Este Jueves Santo, en las alturas del tanatorio de Sant Gervasi de Cassoles, fue despedido un hombre singular. Abogado, poeta, articulista, político y, por encima de todo, autorizada voz barcelonesa, Jorge Trías Sagnier ha abandonado para siempre este pasajero mundo.
Nacido en la capital catalana en 1948 en el seno de una tradicionalista familia (su padre, también letrado, había militado en el carlismo y en Falange), estudió con los jesuitas de San Ignacio, se licenció después en Derecho por la Universidad de Barcelona para, finalmente, diplomarse en la elitista escuela de negocios ESADE (1970).
Tuvo tres hijas, muchísimos amigos, algunos enemigos e infinidad de conocidos, fruto todo de una abigarrada vida tanto en lo profesional como en lo creativo. Persona inquieta, culta y sensible, publicó un puñado de libros y algún poemario.
Pero su creatividad, como es común en los inteligentes y audaces, no se circunscribió a las letras. Es más, la faceta política ocupó en gran medida su tiempo vital, arrastrándolo al compromiso y a un alto, quizás romántico, concepto de lo que debe ser un servidor público. Acudió a la llamada del debutante José María Aznar, a quien interesaba tener una conexión con las elites catalanas, siendo elegido diputado en Cortes de 1996 a 2000. Liberal y monárquico, colaboró en la puesta al día intelectual de la derecha española, y fue uno de los fundadores del think tank FAES.
Los derroteros de aquel viejo Partido Popular de Cataluña, alzado por Alejo Vidal-Quadras y representante de la burguesía cosmopolita y conservadora barcelonesa, acabaron como acabaron. Es decir, coincidiendo los errores políticos de la sede de Génova, el zapaterismo y la irrupción final de un procés tan maquiavélico como devastador.
Ya había por entonces Jorge Trías tropezado con la mayor piedra que encontrara en su camino vital: los papeles del tesorero Luis Bárcenas. Aquel sentido del deber le puso en el centro de uno de los mayores escándalos de la reciente historia política española. Fue él quien derivó a lo público los famosos papeles que pusieron en la picota al segundo partido del turnismo democrático.
Pagó un alto precio, como él mismo explicó al diario El País en 2016: "Se me acusó de bipolar, arribista, resentido, ambicioso y traidor. Poco a poco el silencio profesional se fue adensando. Los teléfonos dejaron de sonar y muchos de los asuntos que llevaba desaparecieron de mi cartera".
Trías fue sometido, como declararía después, a una especie de muerte cívica. Por una parte, habría "traicionado" a su antiguo partido, que movía los tentáculos cual leviatán herido. Por otra, su colaboración con Aznar pendía a la manera de una perenne etiqueta, en una Barcelona cada vez más polarizada. Sufrió el escarnio público mientras, como él mismo denunciaba en sus artículos de prensa, el nacionalismo orquestaba una operación de gravísimas consecuencias, a partir de 2012.
No fue un burgués nacionalista. Fue, sin embargo, un miembro activo de una burguesía que, con la deriva de la Convergencia de Artur Mas y del PSC de Pasqual Maragall, se iría apagando. Declinaban las energías de una clase social de tradición conservadora y abierta a España. Una clase recluida en sí misma, en sus casas, clubes y restaurantes, mientras Madrid (al poder central me refiero) parecía despistada respecto a lo que ocurría en Barcelona. O incluso desinteresada, hasta el desastre final de 2017 y las consecuencias padecidas.
¿Qué podemos por tanto destacar, en estas horas tristes, de Jorge Trías Sagnier? Que fue uno de los postreros representantes de una elite que ejerció, o trató activamente de hacerlo, el papel que le correspondía: la responsabilidad política e intelectual. La misión histórica que, tradicionalmente, la burguesía había desempeñado desde su nacimiento y que él tenía interiorizada desde joven.
Nos queda, eso sí, frágil e importante patrimonio, su buen gusto, la elegancia y el amor por la cultura universal. DEP.
*** Jorge Trias Sagnier (Barcelona, 1948-Barcelona, 2022) era abogado y escritor. Fue diputado del PP entre 1996 y 2000.