Xi Jinping, en una parada militar.

Xi Jinping, en una parada militar. Reuters

LA TRIBUNA

El plan de paz de China tiene un objetivo: salvar a Putin

El interés de Xi Jinping es la supervivencia del putinismo para evitar una espiral de inestabilidad en la frontera más importante de China.

3 marzo, 2023 02:41

En 1969, Mao Zedong ordenó empezar a construir una gigantesca red de túneles subterráneos en Pekín. Durante diez años, China excavó 30 kilómetros de pasadizos bajo tierra que cubrían un área de 85 kilómetros cuadrados. El objetivo era protegerse ante un ataque nuclear. Mao lo creía peligrosamente probable. La desolación atómica, sin embargo, no vendría desde Estados Unidos y el mundo capitalista. La gran amenaza para la China comunista era, irónicamente, Moscú.

Ese mismo año, centenares de tropas soviéticas se agruparon en la frontera sino-rusa dispuestas para el combate contra el Ejército de Liberación Popular chino. Las relaciones entre ambos poderes comunistas estaban hechas añicos.

Soldados del Ejército chino, en una parada.

Soldados del Ejército chino, en una parada. Reuters

Hoy, sin embargo, en la Siberia tocante a la frontera china apenas hay soldados rusos: la mayoría han sido relocalizados a Ucrania. Rusia puede respirar tranquila en su flanco este. El mismo sentimiento comparte Pekín. Gracias a las buenas relaciones con el Moscú de Putin, China puede tener estabilidad garantizada en su frontera más importante, de 4.200 km de distancia colindantes con la estepa siberiana. Tanto para Pekín como para Moscú, esta tranquilidad geopolítica es el fruto más importante de su buena relación actual. Gracias a ello, Putin puede enfocarse en Ucrania y China, en su competición con Estados Unidos.

Sin embargo, la invasión de Ucrania ha añadido un peligroso interrogante en la ecuación: ¿sobrevivirá el régimen de Putin y, por tanto, la estabilidad sino-rusa, si Moscú pierde la guerra?

Garantizar la supervivencia del régimen de Putin, ya sea encabezado por él o por un sucesor continuista, es el objetivo prioritario de China en relación con la guerra de Ucrania. Todo lo demás (detener masacres, conseguir la paz, restablecer la soberanía ucraniana, o que Rusia gane la guerra) es secundario para Xi Jinping. En este sentido debe entenderse el “plan de paz” chino para Ucrania que Pekín presentó hace unos días, donde recoge algunas indicaciones para desescalar e intentar solucionar el conflicto.

"La economía rusa está erosionada y depende de los canales de suministro, especialmente tecnológicos, provenientes de China"

El momento en que China ha presentado este plan es importante. ¿Por qué ahora? ¿Por qué China quiere ahora intervenir e intentar mediar en la guerra? ¿Por qué quiere ahora ser un actor político en el conflicto, dejando atrás la neutralidad distanciada que había abanderado desde el inicio de la invasión?

China presenta ahora este plan porque considera que puede ayudar a conseguir su objetivo prioritario: salvar el régimen de Putin. En un contexto de crecientes dificultades del Ejército ruso en Ucrania, una derrota de Moscú aparece cada vez más plausible. El efecto dominó que eso podría provocar en Rusia es impredecible: puñaladas dentro del Kremlin, protestas, violencia, caída del régimen, fragmentación territorial. Es decir, caos e inestabilidad en la frontera más importante de China. Ese es el peor y más peligroso escenario que se baraja en Pekín.

Alguno podría preguntarse: ¿por qué no fuerza Xi Jinping a Putin a aceptar una negociación, una derrota gestionable y un pacto de paz? ¿No se ha convertido Rusia, como consideran algunos analistas, en un “estado vasallo” de China, de la que depende cada vez más económicamente y tecnológicamente? Es totalmente cierto que la relación entre China y Rusia es cada vez más asimétrica. Bajo las sanciones de Occidente y sus aliados, la economía de Rusia está fuertemente erosionada y depende de los canales de suministro, especialmente tecnológicos, provenientes de China.

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Sin embargo, esta asimetría económica no implica dominación política. Pekín tiene este mismo tipo de relación con Corea del Norte, a la que le sirve de canal para más del 90 % de sus importaciones. Pero en ningún momento eso ha servido a China para poder controlar las siniestras acciones nucleares de Pionyang. Como apunta el analista Alexander Gabuev, una Rusia cada vez más dependiente de China se convertiría, más bien, en una Corea del Norte o un “Irán con esteroides”.

Las preguntas que deberíamos hacernos son: ¿estaría dispuesta China a armar a Rusia, como el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken declaraba recientemente? Y, si así fuera, ¿en qué condiciones decidiría llevar a cabo esta medida extrema, que supondría una ruptura casi total de sus ya frágiles relaciones con Occidente? ¿Cómo de mal le tendría que ir a Rusia para que Pekín decidiera venderle armas para salvar al régimen?

Si China tomara esta decisión, estaríamos ante la primera “guerra proxy” entre las superpotencias del siglo XXI.

"Si China vendiera armas a Moscú, las sanciones contra Pekín por parte de EEUU y la UE serían graves para su economía"

Entraríamos en una dinámica militar al estilo de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y Unión Soviética armaban a bandos opuestos fuera de sus territorios, en conflictos en terceros países, con el objetivo de aumentar sus esferas de influencia. Algunos ejemplos: Corea en los 50, Vietnam en los 60, Afganistán en los 80. Una situación así conllevaría que una competición geopolítica entre China y Estados Unidos, que hasta ahora se ha desarrollado pacíficamente en el plano económico y tecnológico, empezara a coger tintes militares.

Todo esto iría en contra de los intereses de los dirigentes de Estados Unidos y China, que recientemente han intentado rebajar tensiones y que durante años de competición no han llevado a cabo acciones temerarias en el plano militar o nuclear.

Si China vendiera armas a Moscú, las sanciones contra Pekín por parte de Estados Unidos y la Unión Europea serían graves para su economía, y hasta ahora ha ido con mucho cuidado para evitar sanciones secundarias de los aliados occidentales. China perdería gran parte de su credibilidad como potencia “neutral” que no se mete en los asuntos internos de otras naciones, una bandera que le ha servido para ganar aliados en los países en desarrollo. Un giro de este tipo marcaría un cambio trascendental en la política exterior china.

*** Javier Borràs Arumí es analista y consultor especializado en China. También es el autor del libro Roja y gris. Andanzas y tribulaciones de un joven corresponsal en China (Editorial Alfabeto).

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