Es mentira eso de que todas las opiniones son respetables. Déjenme que les ponga dos ejemplos. Quizás el primero les eche de aquí. Uno: “Los nazis sólo querían hacer buen jabón”. Por supuesto, esa burrada no es respetable. Primero, porque los hechos la desmienten. Pero además, y sobre todo, porque ofende a los deudos. Dos: “Yahveh cogió un poco de barro e hizo a Adán. Luego le sacó una costilla y, de ahí, fabricó a Eva”. En este caso, ya entramos en los matices. La ciencia lo desmiente, pero tener esa fe no ofende a nadie.
No hace ningún mal ser terraplanista si no tratas de imponer tu opinión como si fuese un hecho.
Ahora, permítanme que expulse a los pocos que queden al otro. Les voy a contar de qué me dispongo a disertar, sobre la gestación subrogada, y voy a recurrir a un argumento de autoridad ciertamente traído por los pelos y, encima, perfectamente execrable para quienes llevan años opinando lo opuesto a mí, sin convencerme: Margaret Thatcher.
En una entrevista del año 1984 que le hizo sir Robin Day, en el 10 de Downing Street, la primera ministra dijo lo siguiente: “La bomba atómica no sólo ha servido para disuadirnos de la guerra de destrucción total, también lo ha hecho de la guerra convencional. Y eso no es poca cosa para los que recordamos la devastación de la última gran guerra”.
Es una opinión. Y como tal, discutible. Pero si a alguien le ofendió (u ofende) no será porque los hechos la hayan desmentido nunca, ya que no hay verdad alternativa. Lo que no ocurrió, simplemente, no ocurrió. Pero minutos después, la Dama de Hierro dijo otra cosa más que, tal vez, me pueda reconciliar con quien aún me esté siguiendo: “La ciencia no se puede deshacer, no se pueden desinventar las armas nucleares”. Así explicaba su opinión, falta de esperanza en un mundo sin bombas atómicas.
Yo tengo una opinión sobre la gestación subrogada. Primero, que no se puede evitar, porque la ciencia ya la ha inventado. Segundo, que como todo invento puede usarse para el bien o para el mal, del mismo modo que el conocimiento nuclear nos dio energía inagotable y medios para destruir nuestro ecosistema. Y tercero, que, dadas esas circunstancias, debe regularse: si es altruista, voluntaria y con garantías, ¿por qué no?
Me explico.
Primero, como dijo Einstein, el padre del dominio del átomo: “Cometí un gran error cuando firmé la carta al presidente Roosevelt recomendándole que fabricara la bomba atómica. Pero había una justificación: el peligro de que lo hicieran antes los alemanes”.
Segundo, porque opino que es hermoso ser padre, que es un bien. Y que si la ciencia lo permite pero los medios están a disposición sólo de unos pocos, eso es un mal.
Y tercero, porque nuestro sistema debe adaptarse a los nuevos desafíos que vayan apareciendo, o dejará de ser uno que garantiza las libertades y los derechos... como cuando entendimos que no era mejor la carnicería de un veterinario que un embarazo no deseado, sino regular el aborto. Fue una señora de derechas, víctima del Holocausto y presidenta del primer Parlamento Europeo quien levantó esta bandera, Simone Veil.
Llevo años preguntando a quienes piensan lo contrario, para que me intenten convencer de que estoy en el lado malo de esta historia. Y todo se para cuando hago la pregunta del millón: ¿por qué el "nosotras parimos, nosotras decidimos" es un argumento válido para el aborto y no para esto? Si el aborto se ha convertido en un derecho no obliga a nadie a abortar, ¿por qué regular la gestación subrogada significa la explotación de los cuerpos o un acto de violencia contra la mujer?
Es más, ¿no estaba mal que hubiera que irse a Londres para poder interrumpir embarazos? ¿Por qué está bien, entonces, que ahora haya que hacerlo para tener un hijo de este modo? Efectivamente, el asunto está regulado, así como yo lo concibo, en Reino Unido. Me dirán que es una herencia neoliberal de la Thatcher. Está bien, es una opinión... pero hace sólo un año que lo reguló Portugal: con quienes compartimos cultura, península... y hasta un Gobierno socialista.
Sin embargo, en España quien lo defiende es Ciudadanos y, ahora, el PP dice que le apetece el debate. Será que el tema no está tan claro, que no tiene verdades. Que además de muy sensible, es opinable. Y que, por tanto, lo acabaremos regulando.