Rusia es culpable de todo, ¿o no?
La estrategia angloamericana contra Rusia, que se gestó en el siglo XIX, sigue vigente en pleno siglo XXI. En ese lapso de tiempo, la economía ha pasado de la máquina de vapor al bitcoin y la cultura ha virado de la moral victoriana al género fluido. ¿Sigue siendo Rusia culpable de todo lo que va mal en Occidente?
En los medios occidentales, Rusia es culpable. Ha movido unas tropas que Ucrania no había detectado, derribó un avión con un misil que no vio nadie, vendió unas armas de destrucción masiva que jamás aparecieron, envió unos soldados sin ninguna identificación reconocible y está detrás de un ciberataque imposible de rastrear. Lo ha dicho Josep Borrell: "No tengo ninguna prueba, pero podemos imaginárnoslo".
Tan culpable es Rusia, que encuentra la forma de causar un mal y su contrario.
Rusia es culpable de financiar a podemitas y bolivarianos, pero también de financiar a trumpistas y lepenianos.
Es culpable de empujar a Europa al rearme, pero también de querer que los europeos queden desarmados.
Culpable, junto a Edward Snowden, de filtrar todas las verdades. También de diseminar todas las mentiras y las fake news de internet.
De ser un país nostálgico que quiere volver al orden de los 80. De ser un país revisionista que quiere dejar atrás el orden de los 90.
De no respetar la voluntad popular en Kosovo. De respetarla en Crimea.
De fomentar que Europa no acoja refugiados. De forzar a Europa a acogerlos. De ser neozarista y a la vez neosoviético. De ser aislacionista y a la vez expansionista.
"Cuando Rusia vende poco gas, es culpable de subirnos la factura de la luz. Cuando vende mucho gas, es culpable de contaminarnos el planeta"
¡Y ay cuando Rusia mueve sus tropas por su propio país! Si van hacia el norte, Rusia es culpable de querer apoderarse del Ártico. Si van hacia el sur, es culpable de llevarle armamento a Irán o a China. Si van hacia el este, es culpable de amenazar Alaska desde Siberia. Si van hacia el oeste, es culpable de una invasión a Ucrania (que lleva siendo inminente desde 2014).
Menos mal que al norte, al sur, al este y al oeste están las inocentes bases de Estados Unidos para advertirnos de cada culpable movimiento ruso.
Rusia es, sobre todo, culpable de los problemas internos de nuestros países. Cuando vende poco gas, es culpable de subirnos la factura de la luz. Cuando vende mucho gas, es culpable de contaminarnos el planeta.
Es culpable de defender la vacunación obligatoria para colocarnos la Sputnik. Es culpable de diseminar el negacionismo de las vacunas. Culpable de fomentar el independentismo contra el Estado nación a la vez que fomenta los Estados nación contra la Unión Europea.
Rusia es culpable de exportar la homofobia que nos está haciendo más puritanos, y también de exportar el alcohol y las mujeres que nos están volviendo más libertinos.
"¡Rusia es culpable!", se gritaba ya en la España franquista de 1941. Se decía entonces, como ahora, para convencer a nuestros mesetarios de ir a morir entre esteparios. Rusia era culpable de los fusilamientos de Paracuellos, de robarnos el oro, de la muerte de José Antonio en particular y de la Guerra Civil en general. ¿Cómo iba a ser responsabilidad de los españoles habernos matado una mitad y la otra?
"La estrategia angloamericana contra Rusia, que se gestó en el siglo XIX, sigue vigente en pleno siglo XXI"
Esta excusa se la habíamos robado a los alemanes de Hitler, que a su vez la tomaron de los franceses de Napoleón. En aquellos tiempos, los imperios francogermanos no lograban derrotar al Imperio británico, causante de todos sus males. Así que probaron a culpar a otro país de apariencia más débil y accesible: Rusia. Ya sabemos que la operación no les salió bien, pero hay quien cree que a la tercera irá la vencida.
Y es que, con el paso de las décadas, la situación apenas ha cambiado. España aún intenta copiar a Francia y Alemania. El eje francogermano, que ahora se hace llamar Unión Europea, continúa impotente ante el poder inglés. La pérfida Albión se encarna actualmente en Estados Unidos y sus tentáculos político-militares: la OTAN, el AUKUS, el G7. Rusia, por su parte, sigue siendo Rusia: enorme, inconquistable, úrsida. Y culpable.
