El primer ministro israelí, Yair Lapid, en una conferencia en Dubai el año pasado.

El primer ministro israelí, Yair Lapid, en una conferencia en Dubai el año pasado. Reuters

LA TRIBUNA

La solución de los dos Estados cerraría el conflicto palestino

Los enemigos de Israel no se apaciguarán, pero para quienes han sido críticos con el país y su trato a los palestinos, la iniciativa de los dos Estados podría cerrar el conflicto.

25 octubre, 2022 03:09

El primer ministro israelí, Yair Lapid, ha intervenido en la Asamblea General de las Naciones Unidas para hablar sobre la situación del Medio Oriente. Lapid ha hablado de la importancia de la solución de dos Estados para el prolongado conflicto palestino-israelí.

Fue un discurso importante, aunque en este momento no estemos cerca de esa solución. No mientras los palestinos sigan educando a sus hijos con propaganda antiisraelí.

No mientras conviertan en mártires a los terroristas.

No mientras Hamás siga controlando Gaza y amenace con ganar más influencia en Cisjordania.

No mientras los palestinos se nieguen a iniciar negociaciones para cambiar la dinámica del conflicto.

Tampoco podemos ignorar el papel que desempeñan los asentamientos israelíes en la prolongación del conflicto.

Firma de los Acuerdos de Abraham en 2020.

Firma de los Acuerdos de Abraham en 2020. Reuters

La creencia popular, no por ello incorrecta, es que el momento no es el indicado para grandes avances en el frente de la paz. En consecuencia, la mayoría de los expertos y los diplomáticos buscan, comprensiblemente, dar pequeños pasos. Medidas que fomenten la confianza de todas las partes.

Sin embargo, lo que Lapid hizo fue importante precisamente porque recordó a todos que el objetivo final debe seguir siendo el mismo. Se basa en la creencia de que encontrar una solución en la que ambas partes se beneficien es lo único que puede satisfacer las aspiraciones de ambos pueblos.

Igualmente importante es la noción, no expresada por Lapid, pero implícita en sus comentarios, de que la eventual aparición de un Estado palestino junto al Estado israelí es tan importante para el futuro de Israel como para el de los palestinos.

Lo que las declaraciones de Lapid deberían hacer es iniciar, por primera vez en mucho tiempo, una conversación sobre la necesidad de una iniciativa israelí que nos permita salir del estancamiento. Lapid está hablando tácitamente de los peligros de la complacencia israelí con el statu quo y la ilusión de que este puede ser eterno. 

"Durante la Primera Intifada, Israel se convirtió durante varios años en una nación dividida en la que la violencia hacía estragos"

Una solución de dos Estados, con todos sus retos, responde tanto a las necesidades internas como externas de Israel. A nivel interno, destacan dos temas relacionados con la solución de los dos Estados

En primer lugar, la prioridad de mantener a Israel como Estado judío y democrático. Eso significa garantizar una significativa mayoría judía y evitar una situación en la que los árabes, ya sea dentro de Israel o en los territorios, se vean permanentemente privados de la igualdad de derechos respecto a sus vecinos judíos.

Esto solo puede ocurrir separando a israelíes y palestinos en partes de Cisjordania con el objetivo (que depende de un cambio radical en el campo palestino) de crear un Estado palestino junto al Estado judío.

El segundo tema se refiere a la capacidad de Israel para mantener la unidad en el país si el terrorismo acompaña estos esfuerzos, provenga esa violencia de Al Fatah en Cisjordania o de Hamás en Gaza.

Recordemos, en este sentido, los ejemplos de la Primera y Segunda Intifada.

Durante la Primera Intifada, después de unos primeros meses de unidad de país contra el levantamiento palestino, Israel se convirtió durante años en una nación dividida en la que la violencia hacía estragos. La comunidad internacional fue muy crítica con Israel.

Muchos en el centro y la izquierda israelí argumentaron que no se podía culpar solamente a los palestinos, ya que, bajo el mando del entonces primer ministro Isaac Shamir, Israel no ofrecía nada a los palestinos para cambiar su situación.

Estas divisiones dentro de Israel debilitaron la capacidad del Gobierno para hacer frente a la Intifada y a la protesta internacional.

"Israel debe entender que podría estallar una violencia significativa, incluso mayor que la actual, si nada cambia"

En la Segunda Intifada, mucho más dolorosa para Israel, con bombas suicidas que aterrorizaban a su población, la salvación fue la unidad de Israel durante esos días de prueba.

Y la razón principal fue el hecho de que la violencia estalló justo después de que el gobierno de Ehud Barak ofreciera a los palestinos en Camp David la oportunidad de llegar a un acuerdo con Israel que habría conducido a un Estado palestino.

Los palestinos, liderados por Yasir Arafat, lo rechazaron. Y así, cuando estalló la violencia, casi todo el mundo comprendió que no se podía culpar a Israel después de tal oferta. Y el país se mantuvo unido.

La lección es clara. Israel no debe sentirse satisfecho con el statu quo. Debe entender que podría estallar una violencia significativa, incluso mayor que la actual, si nada cambia. Debe darse cuenta de que una iniciativa por parte de Israel, incluso una que no conduzca a un acuerdo final, ayudaría a reforzar la posición del país tanto interna como externamente.

[Opinión: El mundo árabe ya trabaja con el Estado judío. ¿Por qué Palestina no?]

Los enemigos de Israel en todo el mundo no se apaciguarán, porque para ellos la existencia del Estado judío es un anatema. Pero para quienes tienen una mentalidad abierta y han sido críticos con Israel y su trato a los palestinos, una iniciativa del Estado judío dará sin duda sus frutos, al menos a corto y medio plazo.

Por muy positivos que sean los Acuerdos de Abraham (en particular al no permitir que la normalización dependa directamente de la cuestión palestina), ver a Israel tomar voluntariamente una iniciativa proactiva para mejorar la vida de los palestinos, e incluso abrir la posibilidad de negociaciones significativas en el futuro, profundizaría y posiblemente ampliaría esos acuerdos.

La complacencia no es buena para Israel. Ni siquiera para un público que se ha vuelto bastante cínico respecto al proceso de paz. La complacencia fue un veneno para el país después de la guerra de los Seis Días y acabó haciéndonos bajar la guardia mientras Egipto y Siria se preparaban para lo que se convirtió en la Guerra de Yom Kippur.

Ahora se ha instalado un tipo diferente de complacencia. No por arrogancia, sino por decepción y desilusión.

Puede ser comprensible, pero no deja de ser peligrosa. Es hora de despertar.

*** Kenneth Jacobson es el vicedirector Nacional de la Liga Antidifamación.

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