Manifestación separatista del 11 de septiembre de 2021.

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LA TRIBUNA

Por la verdadera normalización lingüística de Cataluña

La mejor manera de revigorizar el catalán entre amplias capas de la sociedad, hartas del menosprecio que sufre el castellano en Cataluña, es reconocer al castellano su condición de lengua catalana.

9 enero, 2022 02:04

Hace unos días apareció sorprendentemente en La Vanguardia un interesante análisis en torno al debate sobre la lengua (¿Cuándo se quebró la paz lingüística? de Carles Castro) con datos históricos del CIS hasta ahora inéditos en el malsano debate público catalán.

Descuella un dato tan alentador como el de que en la década de 1990, la mayoría de los catalanes (incluidos los votantes del PSC) prefería un sistema educativo “con algunas asignaturas en catalán y otras en castellano” antes que un sistema monolingüe en catalán como el que finalmente se acabó implantando, básicamente por no incomodar a los nacionalistas, que acariciaban ya entonces la idea de arrinconar el castellano.

Es así de simple.

Por eso resulta tan lamentable que este sea el centro del debate público en Cataluña y objeto de enconadas polémicas, cuando la cosa tiene tan fácil solución: algunas asignaturas en catalán y otras en castellano. E incluso, si se quiere, algunas en inglés.

Quizá el problema de que la solución sea tan autoevidente y sencilla sea, precisamente, que no es una solución transaccional, un justo medio entre dos posiciones enfrentadas que consuele a los equidistantes, sino la pura y simple aplicación del sentido común que algunos llevamos toda la vida defendiendo contra viento y marea en Cataluña.

Estoy seguro de que la mayoría de la sociedad catalana sigue pensando mutatis mutandis lo mismo que en la década de 1990. De ahí que resulte tan obsceno que los partidos separatistas, con la vergonzosa colaboración del PSC, sigan insistiendo en que la mal llamada inmersión contaba al principio y sigue contando ahora con el consenso de la sociedad catalana.

Eso es sencillamente falso. Y los nacionalistas lo saben tan bien como los que no lo somos. 

"El victimismo lingüístico es el único mecanismo que el nacionalismo conserva para tocar a rebato y cerrar filas cada cierto tiempo"

Es todo una gran mentira. Una ficción impuesta por el nacionalismo gobernante y escasamente discutida en Cataluña por miedo a que te cuelguen el sambenito de anticatalán, ese recurso tan propio de regímenes nacionalistas e iliberales que consiste en la expulsión de la comunidad política de todos aquellos que cuestionen los dogmas de la opinión prevaleciente

El victimismo lingüístico es el único mecanismo que el nacionalismo conserva para tocar a rebato y cerrar filas cada cierto tiempo, por lo que los nacionalistas no renunciarán fácilmente a tan rentable instrumento de control social. Tienen a parte de la sociedad catalana aherrojada cara a la pared (por emplear la metáfora platónica) y no están dispuestos a permitir que esos ciudadanos catalanes se liberen de sus cadenas, asomen la cabeza al mundo y comprendan que la presencia del castellano como lengua vehicular en las aulas no sólo no perjudicaría el conocimiento y el uso del catalán, sino que lo consolidaría, al situar la otra lengua principal de los catalanes, el castellano, en el lugar que le corresponde en nuestro espacio público.

Es una cuestión de afectos recíprocos, de asumir que la Cataluña cívica solo puede articularse desde el respeto institucional al bilingüismo consustancial a nuestra sociedad. De lo contrario, la distancia entre la Cataluña oficial y la real seguirá siendo sideral y creciente.

La mejor manera de revigorizar la lengua catalana entre amplias capas de la sociedad catalana, hartas del menosprecio institucional que sufre el castellano en Cataluña, es reconocer al castellano su condición de lengua catalana.

"Por primera vez, parece posible que la sociedad catalana reaccione y, por fin, diga en público lo que la mayoría siempre ha opinado en privado en relación con las lenguas de Cataluña"

Pero al nacionalismo eso no le interesa en absoluto. Sólo le preocupa la salud del catalán en la medida en que sirva a su proyecto de construcción nacional, que pasa necesariamente por el alejamiento cultural y sentimental del resto de España. De ahí que desprecien tanto a los catalanes que habitualmente utilizamos la lengua de Pla para manifestar nuestra lealtad al resto de España y, en cambio, entronicen a quienes utilizan el castellano para insultar a España y reírse de los españoles. 

Tras 40 años de ingeniería social orientada a sustituir la lengua materna de más de la mitad de los catalanes, el castellano, ante la inoperancia, cuando no la cooperación de los grandes partidos de ámbito nacional, no será fácil revertir la distorsión conceptual impuesta por el nacionalismo lingüístico gobernante en Cataluña.

Pero, en los últimos tiempos, de resultas de lo que Valentí Puig denomina con su proverbial clarividencia "el foso de Canet", que ha confirmado el carácter profundamente reaccionario del nacionalismo catalán, empieza a asomar una poderosa respuesta cívica a esa hegemonía hasta ahora omnímoda del nacionalismo. Por primera vez, parece posible que la sociedad catalana reaccione y, por fin, diga en público lo que la mayoría siempre ha opinado en privado en relación con las lenguas de Cataluña.

Ojalá este año 2022 traiga consigo la verdadera normalización lingüística de Cataluña. Esto es, la convivencia armónica del catalán y el castellano en nuestro espacio público, empezando por nuestras escuelas.

Ni que decir tiene que, en ese empeño, Ciutadans seguirá estando donde ha estado siempre. En la defensa de los derechos y libertades de todos los ciudadanos frente a la tiranía de un nacionalismo lingüístico que lleva cuatro décadas amenazando la convivencia en Cataluña.

*** Nacho Martín Blanco es portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña.

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