Albert Rivera, Edmundo Bal e Inés Arrimadas durante la 'Carrera Ciudadana' con la que Ciudadanos cerró su campaña de 2019 en Valencia.

Albert Rivera, Edmundo Bal e Inés Arrimadas durante la 'Carrera Ciudadana' con la que Ciudadanos cerró su campaña de 2019 en Valencia. Efe

LA TRIBUNA

La lenta ascensión de Ciudadanos al Calvario

Los votantes comenzaron en 2019 a plantearse de qué servía Ciudadanos si dejaba de ser un partido útil para moderar la acción del Gobierno y corregir su dependencia del independentismo.

12 diciembre, 2022 00:46

El que fuera partido de la esperanza será finalmente crucificado el día de las elecciones generales, si no lo impide el que manda en las Alturas. Y ya sabemos lo que ocurrió en la historia sagrada.

En la vida son muy raras las lealtades, y más aún en política. Cuando las cosas se tuercen, cada cual hace de su capa un sayo buscando acomodo personal.

Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid.

Begoña Villacís, vicealcaldesa de Madrid. Efe

Vimos cómo los políticos más mediáticos del partido naranja, aquellos que se habían sumado al proyecto al calor de la buena estrella, tomaron las de Villadiego cuando el aparato empezaba a oler a muerto. Pensemos en Juan Carlos Girauta, Marcos de Quinto, Toni Cantó o Luis Garicano. Por su parte, Juan Marín, tras la debacle en Andalucía, se hizo un hueco en el seno del PP autonómico, y Begoña Villacís hará lo propio en el PP madrileño.

Edmundo Bal, hasta hoy fiel escudero de Arrimadas, se revuelve contra la jefa y se postula como candidato a las primarias del partido. Si al final solo quedara como premio de consolación un sillón en Madrid, no caben dos traseros.

El declive empezó en el 2019 con Albert Rivera, justamente cuando el partido ascendió tanto que algunos de sus dirigentes fueron cegados por la luz de la vanidad. Los votantes entonces se plantearon, no sin razón: “Si Ciudadanos deja de ser un partido útil que equilibre y modere la acción del gobierno, ¿para qué nos sirve? Ya tenemos izquierda y derecha originales.”

"Ciudadanos era útil para desactivar la dependencia de los nacionalismos a la que ha sucumbido en tantas ocasiones el gobierno de la Moncloa"

Ciudadanos se preciaba de ser un partido de centro, de la moderación, que aunaba en su ideario político los principios de libertad e igualdad. Y muchos electores se sentían identificados con estos postulados. 

La izquierda alardea de su defensa de la igualdad, pero ha incurrido en el monolitismo cultural, en el sectarismo ideológico, sin obviar que cuando ésta se acerca a los nacionalismos regionales haciéndoles concesiones está traicionando el principio de igualdad. Porque los nacionalistas separatistas son insolidarios por definición (su razón de ser está en acentuar las diferencias, en romper los vínculos entre españoles).

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La derecha clásica, por su parte, presume de defender la libertad del individuo frente al Estado. El riesgo de un planteamiento muy sesgado es que la libertad individual con apenas intervención de los poderes públicos puede convertirnos en un país insolidario que descuida a los más desfavorecidos. Hoy el PP está lejos del radicalismo pero, haga lo que haga, un buen número de electores lo seguirá viendo como pura y dura derecha. Somo así, de colgar carteles.

Buscando la virtud del justo medio aristotélico, muchos españoles abrazan a un tiempo la libertad y la igualdad. Les gusta opinar libremente, huyen del adoctrinamiento, del sectarismo ideológico, defienden una educación y una sanidad públicas y de calidad (sin negar la convivencia con la iniciativa privada), respetan las creencias religiosas y las distintas orientaciones sexuales, y se sienten solidarios con los más desvalidos. Esto conecta con lo que representaba Ciudadanos.

Además, Ciudadanos era útil para desactivar la dependencia de los nacionalismos a la que ha sucumbido en tantas ocasiones el gobierno de la Moncloa. Lo de Sánchez resulta humillante, pero también el PP ha flirteado con el PNV y la antigua Convergencia catalana.

"Hay que reconocer que la posición política de Ciudadanos es muy difícil de mantener en momentos de crispación, cuando los partidos y la opinión pública tienden a la polarización"

Como la gente de otras regiones no se chupa el dedo, en los últimos tiempos han brotado como setas partidos locales dispuestos a pactar lo que sea a cambio de lo suyo. Han descubierto la jugosa rentabilidad del negocio, tras contemplar tantos años las tácticas de los separatistas.

Todo este desmadre podría haberlo corregido un Ciudadanos fuerte. Es sabido que puristas de uno y otro lado del espectro político han criticado a este partido calificándolo de “veleta” por su disponibilidad a pactar con izquierda o derecha. Pero precisamente este defecto para muchos podría haber sido su mayor virtud.

Hay que reconocer que su posición política es muy difícil de mantener en momentos de crispación, cuando los partidos y la opinión pública tienden a la polarización. Ahí estaba el reto que ha resultado fallido. Hubo en el pasado otros intentos que buscaban el centro, salvando las distancias, como la UCD, el CDS o UPyD. Todos ellos en el cementerio.

Hoy Ciudadanos ha perdido la confianza de los electores. Es un jarrón chino roto en pedazos que tiene mal arreglo.

Quién sabe cuánto tardará en aparecer de nuevo el espíritu del centro bisagra, al modo de los Templarios del Monte de las Ánimas, que salían de sus tumbas todos los años cuando llegaba la noche de difuntos.

*** Juan Jesús Gilabert es doctor en Filología, catedrático de instituto de Lengua y Literatura y director de la Sección Internacional Española de Saint-Germain-en-Laye (París).

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