La teoría del excrementito senil de Hu Jintao se afianza cada vez más entre los comentaristas a sueldo de Pekín a medida que transcurren las horas. La propaganda del régimen ya ha dado su visto bueno al supuesto problema de salud del expresidente para justificar lo injustificable. La mayor humillación pública de un líder veterano en la China del siglo XXI.
Hu, de 79 años, fue arrancado literalmente de su asiento por dos bedeles durante la clausura del 20º Congreso del Partido Comunista de China (PCC, en el poder desde 1949), ante la mirada impasible del actual líder, Xi Jinping, y los 2.000 delegados del cónclave.
Con este gesto, Xi ha lanzado un claro mensaje al mundo sobre su poder absoluto. No hay respeto confucionista que valga para con el anciano. Cuentan los biógrafos de Xi su obsesión con equipararse en el poder con Mao Zedong, el fundador de la República Popular.
La teoría del malestar intestinal de Hu surgió (casualmente) entre el corrillo de periodistas funcionariales chinos que transmitían en directo desde el Gran Salón del Pueblo y que (cabe esperar que también casualmente) susurraron al oído de los corresponsales extranjeros que acababan de conectar sus cámaras con el mundo apenas siete minutos antes del incidente.
Los que hemos cubierto varios de esos congresos desde ese mismo hemiciclo sabemos que no hay nada casual en una reunión con alto contenido simbólico y cuya coreografía está calibrada al milímetro con meses de antelación.
No hay lugar para la espontaneidad, ya sea un malestar intestinal o el susurro del amanuense. Aunque el hedor de la supuesta deyección de Hu hubiera molestado a sus compañeros de fila, estos habrían aguantado impertérritos hasta el final del cónclave. Si el malestar físico de Hu hubiera sido real, el hemiciclo lo habría ovacionado en su salida a hombros por sus años de entrega al pueblo chino.
Pero los entusiastas de lo que creen que todavía es un sistema comunista aceptan con devoción las ideas que dictaminan el régimen y sus "lobos guerreros" (¿qué cuerpo diplomático decente se haría llamar de esta manera?). Por lo visto, dedican sus horas de asueto a cacarearlas en redes sociales y en comentarios a las noticias.
[Opinión: El mensaje que se esconde tras la purga de Hu Jintao]
Dice uno: "El expresidente Hu ya tuvo problemas de salud en la inauguración y en este acto el hombre no pudo controlar los esfínteres". Es sin lugar a dudas el comentario más gracioso que he escuchado desde que en 2003 empecé a cubrir China. Obliga al lector a imaginar al venerable anciano en cuclillas, una escatología muy del gusto del pueblo desde la infame Revolución Cultural promovida por Mao entre 1966 y 1976.
El comentario proviene de unos españoles que residen en Shanghái y que durante muchos años se dedicaron a defender la cultura española persiguiendo a las peluqueras chinas que ponían música de Julio Iglesias. Al mismo tiempo, cuando sus jefes españoles visitaban la ciudad oriental, los acompañaban al mercado de Hongqiao a comprar falsificaciones. Sin complejos.
"El recién llegado se dedica ahora a señalar con el dedo a corresponsales españoles que podrían ser expulsados de Pekín por hacer su trabajo"
Como estos talentos tan especializados son difíciles de reciclar, se quedaron en China a trabajar por un módico precio para la academia del régimen y ahora dedican su intensa actividad intelectual a defender al tío Xi y a atacar a periodistas españoles.
Leo en Twitter a otro hincha que asegura que el Partido nunca le haría nada así a un anciano de salud mermada. Se trata de un periodista al que su medio jubiló por vago e incompetente al poco tiempo de haberlo enviado a Pekín. También por un módico salario ha sido captado como académico. El recién llegado se dedica ahora a señalar con el dedo a corresponsales españoles que podrían ser expulsados de Pekín por hacer su trabajo.
Al igual que los anteriores, este señor tampoco habla chino, por lo que en realidad desconoce lo que opinan los ciudadanos de ese país, y ha llegado hasta allí por un error del sistema, de nuestro sistema en general y de su empresa en particular, que a veces envía a Pekín a empleados con los que no sabe qué hacer en Madrid.
