Hay ocasiones en las que las declaraciones son premonitorias. Eso ocurrió la pasada semana con Thierry Henry, leyenda del fútbol francés y del Arsenal, que advirtió en una tertulia televisada sobre el escenario en el que se iba a disputar la final de la Champions entre el Liverpool y el Real Madrid.
Saint-Denis no es París. Al menos el París que conocen miles de españoles y millones de turistas cada año. Porque lo que vimos en redes sociales y lo que cuentan los madridistas que viajaron para el partido pone los pelos de punta.
Cientos de chavales organizados para asaltar a las familias, para robar a golpes y tirones, para atacar en grupo, para colarse en el campo y provocar el retraso del pitido inicial más de media hora, para sembrar en definitiva el caos.
Si uno mira las estadísticas, se puede comprobar que la tasa de criminalidad está creciendo en el país tanto entre adultos como entre menores de edad. Que hay un aumento de las agresiones sexuales. Que hay ciudades como Marsella donde las mafias ganan más y más presencia, hasta convertirla en la más peligrosa de Europa. Lo que dijo Henry me recordó a una declaración que armó mucho revuelo en su día. La hizo el expresidente estadounidense Donald Trump.
Como sea, la extrema derecha saca partido de esta realidad inseparable de los inmigrantes magrebíes y subsaharianos, o de los hijos de esos inmigrantes magrebíes y subsaharianos. Pero ¿cuánto hay de factor cultural y cuánto de factor socioeconómico?
Voy a llamar al periodista y escritor francoargentino Alejo Schapire, que vive en Francia desde 1995, para preguntarle sobre lo que vimos en la final de la Champions, y sobre lo que nos dice lo ocurrido de la Francia de 2022. De la Francia, en este caso, de Emmanuel Macron.
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