Cuenta Felipe González que una vez que llegó a la Moncloa descubrió lo que significa ser el último teléfono a llamar. O lo que es lo mismo, que nadie espera del presidente más que una respuesta. "Una vez que te llega el problema, sólo puedes decidir. El presidente no puede eludir su responsabilidad". En estos días en los que a Pedro Sánchez se le acumulan los líos, le ha estallado el asunto Ferrovial.
Sánchez hizo muchas promesas antes de formar Gobierno con Podemos. La primera de ellas, que nunca lo haría. Pero también otras dos que pasaron más inadvertidas, porque no dan votos ni titulares de prensa. Una que hablaba de la mejora del clima inversor y el apoyo a la internacionalización de las empresas españolas; otra sobre el impulso a nivel europeo de la armonización fiscal, para evitar el dumping entre países miembros.
Ha habido una guerra, una pandemia, un volcán y hasta Filomena. Nadie sabe qué es asumir responsabilidad de gobierno hasta que gobierna. Pero debemos a Carmen Calvo la distinción entre el Pedro Sánchez candidato y el Pedro Sánchez presidente. Ocurre que ahora es presidente. Lo es de España. Y en pocos meses lo será de Europa.
Estos días, Sánchez ha viajado a Irlanda, Dinamarca y Finlandia. Países con cuyos primeros ministros mantiene posiciones enfrentadas en unión fiscal, inmigración, reforma eléctrica o el pacto de Estabilidad, por ejemplo. Todos son asuntos que los Veintisiete esperan resolver durante la presidencia española del Consejo, la última completa antes de las elecciones europeas del año que viene.
Hace unos meses, en Bruselas sorprendió que su Gobierno y el holandés firmaran un non-paper conjunto para un nuevo pacto de estabilidad: era imposible imaginar que el líder de los del puño cerrado y el rey de los manirrotos se pusieran de acuerdo en eso, precisamente. El documento no obliga a nada, y su contenido era poco menos que vaguedades, pero anticipaba una concertación entre distintos, algo de lo que presume mucho Sánchez por aquí, en Europa.
Pero Ferrovial se va, precisamente, a Ámsterdam, capital de los Países Bajos. Y ahora Sánchez tendrá que decidir si se sube a la ola de sus ministros, que han arremetido contra "el paraíso fiscal holandés", para evitar una guerra fiscal con quien le puede cerrar el grifo financiero de los fondos europeos. La alternativa es la llamada de Bruselas y su propio programa electoral para impulsar también la unión fiscal que, parece evidente, sólo garantizará la competitividad de Europa en el mundo con impuestos bajos, como los holandeses.
Otra frase famosa de Felipe al llegar a la Moncloa y entender lo que significa el puesto fue: "Gobernar significa cambiar la ética de los principios por la ética de las responsabilidades".