Por dónde empezar con Georgie Dann. Por la vida o por las canciones, por el nombre que escogieron sus padres (Georges Mayer Dahan) o por el nombre que aprobaron sus productores.
A Georgie Dann lo imaginamos de muchas maneras. Por ejemplo, con su pelo imposible, sin principio y sin fin, desde la sala de partos. Con la sonrisa completa y a la vista, incluso a contraluz, y con el mentón de boxeador mexicano. Con un moreno inaceptable como parisino y como francés, una piel trabajada a la parrilla que recuerda a Belmondo y a tantos otros que cargaron con la crisis de los cuarenta a cuestas.
A Georgie Dann lo imaginamos de muchas maneras, pero nunca en invierno. Poco importa que naciera en enero, en 1940, a comienzos de un lustro gris en Francia. Importa menos que muriera en noviembre, en un día de frío y no-lluvia en Madrid que arruina la jornada a cualquiera. El invierno, en su vida, fue una nota a pie de página. Un apunte innecesario. Un dato que incordia en el avance de la historia.
"¿Por qué tarareas La-bar-ba-coa, mientras escribes, si no la oíste antes?"
A Georgie Dann lo vemos en los platós de televisión y en los chiringos, al calor del verano y sin perder el gesto, con una camisa abierta o sin botones, y un mojito en cada mano. Rodeado de caras bonitas, en una fiesta infinita. Lo escuchamos en las radios y en los guateques, con una sonrisa irónica, y en algún rincón de la mente que reproduce la canción que, no sabes cómo, encontró un cajón de la memoria.
Cómo es posible recordar una canción que nunca escuchaste. ¿Por qué tarareas La-bar-ba-coa, mientras escribes, si no la oíste antes? El africano. El chiringuito. ¿Por qué pones voces mientras cantas, querido lector, al recordarlas?
A Georgie Dann lo educaron sus padres en la disciplina de la música de cámara y del jazz, la música que se toma en serio, con instrumentos de viento que obligan al conocimiento inusual de la tráquea y los pulmones, y que aprendió a dominar de niño.
Se vino a España a los veinticuatro con un grupo de amigos franceses, que resultaron ser su banda, para participar en el Festival de la Canción Mediterránea. Tocaron Tout ce que tu sais y todo lo que vio en Barcelona debió gustarle, porque no regresó a casa. Como el cubano que encuentra su oportunidad en la Olimpiada.
Y con el tiempo le sucedió lo que a tantos: conoció una mujer y se enamoró, se casaron y criaron hijos. Y, entre tanto, encontró un motivo para el obituario. Einstein inventó una teoría y Georgia Dann, la canción del verano.
"A Georgie Dann, que dijo en una entrevista reciente que tenía una nueva canción entre manos ('será un bombazo'), el verano se le hizo corto"
Georgie Dann levantó su templo desde la cara opuesta del conservatorio, con las armonías de tendencia y sin tomarse en serio, entre letras pegajosas y sílabas duplicadas, triplicadas, introducidas a golpe de martillo. Fueron canciones compuestas para el karaoke, para la comunidad, para todos. No hay canciones que aguanten un verano. Y si las hay, no hay quien las aguante después. Y sin embargo.
A Georgie Dann lo arrastró la tragedia o el alivio de los ídolos de una sola generación: el olvido. Quedó a salvo, en sus últimos años, de las manos por el pelo y por los hombros, de los gritos y los aplausos. Le hicieron homenajes, sí. Pero ¿cuánto tuvieron de admiración y cuánto de sarcasmo? A Georgie Dann, que dijo en una entrevista reciente que tenía una nueva canción entre manos ("será un bombazo"), el verano se le hizo corto.
Y llegó el otoño, casi invierno, con Georges Mayer Dahan postrado en la cama y sin fuerzas, ingresado para una operación de cadera en el Hospital Puerta de Hierro. En Madrid, lejos del mar y de Francia, y cerca de Emy, su mujer. La conoció como bailarina. Fue su agente. Tuvieron tres hijos.
*** Georges Mayer Dahan nació el 14 de enero de 1940 en París y murió el 3 de noviembre de 2021 en Madrid.