Para dejar a una novia hace falta más valor que para ponerse un traje de luces. Me río yo de los matadores. Hay que encomendarse y tener claro que uno se juega la vida en una tarde (o en una mañana en este caso) y en una sola decisión. Dejar a una novia tiene una liturgia que conviene seguir escrupulosamente porque en ella se distingue a un hombre de un niño, a alguien que piensa con la cabeza y que no está a merced de sus instintos.

A una novia no se la deja por WhatsApp o a la me cagüen, a una novia no se la deja por telegrama, ni siquiera por carta certificada y mucho menos por un calentón. Por teléfono únicamente se manda a paseo a los teleoperadores reincidentes. Lo que yo no había visto hasta ahora es dejar a una novia por Twitter públicamente, que es lo que hizo ayer Alfonso Fernández Mañueco al convocar elecciones en Castilla y León.

A una novia se la deja siempre con la esperanza de que habrá otra mejor, pero la realidad pasado mes y medio sigue siendo que se la echa de menos. Convoca elecciones Mañueco un 13 de febrero para el 14 acordarse de Igea. Llevábamos semanas con la convicción de que habría elecciones en breve porque cree el presidente que la vida le irá mejor con Vox y las encuestas le dan la razón. Se ha visto fuerte demoscópicamente, que es como verse guapo una tarde en el espejo de pasada.

La realidad es lo que llega después, cuando te das cuenta de que en cuestión de novias la buena es la primera y las demás son un intento de encontrar lo mismo o de olvidar aquello.

"El problema de traicionar a nadie, y más a una novia, es que quedas a merced de la siguiente"

Mañueco cesó ayer a todos los consejeros de Ciudadanos, incluido el vicepresidente, con la justificación de que le estaban haciendo la cama con otro. Y aun con cuernos hay formas mucho más decorosas que airear la infidelidad. Porque para dejar a una novia lo que no conviene es justificarse demasiado. La conciencia se tiene tranquila o no se tiene, pero no aparece uno en Twitter, en los telediarios y hasta en la sopa explicando lo mala que era la chica y lo poco que le quería.

Dejar a una novia tiene más de dormir tranquilo que de dar explicaciones que nadie ha pedido. Qué lejos aquellos días donde era todo amor y regeneración. Entonces, cuando Mañueco e Igea juraban estabilidad hasta hace una semana. Tanta transparencia y la transparencia ha consistido en dejar con el culo al aire a sus socios de Gobierno después de que les salvaran una moción de censura el pasado marzo.

Querer ahorrarse el mal trago de decir las cosas importantes a la cara es cosa de adolescentes y de políticos, un síntoma de inmadurez de manual. Y dejar a una novia plantada (y con los presupuestos en el altar) en 280 caracteres demuestra que los partidos han perdido las formas. Y de paso que los políticos no entienden de amor, sino de escaños, por eso las coaliciones que empiezan tan efervescentes y cursis sólo pueden acabar así. Lo de ayer en Castilla y León más que para abrir telediarios daba para cerrar Sálvame.

Mañueco convocó elecciones como quien se abre Tinder. El problema de traicionar a nadie, y más a una novia, es que quedas a merced de la siguiente. Se corre el riesgo de que cuando el despechado seas tú, te susurren al oído aquello que cantaba Malú: “Si alguna vez fui mala, lo aprendí de ti”.

*** Guillermo Garabito es periodista.