¿Hasta dónde llegarán las protestas en China?
Para ser un movimiento con impacto, las protestas necesitan más obreros, más variedad generacional y tener más presencia en las pequeñas ciudades y las zonas rurales.
La política de Covid cero de China está en una encrucijada. Las manifestaciones en las calles de Pekín, Shanghái y decenas de ciudades chinas están presionando al Gobierno para acabar con las restricciones.
A la vez, el Gobierno chino teme el resultado de eliminar de golpe la estrategia. Un impacto que, según un modelo de Nature, supondría un millón y medio de muertos y la saturación de las UCI. No hay solución fácil para Xi Jinping.
Los manifestantes han conseguido diversos logros desde que empezaron las protestas el pasado viernes. Han logrado transformar una explosión de descontento local en una movilización nacional. Los diez muertos en un incendio en Urumqi, una ciudad que llevaba más de 100 días de semiconfinamiento, han sido la chispa que ha reventado la tensión que muchos ciudadanos chinos acumulaban después de continuos confinamientos y restricciones.
En China suele haber protestas locales, pero casi nunca se elevan al ámbito nacional. El último ejemplo de protesta a nivel nacional es la muy conocida de Tiananmen de 1989.
O las manifestaciones antijaponesas de 2012, de tipo nacionalista y que contaron con el beneplácito del Gobierno.
Las protestas actuales quizás puedan ser más efectivas que sus antecesoras, porque tienen un objetivo claro y plausible: eliminar la política de Covid cero.
La presión que el Gobierno está sintiendo se empieza a notar en pequeños detalles. Pero que nadie espere el reconocimiento público de las autoridades chinas a las protestas. Más bien veremos gestos como la nueva campaña de vacunación entre mayores que ha puesto en marcha el Gobierno chino, en un país donde vacunarse no es obligatorio y muchos mayores no han pasado por la aguja.
Más protección significaría poder reabrir antes el país.
"El Partido está intentando acelerar una salida combinada entre protección sanitaria y liberalización de restricciones"
También hemos visto a medios y canales oficiales chinos informar (por primera vez) de que la variante ómicron es menos letal o recordar que se ha de poner "al pueblo" por delante del "control Covid". La ausencia de anuncios de nuevas restricciones desde que se iniciaron las protestas es otra señal.
Son signos de que el Partido está intentando acelerar una salida que combine protección sanitaria y liberalización de restricciones. La pregunta es si lo conseguirá a tiempo sin que la tensión social o las muertes por Covid aumenten de manera grave.
Finalmente, este movimiento de protesta también ha logrado politizar a un sector joven de la población que muchos consideraban ajeno a la queja política, o que sólo expresaba esta en las redes sociales.
La generación que ahora protesta no ha vivido grandes movilizaciones populares como la de Tiananmen o la de la Revolución Cultural. Ha crecido en una China donde cada vez se vivía mejor y el país tenía más presencia internacional.
Es una generación más nacionalista, pero a la vez demanda más libertades dentro del sistema de partido único. Son pragmáticos respecto al contexto político, pero a la vez están demostrando que son capaces de marcar líneas rojas si el Partido se muestra incompetente o demasiado represor.
Este movimiento, sin embargo, tiene sus límites. La mayoría de sus participantes son jóvenes universitarios o recién graduados que viven en ciudades grandes. Son una vanguardia y una élite social. Muchos de ellos son ciudadanos que el Partido querría tener como miembros (y quizás algunos de los que participan en estas protestas ya lo sean).
"Hablar de un posible cambio de régimen a raíz de estas protestas tiene poco sentido. Para la mayoría de los manifestantes, este no es su objetivo ni su deseo"
Por sus características generacionales, educativas y geográficas, muchos manifestantes son usuarios de redes sociales occidentales o los ciudadanos que más contactos o experiencia han tenido en el extranjero. Su voz, por tanto, puede dar una idea exagerada de la participación en estas protestas.
Hay una mayoría social cansada de la política de Covid cero, pero no toda ella está implicada en las manifestaciones. Para ser un movimiento de más impacto, las protestas necesitan más obreros y trabajadores de la gig economy, más variedad generacional y tener más presencia en las pequeñas ciudades y las zonas rurales, donde las restricciones contra la Covid se han notado menos.
La inclusión de ciertos sectores como los obreros podría aumentar la violencia en las protestas, como muestra el reciente ejemplo de Foxconn, en comparación con las manifestaciones actuales, que hasta ahora han sido pacíficas. La transversalidad conlleva más poder y también más riesgos.
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Por otro lado, a las protestas también les falta una conexión con alguna facción de la élite política. En las de Tiananmen, por ejemplo, había sectores más liberales dentro del Partido que apoyaron a los manifestantes.
Sin embargo, bajo la centralización del poder de Xi Jinping las facciones casi han desaparecido y mostrar oposición pública al líder es un gesto imposible. Hay sectores dentro del Partido que pueden estar en contra de la política de Covid cero. Pero, más que una alianza con los manifestantes, lo que las protestas les pueden dar es más argumentos y margen para poder reducir las restricciones de manera gradual.
Por motivos como este, hablar de un posible cambio de régimen a raíz de estas protestas tiene poco sentido. Para la mayoría de manifestantes este no es su objetivo ni su deseo.
Los límites de este movimiento apuntan a una resolución gradual del conflicto. Seguramente se irán reduciendo restricciones a medida que el contexto sanitario lo permita, a la vez que se reprime a los cabecillas del movimiento mediante las técnicas de control y vigilancia avanzadas que el Partido ha implantado estos últimos años y que fueron efectivas para apagar el movimiento de protesta de Hong Kong de 2019.
Al igual que cuando se ha encontrado con conflictos locales, el Partido utilizará el viejo truco del palo y la zanahoria.
*** Javier Borràs Arumí es analista y consultor especializado en China. También es el autor del libro Roja y gris.