Todo mujeres: Meloni, el "no" de Tamara, Elena de TVE y la hija de la Jurado
Giorgia Meloni, Elena Sánchez, Tamara Falcó y Rocío Carrasco; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Giorgia Meloni
En Italia ya manda una mujer. Por fin. Es una mezcla de Alessandra Mussolini, Cicciolina, la fallecida Raffaella Carrá y otras tantas rubias de bote que han triunfado en el arte y la política. Posfascista a destiempo. Se llama Georgia Meloni y su lema es “Dios, Patria y familia”. Qué antiguo suena todo.
Italia es un país destinado al desbarajuste. Cada año y pico cae un gobierno y sube otro. El caos reina en la política. Los hombres que ocupan el poder y los que quieren ocuparlo son machistas y caducos, por lo general.
No hay más que seguir la pista de Silvio Berlusconi y Matteo Salvini. El primero nació para ser presidente y el segundo, ministro del Interior, pero ninguno de los dos brilló por su ejemplaridad.
En Italia las mujeres no han gobernado nunca, pero muchas de ellas dieron la vida por la izquierda. María Antonietta Macciochi o Emma Bonino les daban cien vueltas a sus contemporáneos masculinos.
Meloni ya se perfila como primera ministra. Aún le queda rato, pero todo se andará. Mientras, la rubia se esconde detrás de la careta del maquilladísimo Berlusconi, uno de sus socios, entre los que crecen las tensiones. Meloni pide a sus compañeros de viaje que se porten bien y no se metan en líos.
Y no solo juega la baza de la política. También la del amor. Él se llama Andrea Giambruno. El primer “caballero” de la lideresa es periodista, tiene un fuerte ramalazo izquierdoso y trabaja en Mediaset.
Elena Sánchez
Toca hablar de RTVE. Mejor dicho, del ya expresidente de la corporación, José Manuel Pérez Tornero, caído por obra y desgracia de sus implacables críticos con asiento en el Consejo.
También toca hablar de Elena Sánchez Caballero, presidenta interina desde la renuncia del profesor Tornero. Una periodista que data de los años ochenta, cuando los telediarios llevaban los nombres de Lalo Azcona, Martin Ferrand, Jesús Hermida… O Felipe Mellizo, que además de informar sobre la guerra de Vietnam, daba el número premiado de la ONCE. Y, en fin, un plantel de mujeres de prestigio, como Rosa María Calaf, Victoria Prego, Carmen Sarmiento y Teresa Aranguren entre otras, aparte de Elena Sánchez, especializada en información deportiva.
[Elena Sánchez, nueva presidenta interina de RTVE tras la dimisión de Pérez Tornero]
Con el tiempo, Elena dejó a un lado la información y se pasó a la gestión, primero como secretaria general del Ente y luego como miembro (que no miembra) del Consejo de Administración de RTVE a propuesta del PSOE, que es desde donde, haciendo piña con otros dos consejeros afines al Gobierno (una más propuesta por el PSOE y dos propuestos por Podemos), han estado amargándole le vida al recién caído Pérez Tornero.
Hasta convertirse en su recambio. Hasta que PSOE y PP vuelvan a ponerse de acuerdo en un nombre nuevo. Pero eso va para largo. No antes de las próximas citas electorales (primero municipales y autonómicas, después las generales). De momento, la interinidad no le viene mal a los partidos del Gobierno. Elena no les fallará, como les falló Tornero.
Tamara Falcó
Hace años, Isabel Preysler triunfaba en sociedad como estos días triunfa Tamara Falcó, de título marquesa de Griñón, que empezó ganándose la vida con una sonrisa y ha terminado rompiendo con su novio por un quítame allá esos cuernos.
La chica es lista y tierna a la vez. Entre lágrimas, está sufriendo lo suyo. Todas estamos con el “no es no” de Tamara a la infidelidad del macho”, pero aún queda gente en Madrid que apuesta por la boda de la guapa y el latin lover. Podría ser.
