Miremos donde miremos, la naturaleza atraviesa una situación difícil. Se declaran incendios masivos en todo el Mediterráneo, y las temperaturas baten récords cada día. La Amazonia se acerca a un punto crítico, pues los ecosistemas esenciales están al borde del colapso. La población mundial de especies silvestres ha caído un 60%. Grandes ríos, como el Po, han quedado reducidos a un hilo de agua. Un terrible presagio de un futuro que debemos evitar.
La deforestación y el calentamiento global son una banda de Möbius. Si cortamos árboles, calentamos el planeta. Y si el planeta se calienta, la naturaleza muere.
Pero este círculo puede funcionar en ambos sentidos. Si cuidamos la naturaleza, esta absorbe más carbono. Y si reducimos nuestras emisiones, ayudamos a aumentar la vida en la Tierra.
Cuando los ciudadanos pensamos en la acción por el clima, lo primero que viene a la cabeza es París. En un momento mágico, todo cuadró. Ambiciones acordes a las expectativas, un acuerdo realmente nuevo y unos objetivos de alto nivel con implicaciones reales para las personas de todo el mundo.
La naturaleza necesita un momento como ese. Un plan para aumentar su visibilidad, salvaguardar y restaurar los elementos que más apreciamos, y poner fin a las prácticas económicas que están destruyendo nuestro planeta.
En la conferencia de las Naciones Unidas denominada CP15, que se celebrará (con bastante retraso) en diciembre en Montreal, convergerán los elementos pertinentes para elaborar ese plan.
En Montreal, tenemos que invertir el sentido de ese círculo.
"Uno de nuestros objetivos es terminar con las extinciones causadas por los seres humanos. Si se toman medidas a todos los niveles de la sociedad, podemos lograrlo"
Necesitamos que la comunidad mundial se comprometa a perseguir objetivos que todos podamos poner en práctica. La iniciativa 30x30 es un buen ejemplo: proteger el 30% de la tierra y de los océanos para 2030.
Otro objetivo es el de terminar con las extinciones causadas por los seres humanos. Si se toman medidas a todos los niveles de la sociedad, podemos lograrlo.
Es hora de reparar el daño causado. Europa cuenta con una estrategia global en materia de biodiversidad. El mes pasado propusimos una nueva ley de restauración de la naturaleza, con objetivos cuantificados para todos los Estados miembros. En Montreal, esto debería servir de inspiración. Ser un plan para el resto del mundo.
Tenemos que centrar nuestra atención en aquellas actividades económicas que todavía se consideran normales, pero que dejarán perplejos a los futuros historiadores. Como la pesca que excede con creces la capacidad de los océanos; la tala de selvas tropicales para obtener beneficios a corto plazo; nuestra enorme dependencia de los plaguicidas, que generan daños colaterales masivos; o el uso excesivo de fertilizantes, que contaminan nuestros mares.
Es decir, debemos cambiar nuestra idea del clima y de la naturaleza, con acciones que sean eficaces para ambos lados de la ecuación. Debemos aprovechar todo el potencial de las "soluciones basadas en la naturaleza". Esto es, de acciones como la reforestación y la protección de nuestros suelos, que presentan múltiples beneficios para la naturaleza y el clima.
"Alrededor del 70% de las personas más pobres del planeta depende de especies silvestres y de la biodiversidad para disponer de alimentos, medicamentos, energía y agua limpia"
Y también debemos movilizar una financiación adecuada procedente de fuentes nacionales e internacionales, tanto en Europa como en los países en desarrollo. Además, tenemos que establecer mecanismos sólidos para supervisar el impacto de las acciones e intensificarlas cuando sea necesario.
Los recientes informes de la IPBES (la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, el equivalente al GIECC en materia de naturaleza) detallaron firme y claramente los peligros.
Alrededor del 70% de las personas más pobres del planeta depende de especies silvestres y de la biodiversidad para disponer de alimentos, medicamentos, energía y agua limpia. Al mismo tiempo, hay un millón de especies en peligro de extinción.
La presión que estamos ejerciendo sobre la naturaleza es insostenible y, si no tomamos medidas urgentes, acabaremos por destruir los medios de subsistencia de nuestros conciudadanos.
La elección es nuestra. Podemos seguir así y ver cómo el mundo se convierte en cenizas. O podemos defender el mundo natural y hacer de Montreal el equivalente de París para la naturaleza.
Un momento de magia, seguido de una determinación metódica, que nos permitirá reconstruir esa naturaleza que tanto amamos.
*** Virginijus Sinkevičius es comisario de Medio Ambiente de la Unión Europea.