La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; de Hacienda, María Jesús Montero; y de Igualdad, Irene Montero.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz; de Hacienda, María Jesús Montero; y de Igualdad, Irene Montero. EP

LA TRIBUNA

La insoportable levedad del progresismo posmoderno

Frente a la institucionalización de la política del sentimiento y la irracionalidad, ocupada en nimiedades cosméticas, es imprescindible recuperar los principios auténticamente de izquierdas.

22 abril, 2022 03:15

Tenemos un Ministerio de Política Territorial ocupado hasta hace meses por un señor que se dedicaba a contar naciones dentro de España, y hoy dirigido por una mujer que asume, como su predecesor y como el PSOE y Unidas Podemos en general, el enfermizo ideario de la "nación de naciones".

Algunas ministras del Gobierno en la manifestación del 8-M de 2020.

Algunas ministras del Gobierno en la manifestación del 8-M de 2020.

Un Ministerio de Política Territorial que, esclavo de este ideario, cede competencias estatales y distribuye los recursos de todos de forma desigual, dando más a quienes más tienen en nombre del falaz relato de los derechos históricos. Relato que sólo sirve para que las burguesías de los territorios más prósperos de España se llamen a sí mismas "naciones oprimidas" y para que el gobierno siga cediendo a chantajes nacionalistas que quiebran la igualdad entre territorios y ciudadanos.

Tenemos un Ministerio de Exteriores que, con una inusitada falta de respeto institucional, sin consenso político ni ciudadano, ha cambiado la dirección de la política exterior en la cuestión del Sáhara Occidental, y consolidado definitivamente la traición y el abandono del pueblo saharaui.

Tenemos un Ministerio de Igualdad que no tiene más causa que el transgenerismo. Una ministra de Igualdad que no sabe siquiera que ser mujer es nacer con sexo femenino, que cree que los varones pueden ser mujeres, y que con semejantes tesis irracionales y acientíficas es incapaz de identificar al sujeto político del feminismo. Una ministra que, por lo tanto, es ideológica y políticamente inútil para defender y desarrollar políticas en favor de las mujeres y las niñas.

Son millones de euros de presupuesto tirados para implementar políticas transgeneristas e identitarias que destrozan al feminismo y vulneran los derechos de las mujeres y de la infancia. Millones de euros de presupuesto que ni siquiera han mitigado el insufrible goteo de mujeres asesinadas, violadas o prostituidas.

Tenemos un Ministerio de Trabajo que ha renunciado a todo. Que no ha sido capaz de recuperar derechos laborales perdidos en anteriores reformas laborales, como los salarios de tramitación o los 45 días por despido improcedente.

La seudorreforma laboral de Yolanda Díaz (que, como todas sus medidas, nos han vendido como un hito histórico en favor de esa suerte de trabajadores encantados que sólo existen en su imaginación) ha consolidado las reformas neoliberales de gobiernos anteriores y, con ello, la pérdida de derechos laborales antes amparados por nuestro ordenamiento jurídico.

"¿De qué nos sirve el gobierno más progresista de la historia si es incapaz de impedir que las familias deban escoger entre pagar el alquiler o no pasar frío?"

Tenemos un gobierno, dicen que "el más progresista de la historia", que es incapaz de defender a su ciudadanía de las execrables prácticas de multinacionales que suben el precio de la luz, el gas y la vivienda, y que nos privan de bienes básicos.

¿De qué nos sirve "el gobierno más progresista de la historia" si es incapaz de lograr que los niños y las niñas coman tres veces al día o de impedir que las familias deban escoger entre pagar el alquiler o no pasar frío?

¿De qué nos sirve un gobierno socialista incapaz de nacionalizar sectores estratégicos dedicados al suministro de bienes básicos y que, como tales, debieran ser de titularidad pública? Educación, sanidad, vivienda, alimento, trabajo.

A esas mínimas condiciones de posibilidad para una vida libre debiera estar dedicado un gobierno que se dice de izquierdas en lugar de a políticas maquillaje que no solucionan nada.

Esta es la realidad de la autoidentificada izquierda institucional que tenemos. Y lo mismo será el nuevo proyecto político de Yolanda Díaz. Ese que la izquierda mediática ha vendido como salvación de la izquierda: una plataforma política que se dice de izquierdas y feminista, pero que defiende el islam, y la explotación sexual y reproductiva de las mujeres.

Quienes denunciamos esta situación y defendemos el laicismo, el feminismo y la igualdad entre territorios y ciudadanos (en definitiva, las políticas verdaderamente socialistas), somos llamadas islamófobas, racistas, fascistas y extrema derecha.

He aquí otra manifestación de la deriva identitaria y reaccionaria de la izquierda. He aquí la insoportable levedad del progresismo posmoderno.

Porque no sólo tenemos que soportar la defensa y la implementación de estas políticas de quien se dice "el gobierno más progresista de la historia", sino que, además, tenemos que soportar campañas de cancelación y difamación de una izquierda mediática que observa preocupada a quienes denunciamos el extravío ideológico, la insensatez política y el insulto a la clase trabajadora de quienes los han convertido en intelectuales partidistas y orgánicos.

Intelectuales partidistas y orgánicos, además, que no tienen más causa que permanecer en sus tribunas mediante una bochornosa complacencia y docilidad con un gobierno que está a cualquier cosa menos a la defensa de los trabajadores.

Por eso cargan las tintas para difamar proyectos como El Jacobino y a cualquier persona crítica que comience a ser escuchada. Por eso espolean campañas inquisidoras con las que pretenden expulsarnos del debate público. Por eso construyen y nos arrojan etiquetas punitivas.

"La izquierda posmoderna ha convertido en fascismo la denuncia de los nacionalismos fragmentarios que pretenden levantar fronteras entre ciudadanos"

La izquierda mediática e institucional ha convertido en transfobia y delito de odio decir que el sexo biológico existe.

Ha convertido en "putofobia" decir que la prostitución es una terrible realidad que mata en vida a las mujeres y las niñas que la padecen.

Ha convertido en islamofobia denunciar la inaguantable misoginia de los patriarcados islámicos.

Ha convertido en "rojipardismo" denunciar las nocivas implicaciones de las políticas nacionalistas, identitarias y de la diversidad, o clamar, como tradicionalmente han hecho las izquierdas, por la igualdad.

Ha convertido en "neorrancios" a quienes defendemos que dentro de la igualdad efectiva y real hay por supuesto reconocimiento, que no sublimación e instrumentalización, de la diferencia.

Ha convertido en fascismo la denuncia de los nacionalismos fragmentarios que pretenden levantar fronteras entre ciudadanos y materializar la secesión de los ricos.

Frente a esta institucionalización de la política del sentimiento y de la irracionalidad, frente a la insoportable levedad de la progresía posmoderna, ocupada y preocupada en "deconstrucciones" y "núcleos irradiadores", algunas seguiremos trabajando para que en la vida social y política tengan cabida esos principios de izquierdas que han sido manifiestamente abandonados.

Frente a la insoportable levedad del progresismo posmoderno, pongamos a la razón y a la izquierda ilustrada en marcha.

*** Paula Fraga es abogada especializada en Derecho penal y de familia.

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