La otra tarde, en un gesto de amor sin límites, confesó a los periodistas asistentes a un evento diseñado a su medida, que ya no será posible la reconciliación con Iñigo Onieva, al que días atrás sorprendieron besándose efusivamente en su discoteca con una guapa que pasaba por allí. Imaginemos el disgusto de la marquesa de Griñón.
No era la primera vez que pillaban al chico metido en faena (metáfora 1) en un rincón de la disco donde trabaja de relaciones públicas (metáfora 2). Seamos sinceros: aunque a Onieva le endosen la condición de empresario, lo cierto es que no pasa de ser un simple perito discotequero.
La marquesa no quiere ni oír hablar del tema. Y a Esther Doña se le ponen los dientes largos cada vez que escribo el título que un día pudo caerle a ella. Doña cree en las rifas y en la lotería, pero Tamara prefiere suponer que la estrella se lleva puesta.
Eso sí, la chica es un filón y siempre le ronda la suerte. Trabaja en El Hormiguero (Antena 3), es imagen de un montón de marcas, diseña en sus ratos libres y recibe ofertas y contratos millonarios por un tubo. Hace unos años fue la reina de Master Chef, con Jordi, Samanta y Pepe. A la final hasta asistieron Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. En uno de aquellos programas Tamara nos enseñó a desollar conejos, lo que a cualquiera de nosotros le hubiera puesto los pelos de punta.
Rocío Carrasco
A la hija de Rocío Jurado la bautizaron también con el nombre de la reina de las marismas, y de apellido Carrasco, como su padre, aquel boxeador que fue campeón del mundo de pesos ligeros.
Jurado, del verbo jurar, ya era entonces un crac de mujer, que cantaba como los ángeles y la llamaban “la más grande”. Tenía grandeza de cuerpo y alma y además caía bien a todo el mundo.
Los cantantes, generalmente, suelen ser celosos de su arte y cuando les piden que lo demuestren fuera del escenario enseguida encuentran un pretexto para no hacerlo. A la Jurado, en cambio, no había que forzarla porque llevaba las canciones a flor de garganta. Así era ella.
Cada verano la Jurado hacía su habitual tournée por España. Yo procuraba que mis estancias en Marbella (de enviada especial al pijerío) coincidiera con algunos de sus conciertos. No me importaba verla repe porque un concierto suyo jamás era igual a otro. Todo lo cantaba distinto. Y siempre invitaba al público a cantar con ella.
[‘En el nombre de Rocío’ no levanta sus audiencias y se queda con un millón de espectadores]
Expresiva, vibrante, abrasadora, derrochaba voz por todos poros. En sus primeras actuaciones televisivas la recuerdo adornada con escotes lirio, que decían las monjas y espaldas al aire, pero sobre todo escotes que requerían la mano de la censura o cuando menos, un mantoncillo improvisado y pudoroso. Rocío Jurado era descocada y magistral, de tetas abundantes y explosivas. Mujerona y santa como su madre, aunque no lo parezca.
Para ella, la familia era sagrada.
Si volviera a nacer, lo primero que haría es rehabilitar a sus allegados de las arbitrariedades de la vida y la televisión. Empezando por su hija, Rocío Carrasco, a quien el dolor de un matrimonio equivocado y maltrecho la llevó por el camino de la perdición, hasta el punto de echar pestes sobre esa familia de Chipiona que fue la debilidad de la Jurado sintió gran debilidad. Su hermano Amador, que era también su representante fue la pasión de su vida, y lo mismo Gloria, que cuidaba siempre a la llamada Rociíto mientras “la más grande” hacía las Américas.
Rocio Jurado no pudo llevarse consigo a la familia que tanto amaba, ni a la memoria de su madre, de la que heredó la maldita enfermedad. Tampoco a su marido José Ortega Cano, con el que contrajo matrimonio en Yerbabuena, ni a sus hijos adoptados, Gloria Camila y José Fernando, que la siguen llevando en el altar de su corazón
Solo Rocío Carrasco, la heredera universal, anda necesitada de amores y socorros. Pero la tele no la ayudará a cambiar.