Señor ministro Garzón, en España las vacas tienen nombre
El soberbio desconocimiento que ha demostrado el ministro Garzón del mundo de la ganadería es prueba de que no ha visto una vaca en su vida ni ha pasado medio minuto hablando con los hombres que las alimentan, las crían y les ponen nombre.
Se llaman Flor, Lucero, Rubia o Bonita. Las vacas españolas (o, al menos, las vacas gallegas, que son las que yo conozco) tienen nombre. Mi abuelo Pedro, que tenía vacas, distinguía perfectamente a unas de otras, y era capaz de saber, con sólo mirarlas a las ojos, que una estaba enferma o que había quedado preñada.
Usted, ministro Garzón, ha venido a decir a un diario inglés que gente como mi abuelo Pedro, que en gloria esté, son una especie de guardianes de campos de concentración para animales, a los que maltratan, cosificándolos como puros productos industriales, para luego exportar su carne torturada e indigerible por esos mundos de Dios. Y que, entremedias, aún tienen tiempo para devastar el suelo y el agua, que ya se sabe que no hay crueldad a la que se puedan resistir estos oligarcas imperialistas de las vacas.
Y todo esto lo ha dicho como ministro de Consumo del Gobierno de España, lo que supone (para mayor escarnio de los que le pagamos el sueldo) que usted está criminalizando precisamente a aquellos a los que, por su cargo, debía proteger.
A la luz de las infinitas y variadas declaraciones que lleva perpetrando desde su toma de posesión como ministro de Pedro Sánchez se concluye que, probablemente, usted no tiene ni idea de casi nada. Pero lo que desde luego es seguro es que usted no sabe lo que es criar ganado en España.
Señor ministro, yo no sé qué problema tiene usted con las vacas, terneras, toros bravos y demás especímenes bovinos, porque hace tiempo ya le escuché decir que comer carne es malísimo. Como tampoco sé que extraña relación de amor-odio tuvo usted con los invitados a su boda (puesto que les sirvió unos rotundos y castizos solomillos).
"Quizá, señor ministro, usted no sea más que un frívolo desocupado que se aburre mortalmente en su grande y vacío ministerio de la Nada"
Pero es que, además, usted ha llegado a afirmar que los hombres "sentían que su masculinidad se vería afectada por no poder comer un trozo de carne”. O sea, que los paisanos comemos carne para mantener reprimido un yo femenino que, desde la caverna de nuestro subconsciente más primario, nos acecha y aterroriza. ¿Algún tipo de inseguridad personal, señor ministro, o simplemente es su subconsciente jugueteando con fantasías recurrentes de gulag en las que los ganaderos asumen el rol de papá Stalin y las vacas, el de los enemigos del pueblo sometidos a reeducación?
Quizá, señor ministro, usted no sea más que un frívolo desocupado que se aburre mortalmente en su grande y vacío ministerio de la Nada.
No pretendo entrar en su psique, que, definitivamente, debe ser complicada. Pero en todo caso, y sea usted lo que sea, lo que está claro es que no es inofensivo. Dado su cargo, puede hacer mucho daño. Y por eso le pido que deje en paz a los que ponen nombres a las vacas.
Que deje en paz a los que se levantan de madrugada para echar el forraje al ganado. A los que hacen números, desesperados, cada vez que sube el precio de todo, con un ojo puesto en su saldo del banco y otro en la familia a la que tienen que sacar adelante. A los que se levantan cada día, con la angustia de no saber cuánto tiempo podrán seguir manteniendo el modo de vida heredado de sus padres.
"Señor ministro Garzón, usted no ha visto una vaca en su vida ni ha pasado medio minuto hablando con los hombres y las mujeres que las alimentan y las crían"
Con sus declaraciones irresponsables y falaces, está dejando expuestos a miles de trabajadores que viven unas vidas que ni usted (ni yo) seríamos capaces de arrostrar. Unas vidas de madrugones, de inquietudes, de inseguridades, de miedos. Unas vidas que dependen, entre otras cosas, de que no aparezca un ministro insensato a echar por tierra su esfuerzo y a decir en casa ajena que los mismos que bautizan a las vacas las someten a torturas sin nombre y luego exportan género podrido.
Señor ministro Garzón, usted no ha visto una vaca en su vida ni ha pasado medio minuto hablando con los hombres y las mujeres que las alimentan y las crían.
Los ganaderos españoles ponen el despertador a las 5:00 de la mañana, que es mucho antes de lo que nunca se ha levantado usted en su vida (si es que alguna vez lo ha hecho), y pasan frío en invierno y calor en verano, esperando al menos no ser atacados por un ministerio, el suyo, que contribuyen a mantener con los impuestos que pagan.
Sus declaraciones londinenses son propias de un absoluto irresponsable, que ni siquiera alcanza a tener la más mínima empatía con aquellos miles de trabajadores cuyo medio de vida está obligado a proteger.
Claro que la culpa no es suya. La culpa es de quien nombra ministro de Consumo a un sectario que sigue a pie juntillas la máxima de que la realidad (del sufrimiento de muchos) no te estropee un buen adoctrinamiento.
*** Marcial Martelo de la Maza es abogado y doctor en Derecho.