Desconozco si en su pasado democrático ya exhibía ese pedigrí ideológico o si ha llegado hasta allí por pereza.
La pereza de algunos pocos corresponsales es tal que siguen transcribiendo tal cual la opaca jerga del partido, sin traducción alguna a la realidad del país en el que viven y deberían conocer. "El socialismo con características chinas", "los principios marxistas y leninistas" y "la democracia del pueblo".
Nada de eso existe en China. Comprendo el cansancio. Los discursos de Xi son narcotizantes y acaban pasando estas cosas. La propaganda sabe cómo apelar a la desidia.
Entre los ideólogos, tal vez el ejemplo más viviente de gauche divine que pasó por Pekín fue otro corresponsal especializado en comunismos. Vivía a cuerpo de rey en un exclusivo edificio para diplomáticos pagado por su diario y nunca llegó a hablar chino.
Leía mucho, eso sí, y daba a sus crónicas un aire de aventura y de superioridad intelectual que engancha mucho a un cierto tipo de lector al que le gusta leer la confirmación de sus prejuicios. Escribía poco sobre la falta de libertades civiles o la voracidad del capitalismo chino, y mucho sobre lo que él llamaba la gestación del gran laboratorio de la humanidad, por ejemplo, o de aprender a mirar a China poniéndose en sus zapatos.
Y, por supuesto, ahora dedica muchas horas a atacar a la prensa occidental por "demonizar" a la segunda economía mundial.
"Siguen mirando a China con la melancolía de lo que fue y de lo que pudo ser, y no como lo que es, una autocracia a la que no le importa el color del gato, mientras cace ratones"
Una vez fue a cubrir a Cantón el caso de unos padres cuyos hijos habían desaparecido a manos de la mafia. Como todos sabemos, las mafias florecen en la misma medida que la corrupción de los regímenes. Era un asunto delicado, porque esos padres se arriesgaban a ser detenidos por reunirse con un corresponsal extranjero.
Acompañado de traductora y fotógrafo, escuchó la tragedia de cada uno de esos padres. Y al terminar le pidió a la traductora que les preguntara: "¿Y todo eso ya se lo han comentado al Partido Comunista para que les ayude?". Su empatía sólo funcionaba con unos líderes autócratas que dicen representar a su pueblo, credo de cualquier nacionalismo.
Estos quintacolumnistas padecen una disfunción ideológica que combina lo peor del orientalismo de Edward Said y del occidentalismo de Ian Buruma y Avishai Margalit.
Por un lado, siguen mirando a China con el prejuicio y la melancolía de lo que fue y de lo que pudo ser, un país comunista con todas las expectativas que generó durante la Guerra Fría, y no como lo que es, una autocracia a la que no le importa el color del gato, mientras cace ratones. Cualquier lector occidental puede leer y conocer que ese régimen ha librado a millones de chinos de la pobreza, pero también tiene derecho a conocer la manipulación de Pekín de sus datos económicos.
Por otro lado, se aprovechan de las libertades democráticas que como europeos disfrutan, como las de libertad de prensa y de expresión, y que no podrían ejercer de ser ciudadanos chinos, para dar credibilidad a un régimen antidemocrático, y presentar a Occidente como el malhechor de la historia.
Una irresponsabilidad, teniendo en cuenta que el encubrimiento de la pandemia de Covid en China ha tenido repercusiones nefastas para el resto del planeta.
Se trata de un proceso de radicalización ideológica equiparable al de las religiones. El afán de supervivencia, el impulso por pertenecer al grupo (ya sea Alá o Messi) o la influencia de las emociones en la elección de una ideología son softwares biológicos que noquean la capacidad del humano de crearse una visión crítica e independiente del mundo.
Tengo amigos que piensan así, pero por fortuna no se dedican al periodismo. Pronuncias las palabras mágicas, "comunismo" o "antiimperialismo", y ellos ven a la virgen de Lourdes. Ahora también ven a Hu Jintao en cuclillas, y creen estar oliendo el hedor.
*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.