la mente: empieza una nueva etapa y a la vuelta de esas vacaciones, España será un país nuevo.
13. Óscar López no es Iván Redondo
Con la incorporación de Óscar López como jefe de gabinete, el puesto que hasta hace apenas 24 horas ocupaba Iván Redondo, Pedro Sánchez lanza un mensaje de concordia a su partido. "La estrategia del partido no será ya decidida por alguien ajeno al PSOE" dice ese mensaje. Es un secreto a gritos que la salida de Redondo ha sido celebrada por muchos en el Partido Socialista. Pero que nadie se lleve tampoco a engaño: López no es Redondo, sino más bien un nuevo 'Pepiño' Blanco, y tampoco parece que vaya a ser él el que haga temblar a Miguel Ángel Rodríguez. El tiempo dará la verdadera medida del trabajo que Redondo ha realizado para Sánchez y demostrará si el mérito era de uno, del otro, o cabe repartirlo al 50%.