¿Estamos condenados a depender energéticamente de Vladímir Putin?
La Unión Europea depende del gas de la empresa estatal rusa Gazprom. Sólo la energía nuclear, la única capaz de proporcionar un suministro constante a un precio razonable, puede reducir nuestra dependencia de Vladímir Putin.
Lamento parecer un aguafiestas, pero les tengo que anunciar que el chocolomo no existe. Bueno, a decir verdad, sí. Aunque no tiene nada que ver con lo que imaginan.
El chocomolo es un guiso mexicano en el que se cuecen, junto con otras cosas, ajos, sesos, riñones, el corazón y el lomo de una res acabada de sacrificar. El chocolate no aparece por ninguna parte en la lista de ingredientes, de manera que, si nos invitan a comer o a merendar, no tendremos más remedio que seguir escogiendo entre el chocolate y el lomo, porque los dos no se pueden tomar a la vez.
La semana pasada se dispararon las alarmas en los mercados y algunos culpan a Rusia del incremento del precio de la luz. Las luces rojas se han encendido por la enorme dependencia energética de Europa respecto de Gazprom, la compañía estatal rusa que suministra la mayor parte del gas natural que consumimos las empresas y los ciudadanos europeos. Europa recibe su abastecimiento de gas desde Rusia, Noruega y Argelia.
Sin embargo, durante el año 2019, el primero de estos tres países suministró el 40% del gas, y esta tendencia no disminuye, sino que va in crescendo. En 20 años, la previsión es de un incremento de más del 50% de la dependencia europea respecto de Gazprom. Además, durante 2021, Noruega ha limitado el flujo de gas debido a cuestiones de mantenimiento.
"Vladímir Putin culpa a los gobiernos y a las empresas europeas de la crisis de combustibles que sufrimos y alega que los contratos de suministro firmados a largo plazo son insuficientes"
Por otra parte, las reservas de este combustible oriundas de Europa se están agotando. Si como muestra basta un botón, hay que añadir que hace casi dos semanas el gobierno libanés tuvo que cerrar sus dos principales centrales eléctricas por falta de combustible. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, aunque esté al otro lado del Mediterráneo, pon las tuyas a remojar.
Vladímir Putin culpa a los gobiernos y a las empresas europeas de la crisis de combustibles que sufrimos y alega que los contratos de suministro firmados a largo plazo son insuficientes. De hecho, el suministro de gas desde Rusia utiliza dos instrumentos jurídicos: los long-term contracts, con una duración que oscila entre 10 y 25 años; y los spot deals, o acuerdos puntuales, que se utilizan para resolver demandas concretas.
Obviamente, el precio del gas a través de los spot deals es más caro que si se compra por medio de los long-term contrats. Y Rusia, como es lógico, se aprovecha de ello.
Sin embargo, existe un detalle que pasa desapercibido y que tiene gran importancia. Hace 20 años, Europa era el único cliente energético de relevancia que tenía Rusia. Sin embargo, ahora Gazprom cuenta con una alternativa muy poderosa a la que puede suministrar una grandísima cantidad de gas: China.
Durante el año 2020, el gigante asiático importó 101,6 millones de toneladas de gas natural, de las cuales más de un 8% llegó de Rusia. No es lo mismo ser el cliente preferente que tener un competidor que puja en los mercados por el mismo combustible.
Como se puede comprobar, el declive de Europa también se aprecia en los mercados energéticos, donde paulatinamente va perdiendo fuerza a la hora de fijar las condiciones en que se han de llevar a cabo las transacciones. ¿Acaso alguien piensa que esto no tiene, y seguirá teniendo, transcendencia respecto del nivel de vida de los ciudadanos europeos?
El señor Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados, se rasgó las vestiduras y amenazó al Gobierno con dejar de apoyarle si no modifica el decreto por el cual ha dado un hachazo de 26.000 millones de euros a las eléctricas por la vía de la minoración de sus beneficios. Algo que, obviamente, terminará repercutiendo sobre sus clientes. Y en especial sobre la industria.
Las fuentes energéticas de Europa son el petróleo en un 35%, el gas natural en un 24%, la energía nuclear en un 13%, el carbón en un 14% y las renovables y los biocombustibles también en un 14%.
"Cuando se impulsa la implantación del coche eléctrico se incurre en la falacia de hacer creer a los ciudadanos que se está apostando por las energías limpias"
¿Alguien realista piensa que con estos porcentajes se puede ir a alguna parte? ¿Qué proporción de energía propia se produce en España? ¿Un 30 o un 32%, a lo sumo? ¿De verdad creemos que de este modo se puede controlar el precio de la luz, cuando casi el 70% de la energía necesaria para producirla depende de agentes y factores externos cada vez más inestables, por no decir opuestos a nuestros intereses?
La mayor parte de la energía eléctrica que se consume en España se produce mediante la quema de hidrocarburos que sirven para calentar el agua que mueve las turbinas que generan la electricidad. Cuando se impulsa la implantación del coche eléctrico se incurre en la falacia de hacer creer a los ciudadanos que se está apostando por las energías limpias, ocultando que buena parte de la electricidad que consume ese coche ha sido generada mediante la quema de gas, petróleo o carbón.
De acuerdo con informes oficiales que no son notoriamente conocidos, pero a los que se puede acceder si nos empeñamos en buscarlos, uno de los factores (quizá no el más importante) que nos ha conducido a la situación de crisis energética que nos asedia es la reducción de la fuerza del viento vivida en Europa durante los últimos meses. Se inventó el barco de vapor y luego el de fuel para no tener que depender del viento para desplazarnos por el mar, y ahora quieren que tengamos que esperar a que sople el viento o a que haga sol para poder encender la lámpara del comedor.
La energía nuclear es innombrable, el gran tabú, aunque es la única capaz de proporcionar un suministro constante a un precio razonable. ¿Es qué nadie habla de la energía base? Mientras tanto, la gente sigue chupando su chocolomo, sin darse cuenta de que lo que flota en medio del guiso es un riñón, precisamente el riñón que le toca empeñar para poder pagar la factura de la luz.
*** Juanma Badenas es catedrático de Derecho civil de la UJI y miembro de la Real Academia de Ciencias de Ultramar de Bélgica. Su último libro es Contra la corrección política.