La comparecencia en el Senado del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dejó algunas enseñanzas. Merece la pena pensar en las que, a mi juicio, son más importantes.

No me canso de repetir que el Senado es una cámara donde se trabaja más de lo que se suele percibir. Y muchas veces a espaldas de los focos, lo que ayuda a tener un debate más sosegado. Esto facilita alcanzar acuerdos, lo que pone de manifiesto la responsabilidad de un número importante de grupos parlamentarios para conseguirlos.

Feijóo y Maroto, durante la comparecencia de Sánchez en el Senado. Susana Vera Reuters

Quiero ponerlo en valor porque entre todos hemos logrado sacar adelante reformas de mucho calado e impacto ciudadano.

Así que primera lección: en el Senado se habla con todos los grupos, incluido el PP. A diario.

Pero además, y como hizo el presidente Sánchez el martes en el pleno, aquí se viene a rendir cuentas y explicar qué hace el Gobierno liderado por el PSOE frente a una situación excepcional. Una tras otra, quiero decir.

Porque este Gobierno tomó posesión sólo unas semanas antes de tener que afrontar una pandemia mundial, después lidió con una erupción volcánica y ahora hace frente a la guerra de Vladímir Putin y sus desastrosas consecuencias.

Todas estas circunstancias imprevistas han obligado a este Gobierno a trabajar el doble que los anteriores. A pesar de ello, ha mantenido su agenda legislativa con reformas de enorme profundidad. Y, a la vez, ha hecho frente a situaciones que nadie podía prever. Con rapidez, que no improvisación. Todo ello estando en minoría y haciendo gala de una capacidad de negociación nunca antes vista.

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Así que una segunda lección del pasado pleno es que el Gobierno atiende a lo importante acometiendo también lo urgente. Y con eficacia probada, por más que el PP se obstine en negarlo. Más aún, las soluciones no sólo son eficaces, sino que gustan a nuestros socios europeos y ponen a las personas en el centro para que no carguen solas con el peso de la crisis, como ocurrió en el pasado.

El presidente Sánchez vino, pues, a rendir cuentas y dar la cara, una vez más, para explicar qué estamos haciendo frente a una situación excepcional. No ha dado la espalda a los problemas, como vivimos hasta la moción de censura motivada por la corrupción del PP.

Un partido cuyo líder, Alberto Núñez Feijóo, prefirió ignorar la guerra de Putin y sus consecuencias sólo para seguir en su tarea de demolición. Tarea en la que el PP fracasará de nuevo. Porque el Gobierno está trabajando para una mayoría social que, tengo la seguridad, sabrá reconocerlo y apoyarlo.

"Feijóo es el único que quiere que el sistema de fijación de precios de la electricidad funcione como hasta ahora"

Tercera lección de este pleno: Feijóo no consigue engañar aunque lo intente.

Para empezar, es un líder que sólo está cuando habla él mismo y que no se queda a escuchar a los demás grupos parlamentarios. Todo un síntoma inequívoco de que él ha venido aquí a hablar de su libro y no a trabajar para identificar los problemas y sus soluciones. Tampoco a dialogar para lograr acuerdos. Acuerdos que luego habrá que cumplir. Y no torpedear, ni renegar de ellos, como ha hecho con el firmado con el Gobierno sobre la renovación de los órganos constitucionales.

Y como no escucha, no extraña que diga que la excepción ibérica es un timo el mismo día que Europa se abre a aplicarla en otros países y a topar el precio del gas. O que proponga subir al jet foil que lleva sin funcionar quince años. O que afirme que la ley educativa la firmó el PSOE en solitario, cuando fue consensuada con Unidas Podemos, ERC, PNV, Más País, Compromís y Nueva Canarias. No es fiable.

Así ha quedado demostrado cuando esta semana prácticamente todos los líderes de Gobierno europeos coincidían en la misma propuesta: cambiar el sistema actual marginalista en el que el gas determina el precio de la electricidad para evitar los beneficios extraordinarios.

Feijóo se convierte así en la "excepción europea". En el único que quiere que el sistema de fijación de precios de la electricidad funcione como hasta ahora.

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Cuarta lección que nos dejó este debate. Feijóo no está dispuesto a defender los intereses de la gente ante las grandes empresas, como tampoco quiere que suba el salario mínimo o que las pensiones lo hagan en la misma medida que la inflación.

Esta es la oposición que tiene España.

Feijóo salió tan escaldado del Senado tras el cara a cara con el presidente que no volvió a su escaño en lo que restaba de pleno, perdiéndose el debate de dos leyes importantes: una para evitar muertes en la carretera y otra para facilitar el emprendimiento.

Le faltó tiempo para tratar de ganar en los platós y en las editoriales amigas lo que perdió en la cancha parlamentaria.

Y aquí está la última lección del debate: seguro que no volverá a pedir otro.

*** Eva Granados es portavoz del PSOE en el Senado.

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