Vinicius Júnior, por los suelos tras sufrir una falta.

Vinicius Júnior, por los suelos tras sufrir una falta. Reuters

LA TRIBUNA

Fostiar a Vinicius está de moda

Vinicius es víctima del antimadridismo y de la xenofobia, una combinación explosiva.

8 febrero, 2023 02:14

En mi última entrevista a Antonio Escohotado, el día después del que sería su último cumpleaños, este me habló del aborrecimiento que el posmodernismo siente por la excelencia. La entrevista era sobre fútbol, aunque las entrevistas con Escohotado eran sobre todas las cosas, de manera que llevé el asunto por su vertiente futbolística. Algo a lo que el maestro no hizo ascos.

Pablo Maffeo agarra de la camiseta a Vinicius durante el Mallorca-Real Madrid.

Pablo Maffeo agarra de la camiseta a Vinicius durante el Mallorca-Real Madrid. Reuters

En el terreno del balompié, el posmodernismo odia la excelencia odiando al Madrid. No le dio tiempo a Antonio a presenciar la vorágine de mandobles, insultos, burlas y luz de gas en que los malajes tienen sumido a Vinicius. Pero yo tengo claro que, ahora mismo, el último grito en el descrédito de la excelencia es el descrédito al brasileño. 

Le odian porque es del Madrid, y más específicamente el mejor del Madrid. El más amenazante, el que menos saben cómo carajo desactivar.

Algunos, además, le odian porque son unos racistas, no sé si me explico. Que por qué le sacuden y le calumnian a él y no a sus compañeros, nos dicen para convencernos de que el malo es Vini. Que algo habrá hecho, argumentan a veces literalmente, no sé si conscientes o inconscientes de las resonancias tan siniestras de la frase.

En Mallorca, donde volvieron a coserle a patadas y a provocarle continuamente (porque el provocador no es precisamente él), toda su respuesta fue señalar a los racistas de la grada señalándose el escudo. No estaba presumiendo del equipo en el que juega.

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Estaba dejando constancia de que sabe que el escudo es la razón para el aquelarre. Y donde digo el escudo lean la excelencia que ese escudo representa y que Vini sublima en el regate, que al ser una variante en vías de extinción de la excelencia balompédica les irrita todavía más.

Nada saca más de quicio al ignorante que las formas de sabiduría más añejas, aquellas que la mediocridad cree sepultadas, pero que emergen de pronto. Así, el que no sabe jugar al fútbol se ofusca especialmente cuando el último mohicano del regate entra en escena por sorpresa. Y trata de deslegitimar ese recurso, al que por su propia incapacidad nunca podrá acudir, motejándolo de irrespetuoso.

–Seño, Vinicius me ha regateado.

–Claro que te ha regateado. Te ha regateado porque él es muy bueno y tú muy malo. Aprende a gestionarlo en lugar de agregar a tu inoperancia futbolística esas dosis de vesania y de ruindad.

Vivimos tiempos de no aceptación del que destaca, una manifestación más de la envidia. Pero ahora la envidia busca argumentarios morales de chichinabo por los que Juan Roig es un capitalista despiadado y Vinicius un provocador.

La envidia va cada vez más de la mano de la estulticia, y si aderezas el cóctel con la envidia específica del antimadridismo, y en algunos casos con la xenofobia, la combinación es explosiva. El regate de Vinicius es la sintaxis de nuestra era, o sea, una virtud comatosa que los que no saben jugar, como los que no saben escribir, tratan de convertir en objeto de chanza.

O, ya que sobre el campo está físicamente a mano, directamente de hostia.

Pero no son hostias cualesquiera. Fostiar a Vinicius es hoy un ejercicio de autorreivindicación. Fostio luego existo, y si no, que le pregunten a Juanma Castaño o a Radio Marca, que por la noche, después del vórtice de patadas, me entrevistan en la radio. Eso es porque soy alguien, coño, si no de qué voy a salir en la radio, yo que no he empatado con nadie.

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Me entrevistan y cuento que Vinicius se lo buscó porque baila, por ejemplo. Yo no sé si hay una mejor alegoría de un mundo gris que aquel en el que se persigue al que baila.

Pero se le persigue si lleva cierta camiseta (la camiseta de la excelencia por excelencia, valga la redundancia).

Si el que baila es Ronaldinho no pasa nada, de igual modo que señalarse el propio escudo y quitarse la camiseta para mostrarla al público rival en ademán retador son cosas que están éticamente bien o mal dependiendo de cuál sea el escudo y de cuál sea la camiseta.

Porque aquí, tengámoslo claro, se persigue la excelencia de Vinicius, sobre todo, como subconjunto de la otra.

*** Jesus Bengoechea es economista, escritor y productor en medios.

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