La era de la gran competición estratégica ya está aquí. Realmente, ya lo estaba. Pero el AUKUS (combinado con la retirada estadounidense de Afganistán) marca un punto de inflexión evidente con Estados Unidos, Australia y el Reino Unido enviando un mensaje claro y contundente. El Indo-Pacífico es el gran espacio de referencia donde se va a dirimir la competición (y ya veremos si la confrontación) con China. Toda la política internacional de esta década gravitará en torno a esta gran competición. Y la Unión Europea, y con ella España, corren el serio riesgo de quedar fuera de juego.
El AUKUS es un acuerdo trilateral de defensa por el que Estados Unidos y el Reino Unido se comprometen, entre otras cuestiones, a asistir a Australia en la construcción de al menos ocho submarinos de propulsión nuclear. Se trata de una transferencia de tecnología muy sensible. Tanto que, hasta la fecha, Washington sólo la había compartido con Londres y fue a finales de los años 50, en plena carrera nuclear con la Unión Soviética.
Pese a que los tres signatarios han insistido mucho en destacar que los submarinos australianos no estarán dotados de armamento nuclear, algunas voces lo han calificado de acto de “proliferación nuclear”. Pese a la enorme relevancia regional de este acuerdo no parece, sin embargo, que vaya a tener un gran impacto en el régimen internacional que sustenta el Tratado de No Proliferación (TNP).
Apostar por submarinos de propulsión nuclear supone un cambio profundo en la estrategia de Australia y sólo cabe interpretarlo en el marco de su enrarecida relación con China.
El pronunciado deterioro de la relación bilateral en el último año y medio ha motivado que Camberra opte, finalmente, por abordar la relación con Beijing a través del prisma de la competición y la rivalidad geopolítica. De esta manera, el intento de intimidación (auténtico bullying) al que ha sometido China a Australia estos últimos meses ha tenido el efecto contrario al que, se supone, buscaba Beijing. Y esto es relevante porque la comunidad estratégica australiana llevaba dos décadas debatiendo intensamente cómo abordar el ascenso de China. Y en muchos momentos las voces de quienes apostaban por una relación fundamentalmente cooperativa y en clave comercial y económica eran dominantes.
Con el AUKUS, Estados Unidos confía en restaurar su credibilidad y marcar la agenda internacional
Así que la creciente agresividad china no sólo no ha doblegado la voluntad australiana, sino que ha reforzado su apuesta por una línea más firme. Lo mismo cabe apuntar de otros vecinos de China como Filipinas, Vietnam, Japón, India o Taiwán. China sigue teniendo su palanca económica y comercial para ejercer una enorme influencia regional, pero su incapacidad para forjar complicidades más allá de Corea del Norte y Pakistán es un factor a tener muy en cuenta.
El AUKUS va mucho más allá de la cuestión de los submarinos. Estados Unidos, Reino Unido y Australia apuestan por una cooperación industrial y tecnológica mucho más profunda, con particular atención a la inteligencia artificial y la computación cuántica. Es decir, tecnologías emergentes con un enorme potencial disruptivo y que pueden transformar, ya lo están haciendo, los equilibrios de poder global.
Estas tecnologías generan un entorno de seguridad nacional plagado de nuevas vulnerabilidades e incertidumbres. Sumando esfuerzos, Australia, Estados Unidos y el Reino Unido confían en consolidar su liderazgo en este campo y evitar que China alcance, como se ha propuesto, una posición dominante en 2030. La apuesta y la relevancia del AUKUS es, pues, estratégica y de larga duración.
Pero el anuncio también tiene valor en el horizonte inmediato de los tres países. Australia aumentará drásticamente su capacidad de disuasión frente a China en un plazo relativamente corto. El Reino Unido empieza a dotar de consistencia a la idea del Global Britain y el anuncio ayuda a sortear las actuales dificultades en el contexto post-Brexit. Y para Estados Unidos el anuncio también alivia la situación de la Administración Biden tras la calamitosa operación de evacuación de Kabul.
Como ya apunté en estas mismas páginas, Washington quería retirarse de lo que consideraba un teatro secundario que detraía atención y recursos de la competición estratégica con China. Con el AUKUS y su puesta en escena, Estados Unidos confía en restaurar su credibilidad y retomar la iniciativa a la hora de marcar la agenda internacional.
La reunión este próximo viernes en la Casa Blanca de los líderes del QUAD (el foro a través del cual Australia, Japón, India y Estados Unidos articulan su cooperación militar en el Indo-Pacífico) va en la misma dirección de restaurar la credibilidad de Washington.
O se repiensa la acción exterior de la UE o habrá que asumir irremediablemente su irrelevancia en la gran competición
Además de China, la otra víctima directa del acuerdo es Francia, y la colateral es el vínculo transatlántico. La firma del AUKUS implica la renuncia por parte australiana del acuerdo suscrito previamente con París para el suministro de doce submarinos convencionales diésel. Esto ha generado una crisis sin precedentes que, de momento, incluye la llamada a consultas de los embajadores franceses en Camberra y Washington (no en Londres, porque París quiere hacer de menos al Reino Unido).
El ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, ha calificado el asunto de “puñalada por la espalda” y, con seguridad, se exigirá una fuerte compensación económica. Lo más relevante, empero, es que, de forma interesada, París ha situado esta crisis en el marco de la elusiva “autonomía estratégica”. Pero queda por ver si el impulso irá más allá de las presidenciales francesas en abril del año que viene. Por no mencionar que las dificultades para impulsar la autonomía europea persistirán. Y conviene tener muy en cuenta que es un asunto con un enorme potencial disgregador para la Unión Europea.
La casualidad ha querido que el anuncio del AUKUS coincida con la publicación del comunicado de la oficina del Alto Representante sobre la estrategia de la Unión Europea para la cooperación en el Indo-Pacífico adoptada el pasado mes de abril. El contraste no podía ser mayor.
La UE insiste en proyectar aquello que es posible articular políticamente en Bruselas, aun a sabiendas de que no generará los resultados esperados. Es decir, la necesidad de encontrar siempre el mínimo común denominador entre los Estados miembros y contentar a todo el mundo lleva a adoptar documentos de nulo valor estratégico que sólo alimentarán la melancolía y frustración europea. Lo que puede provocar efectos indeseados inesperados. Por poner un ejemplo, el documento indica que la relación con el Indo-Pacífico se basará en la “promoción de la democracia, el reino de la ley, los derechos humanos y compromisos universales como la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático”. Todo y nada al mismo tiempo.
Y más sabiendo que, en la práctica, todo estará supeditado a la agenda e intereses de los únicos tres estados miembros que, de momento, han mostrado verdadero interés por el Indo-Pacífico: Francia, Alemania y Países Bajos. Y eso por no mencionar que la UE opta por una definición maximalista del Indo-Pacífico del Este de África a los archipiélagos del Pacífico, lo que diluirá aún más el improbable efecto de la iniciativa europea.
En definitiva, o se repiensa la acción exterior de un no-actor como la UE o habrá que asumir irremediablemente su irrelevancia en el contexto de la gran competición. Y eso apela directamente a una España con excesiva tendencia al ensimismamiento y a delegar su pensamiento estratégico a Bruselas.
*** Nicolás de Pedro es Senior Fellow del Instute of Statecraft en Londres.
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