Miguel Ángel Quintanilla.

Miguel Ángel Quintanilla.

LA TRIBUNA

El absurdo de la división de las tres derechas, en números

La ruptura del espacio electoral que el PP supo compactar durante años ha sido la condición de base de la coalición Frankenstein y de sus alianzas.

28 marzo, 2023 02:36

Desde 2011, el espacio electoral que antes representaba en solitario el Partido Popular está fracturado. Durante ese tiempo han sido frecuentes las apelaciones al rendimiento electoral de "las tres derechas" (PP + Ciudadanos + Vox) como sustitutivo electoral aceptable de las grandes mayorías del PP.

En ocasiones, incluso, se ha llegado a teorizar un rendimiento neutro de la división y hasta superior al de la convergencia del voto, por su supuesta capacidad movilizadora. 

Los datos no parecen avalar esta idea.

Pero la recuperación de la unidad de voto necesitará más razones, y más sólidas, además de la evidencia del coste electoral de la división. Con este coste a la vista, la urgencia de elaborar esas razones emerge con punzante claridad, si es que queremos dar valor electoral a la mayoría social que quiere un cambio de Gobierno en España.

La ruptura del espacio electoral que el PP supo compactar durante muchos años ha sido la condición de base de la coalición Frankenstein y de sus alianzas, su contexto político necesario, su socio involuntario. Y la condescendencia con esa ruptura ha sido un error estratégico histórico del centroderecha español, que ha seguido el camino opuesto al que inició en 1990 y que le permitió ganar y gobernar. 

Ese mal camino se expresa en los siguientes datos (la fuente es el propio Ministerio del Interior):

Votos PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019

Votos PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019

Votos PSOE + Podemos entre 2011 y 2019.

Votos PSOE + Podemos entre 2011 y 2019.

Escaños PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019.

Escaños PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019.

Escaños PSOE + Podemos entre 2011 y 2019.

Escaños PSOE + Podemos entre 2011 y 2019.

Votos PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019 sin representación en el Congreso.

Votos PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019 sin representación en el Congreso.

Votos PSOE + Podemos entre 2011 y 2019 sin representación en el Congreso.

Votos PSOE + Podemos entre 2011 y 2019 sin representación en el Congreso.

Circunscripciones sin representación PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019.

Circunscripciones sin representación PP + Ciudadanos + Vox entre 2011 y 2019.

Circunscripciones sin representación PSOE + Podemos entre 2011 y 2019.

Circunscripciones sin representación PSOE + Podemos entre 2011 y 2019.

 

[En estos dos últimos gráficos se reflejan sólo las circunscripciones en las que se presentaron candidaturas]. 

No es cierto por tanto, como suelen repetir Ciudadanos y Vox (y como acaban de hacer durante la moción de censura), que exista sobrerrepresentación del nacionalismo en el Congreso. Esa sobrerrepresentación beneficia principalmente a los dos grandes partidos, y deja en una posición aproximadamente neutra a los partidos nacionalistas. En ocasiones, incluso, les ha perjudicado.

Dicho de otra manera: el porcentaje de escaños del nacionalismo no es apreciablemente superior a su porcentaje de votos.

Lo que significa que el problema de los votos y las circunscripciones sin representación de "las tres derechas" no deriva de ahí, sino de su propia fractura. 

Si el sistema premia a los partidos grandes es porque hacen especialmente bien la tarea que se les encomienda: poner de acuerdo a personas distintas para que el país sea gobernable. O, al menos, acercarlas lo suficiente como para que voten lo mismo.

Volver a recorrer el camino de la unidad del voto del centroderecha alrededor del único partido que puede gobernar no es sencillo. Pero es urgente. No sólo a la luz de los datos expuestos, sino del nuevo proceso político para la unificación y la optimización del rendimiento electoral que se ha iniciado ya en la izquierda. 

"En el Congreso de Sevilla de 1990, el Partido Popular elaboró un decálogo que ofrecía a la sociedad española una vía no traumática para poner fin a un mal gobierno"

Con la vista puesta en esa tarea pendiente del centroderecha, puede ser de utilidad rememorar cómo se inició el camino que ahora hay que volver a recorrer.

En el Congreso de Sevilla de 1990, el Partido Popular elaboró un decálogo que ofrecía a la sociedad española una vía no traumática para poner fin a un mal gobierno y para recuperar su propio protagonismo. Se trataba de ofrecer, como alternativa a un proyecto de poder y de ocupación de espacios, un proyecto de libertad apoyado en estos puntos: 

1. La idea de España como nación plural. Expresión en la que "plural" (es decir, que presenta aspectos diversos) no se añade a "nación" para degradar su entidad, sino como rasgo de una nación completa, legítima y plenamente operativa política y jurídicamente.

Esto implicaba abordar con naturalidad el desarrollo del Título VIII de la Constitución para hacer realidad un modelo autonómico equilibrado, cohesivo y útil, engarzado con la defensa de lo común y no definido por oposición a ello. Ese nuevo marco definió el territorio de los acuerdos políticos posibles y se utilizó con éxito.

2. La voluntad de devolver protagonismo y vigor a la sociedad. Frente a la apatía y la resignación, confianza en los españoles y nuevos espacios de libertad para recuperar la ilusión para uno mismo y para el país.

3. El compromiso de respetar y hacer respetar las reglas, recuperar el equilibrio institucional y la división de poderes.

