El héroe Zelenski abruma al Congreso
Después de la emocionante gira del presidente Zelenski por varios Parlamentos de todo el mundo, los países libres deben redoblar su apoyo al líder que encarna la resistencia al caudillismo reaccionario.
Hacía mucho tiempo que el Congreso de los Diputados no emocionaba. Hacía muchos años que el lugar que alberga la soberanía nacional no se ponía en pie y estremecía a los ciudadanos. Ha tenido que aparecer un presidente extranjero, en su encomiable lucha por defender a su país de la agresión mayor, para que la Cámara Baja recupere el color inconfundible de las tardes históricas.
En esa defensa tan épica que se sobrepone a los cadáveres en la calle, a las violaciones, a las torturas y a los asesinatos, los españoles, como los demás ciudadanos del mundo libre, ven la suya propia.
La trinchera contra Vladímir Putin es nuestra trinchera. Quizá por eso Meritxell Batet, la presidenta del Congreso, le dijo al presidente que su batalla era nuestra batalla. Que los españoles nos sentimos ucranianos.
"Pocas tragedias en el mundo, desde la que descuartizó Europa en los años 40 del siglo pasado, han sacudido las conciencias como lo hace la ucraniana"
Y es cierto. Pocas tragedias en el mundo, desde la que descuartizó Europa en los años 40 del siglo pasado, han sacudido las conciencias como lo hace la ucraniana. Con pocas, o ninguna, de las barbaridades que se cometen o han cometido en el mundo en las últimas décadas los occidentales nos hemos sentido tan dolidos, tan cerca.
Su dolor nos aflige como no llegó a hacerlo el de los sirios; como no lo hizo el de los yemeníes; como tampoco lo consiguió el de los afganos, ni siquiera cuando cientos de ellos se aferraban al exterior de los aviones que partían del aeropuerto de Kabul en una de las imágenes más dantescas que hayamos podido presenciar.
La guerra de Putin, con su crueldad revelada en Mariúpol o Bucha, y en tantos lugares más aún por descubrir, indigna sobremanera. Tanto, que los diputados y senadores, los embajadores y los invitados, todos, aplauden conmovidos al mayor héroe de nuestro tiempo: el hombre que lucha por su libertad y tal vez también por la nuestra, como él sugiere, contra un imperio liderado por un caudillo ambicioso cuyos planes de futuro aún pueden perturbar más de lo que sospechamos al mundo occidental.
"Sólo una combinación de más sanciones contra Putin y más ayuda militar puede salvar a los ucranianos de la destrucción absoluta"
Zelenski, sentado en su sillón marrón alto, con su camisa verde oliva y una pared desnuda detrás, y con la bandera ucraniana a su lado, tan sitiado como aún está por el poder ruso, nos conduce al titán que siempre quisimos ser. No quisimos tenerle miedo a la muerte, a la brutalidad de un agresor embriagado por su capacidad obscena para matar, a la fortaleza extrema de un zar que quiere, también, quedarse con nuestra casa.
El lleno absoluto en el Congreso escuchó a Zelenski decir que parece abril del 37, y no del 22. Entre el bombardeo de Guernica y la Segunda Guerra Mundial transcurrieron poco más de dos años.
Sólo una combinación de más sanciones contra Putin, y más duras, y mayor ayuda a Ucrania en todos los ámbitos, también en el militar, pueden salvar a los ucranianos (a los españoles, como dijo Batet), de la destrucción absoluta. No morir en un país devastado por los tanques y los soldados resulta complicado e improbable. Sobrevivir a ambos una vez que se han marchado, también.
Los países libres han de redoblar su apoyo, de forma unánime y categórica, a favor del héroe de las libertades en esta historia mayúscula que vive cada día. Por su coraje y el de su pueblo, pero también para alejar al mundo de un escenario no tan diferente al que creó un infausto dictador en Alemania cuando decidió invadir Polonia. No fue hace tanto.
*** Ángel F. Fermoselle es editor.