La estrategia angloamericana contra Rusia, que se gestó en el siglo XIX, sigue vigente en pleno siglo XXI. En ese lapso de tiempo, la economía ha pasado de la máquina de vapor al bitcoin y la cultura ha virado de la moral victoriana al género fluido.
Sin embargo, la doctrina geopolítica apenas se ha movido milimétricamente, como las placas tectónicas. En 1890, Halford Mackinder comenzó a desarrollar su idea clave: para dominar el mundo es preciso dominar el continente eurasiático. Para dominar el continente eurasiático hay que someter a Rusia. Para someter a Rusia hay que controlar Europa Oriental.
Es decir, "que los rusos vean banderas yanquis en Ucrania". Son recientes palabras de John Bolton, antiguo consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos.
Así, la OTAN sirve para alejar a Rusia del resto de Europa y para situar a los propios europeos bajo dominio americano, tal y como afirmó Hastings Ismay (el primer secretario general de la OTAN). Desde entonces, toda la Alianza Atlántica recibe órdenes desde Norfolk (Estados Unidos) y obedece a un comandante supremo que sólo puede tener nacionalidad estadounidense. ¡Pero Rusia es culpable de imperialismo!
Para lograr su objetivo de acorralar a Rusia, la OTAN lleva dos décadas expandiéndose hacia el este. En 1999 captó a polacos, húngaros y checos. En 2004 cayeron los rumanos, búlgaros, eslovacos, eslovenos y las tres repúblicas bálticas. En 2009, Albania y Croacia. En 2017, Montenegro. Y en 2020, Macedonia del Norte.
Recientemente se ha ofrecido el ingreso a Suecia y Finlandia, y se le ha prometido a Ucrania y a Georgia, todos ellos países limítrofes con Rusia. ¡Pero Rusia es culpable de expansionismo!
"La OTAN no es un club de petanca. Los que ingresen están aceptando regar Europa de misiles nucleares americanos, convertir todo el continente en blanco de represalias y escalar cualquier conflicto al nivel de guerra mundial"
Y claro, la OTAN no es un club de petanca. Los que ingresen están aceptando regar Europa de misiles nucleares americanos, convertir todo el continente en blanco de represalias y escalar cualquier conflicto al nivel de guerra mundial. Por lo que sea, Rusia no quiere verse rodeada de miembros de una coalición hostil, ni que le pongan el arma atómica a cinco minutos de Moscú.
La OTAN no sólo ha rechazado las propuestas rusas de paz y neutralidad, sino que acaba de enviar a Ucrania cientos de instructores militares yanquis y decenas de agentes de la CIA. ¡Pero Rusia es culpable de militarismo!
La consecuencia inevitable de la doctrina OTAN es incendiar Europa. Como cuando George Bush apoyó a Georgia en la invasión de Osetia del Sur. O cuando Barack Obama impulsó las revueltas ucranianas que plantearon prohibir el idioma ruso y acabaron quemando vivos a decenas de rusos.
Sólo después de estos dos eventos intervino Rusia en Osetia del Sur y en Crimea. En el primer caso, por cierto, el ejército ruso tenía estatus de fuerza de paz de las Naciones Unidas. En el segundo caso, Rusia estaba protegiendo Crimea, un territorio plenamente ruso que recuperaron mediante referéndum, igual que España podría hacer algún día con Gibraltar. ¡Pero Rusia es culpable de belicismo!
Ahora, Ucrania es el punto de fricción entre la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (es decir, Rusia y sus socios).
En los últimos años, Rusia ha destacado como fuerza de paz en la región eurasiática: los protocolos de Minsk en Ucrania hace unos años, el armisticio entre armenios y azeríes el año pasado, la cooperación en Kazajistán este mes. La OTAN, por su parte, sólo tiene en su historial reciente el desastre de Afganistán. Y en su trayectoria pasada no hay más que guerras de agresión en el entorno europeo, desde Serbia hasta Libia. ¡Pero Rusia es culpable de hostilidad!
En fin, como decía el Evangelio: quien esté libre de culpa, que tire la primera bomba. Así que, si realmente Rusia es tan culpable, la OTAN debería dormir tranquila.
*** Hasel-Paris Álvarez Martín es politólogo y especialista en geopolítica.