4. El deber de gestionar los servicios públicos de manera eficiente y de dotarlos de verdadera eficacia para hacer frente a problemas crónicos que no pueden darse por inevitables: el paro, la mala calidad de la enseñanza, la fragilidad a medio plazo del modelo de pensiones.

5. Un europeísmo activo capaz de defender los intereses nacionales y los comunes.

6. Un nuevo estilo de gobierno basado en el diálogo, la moderación, la tolerancia y la disposición al pacto, apoyado en la restauración de los principios éticos esenciales para una sociedad justa y limpia.

7. Un compromiso con la modernización real, todavía pendiente entonces en muchas cosas. No sólo como tarea del Estado, sino de toda la sociedad.

8. El aumento de la competitividad y del desarrollo económico, en armonía con la protección del medioambiente.

9. La garantía de la solidaridad entre generaciones y territorios.

10. La idea esencial de que el gobierno existe para hacer posible la libertad y para estar al servicio de la sociedad, y no al revés. 

"El Partido Popular fue una fábrica de constitucionalistas. La de nacionalistas la puso en marcha el socialismo después"

Este decálogo, con las concreciones necesarias hoy, mantiene una conexión clara con la actualidad. De hecho, mucho de lo ocurrido en la izquierda española y en el nacionalismo desde 2000 ha revertido los avances que se produjeron en cada uno de esos diez puntos. La política de Zapatero y de Sánchez y la radicalización nacionalista son reacciones duras frente al éxito político de fondo que supuso la refundación del PP, alrededor de la cual se reunieron de forma estable diez millones de españoles elección tras elección. 

Pero, especialmente, son reacciones frente al extraordinario éxito que estos principios tuvieron en la sociedad catalana y en la vasca, a la vez que en el resto de España, demostrando así la existencia de una nación unida y forjada alrededor de la libertad y que reacciona de manera suficientemente homogénea ante propuestas movilizadoras y atractivas que atienden a la circunstancia local, pero cuya esencia es la misma.

El Partido Popular fue una fábrica de constitucionalistas. La de nacionalistas la puso en marcha el socialismo después, precisamente como respuesta a lo anterior (la fuente de los dos siguientes gráficos es el CIS).

Efecto para España de la creación de las comunidades autonómicas (Cataluña).

Efecto para España de la creación de las comunidades autonómicas (Cataluña).

Efecto para España de la creación de las comunidades autonómicas (nacional).

Efecto para España de la creación de las comunidades autonómicas (nacional).

El decálogo de 1990 se orientaba a un propósito nuclear que fijó el carácter del PP a partir de entonces. En palabras de José María Aznar, "conseguir que el porvenir de la derecha no dependiera nunca más de la izquierda". No ir por detrás ni al choque permanente. No actuar de manera reactiva, sino proactiva. No responder a su agenda, sino marcar una propia con temas, lenguaje y propuestas autónomas.

Es decir, mover el debate público hacia donde pueden forjarse mayorías amplias. Reforzar el marco común de convivencia y, simultáneamente, la posición específica que el PP ocupa dentro de él. Acordar más en lo sistémico y competir más en lo ideológico. 

El principio básico enunciado en 1990 puede ser conservado y adaptado a 2023, y podría formularse así: conseguir que el futuro del centroderecha no dependa nunca más de lo que hagan la izquierda y la derecha populista

El efecto práctico del populismo de derecha ha sido permitir que Sánchez pueda seguir haciendo lo que quiere, como quiere y con quien quiere.

Y es importante tener presente que ese proceder no obedece a un error de cálculo forzado, sino una voluntad firme de evitar que el PP pueda suceder en el gobierno a Pedro Sánchez. Porque el propósito de Vox nunca ha sido ayudar, ni completar, ni tutelar al PP para que gane, sino reemplazarlo para forzar una lucha agónica entre el populismo de izquierda y el populismo de derecha que haga saltar el sistema de 1978.

"Vox es parte del mismo bloque de ruptura en el que se encuentra la coalición de Gobierno, y es perentorio informar de ello solventemente a sus votantes"

Invariablemente, cada vez que Sánchez ha estado en peligro, Vox ha acudido al rescate para alejar la mayoría del PP.   

Desde este punto de vista, Vox es parte del mismo bloque de ruptura en el que se encuentra la coalición de Gobierno, y es perentorio informar de ello solventemente a sus votantes. Votantes que, muy mayoritariamente, han prestado su voto para algo muy distinto a eso, y a los que el PP debe ofrecer un camino amable de retorno mediante compromisos suficientes.

Compromisos con ellos y con aquellos millones de españoles que entienden la necesidad de que una misma papeleta acoja razonablemente a todos los que están a la derecha de la izquierda, pero también con algunos que ensanchen aún más el partido hacia el centroizquierda. El PP como partido moderado y también moderador. Es decir, como fértil escuela de convivencia hacia dentro y hacia fuera.   

Actualizando, pues, el propósito esencial de 1990, proyectándolo sobre las actuales fracturas electorales, es posible enraizar un nuevo proyecto político de libertad e igualdad para que una gran mayoría de los españoles puedan construir cosas juntos.

Haciendo memoria y camino de un proyecto que se hizo realidad, que tuvo éxito electoral y social, que comenzó a ganar en las elecciones municipales de mayo de 1995 y que la presidencia europea de Felipe González de aquel año no pudo detener. 

*** Miguel Ángel Quintanilla es diputado del Partido Popular por Madrid en el Congreso de los Diputados.

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