Los niños rescatados son trasladados, el 9 de junio de 2023, en avión hacía Bogotá (Colombia).

Los niños rescatados son trasladados, el 9 de junio de 2023, en avión hacía Bogotá (Colombia). EFE

LA TRIBUNA

Colombia: detrás del milagro se esconde una tragedia

Colombia necesita un pacto de Estado, una transformación de la política regional, una estrategia militar e institucional y apoyo para enfrentar una tragedia que no cesa.

14 junio, 2023 02:27

Los diarios internacionales han recogido la feliz noticia de los niños colombianos que fueron rescatados tras cuarenta días sobreviviendo en la selva del Amazonas. Sin duda, la hazaña de los niños es admirable. Pero sobre todo y en especial el papel de la hermana mayor, que ha mantenido vivos a sus hermanos, entre ellos una bebé.

Indígenas colombianos hacen un ritual durante la rueda de prensa de Luis Acosta, coordinador de la guardia indígena.

Indígenas colombianos hacen un ritual durante la rueda de prensa de Luis Acosta, coordinador de la guardia indígena. EFE

El trabajo mancomunado de la guardia indígena y el ejército colombiano también ha sido encomiable. De hecho, un ejemplo para un país que tiene que reconstruir las relaciones entre sociedad civil, fuerzas armadas e institucionalidad si quiere conseguir algún día la tan ansiada paz. Justamente es en la quiebra entre Estado, sociedad civil y seguridad donde reside la tragedia tras el milagro de la supervivencia de los niños.

El padre de los niños, un líder indígena que vivía en Araracuara junto con su familia, fue amenazado por las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), aquellas facciones de la guerrilla que se negaron a aceptar el Acuerdo que se firmó en 2016 y gracias al cual la mayor parte de esta guerrilla se reincorporó a la vida civil. A raíz de esas amenazas huyó y su familia tomó el fatídico vuelo para encontrarse con él en Bogotá.

[Cómo sobrevivieron durante 40 días los cuatro niños perdidos en la selva amazónica colombiana]

De no ser por la tragedia, la familia sería parte de la población indígena que vive en la miseria en las calles de Bogotá, expulsada de sus territorios ancestrales por la violencia, la falta de oportunidades y la pobreza. La situación sería igualmente trágica, pero invisible a los ojos del mundo.

El padre denuncia los intereses económicos de los disidentes. No es una situación extraña. Los grupos armados que se enfrentan entre sí y contra el Estado en Colombia están asociados a sistemas de extracción de recursos. El narcotráfico, la minería ilegal del oro, el tráfico de gasolina, la tala ilegal y la extorsión, entre otros.

"El Acuerdo de Paz fue útil para desactivar la mayor de las guerrillas, pero la incapacidad para hacer llegar el Estado de derecho a toda Colombia mantiene viva la guerra"

Si bien la estructura, complejidad y tipología de los grupos armados es diversa (algunos mantienen vivo su inútil carácter político revolucionario), el carácter extractivista, así como la violencia asociada al mismo, son comunes a todos.

Desde que se firmó el acuerdo con las FARC, en Colombia se ha vivido una fuerte fragmentación de los actores que actúan en el territorio. Si bien el Acuerdo de Paz fue útil para desactivar la mayor de las guerrillas del país, la incapacidad para imponer la institucionalidad y el Estado de derecho en todo el territorio colombiano mantiene viva una guerra que no terminará sin una estrategia clara y sostenible para enfrentarla.

Estos cambios en la estructura del conflicto se reflejan en la estructura de la violencia en el país. De una mortalidad asociada a la confrontación activa se ha pasado a una fuerte violencia selectiva. Desde que se firmó el Acuerdo han sido asesinados 1.480 lideres sociales, se han cometido 413 masacres y 362 firmantes del Acuerdo de paz han sido asesinados, según Indepaz.

Sólo en los primeros cinco meses de 2023, 15.400 personas han sido desplazadas. Lesly, Soleiny, Tien Noriel y Cristin Neriman son parte de esa cifra.

"La 'paz total' es la esperanza de poder cerrar todas las pequeñas guerras que asolan Colombia"

De hecho, el Frente Carolina Ramírez que amenaza a Manuel Ranoque, padre de los niños, es el mismo que asesinó a sangre fría, delante de los habitantes de un pueblo, a cuatro niños indígenas a los que había reclutado forzosamente y que habían escapado de sus filas. Niños como Lesly, poseedores de valiosos conocimientos ancestrales, son preciados activos de guerra para los grupos armados.

Pero la violencia no es sólo la de los grupos armados. Los últimos testimonios indican que los niños perdidos evitaban ser encontrados por miedo a un castigo físico. Lo triste, es que esto tampoco es una situación extraña.

Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en Colombia el 77% de los padres y madres reconoce que usa el castigo físico. El 70% de las vulneraciones de los derechos de los menores ocurre en el interior del hogar. La violencia contra los niños registrada recoge más de 36.000 casos en 2022, aunque el maltrato que aflora es sólo la punta del iceberg.

La violencia sexual también esta a la orden del día. Una pequeña muestra son los 69 casos investigados por abuso sexual a niñas de dos comunidades indígenas por parte de miembros de las Fuerzas Armadas.

La 'paz total' es la esperanza de poder cerrar todas las pequeñas guerras que asolan Colombia. Guerras que son invisibles en Bogotá o en Cartagena de Indias, pero que marcan la vida de buena parte de los pobladores del país periférico. Ese país periférico que nunca ha conseguido una integración positiva en el Estado, que reproduce ciclos intergeneracionales de violencia. Ese país para el que todo es difícil. El que ha estado aislado de las carreteras, de las líneas aéreas seguras y del bienestar.

[Un centenar de indígenas se une a la búsqueda de los niños desaparecidos en la selva colombiana]

Para conseguir la paz hace falta algo más que voluntad. La complejidad del escenario, los incentivos perversos, la debilidad de la estrategia de presión territorial y la crisis política debilitan la esperanza de dar cauce pacífico a la desmovilización de los actores armados.

A esto se suma la falta de protección institucional y la impunidad que ha hecho que miles de niños colombianos sean las principales víctimas de las violencias que se entrecruzan. Las de la guerra, las del abuso y las de la pobreza. 

Colombia necesita un pacto de Estado, una transformación de la política regional, una política de seguridad humana integral, una estrategia militar e institucional y apoyo para enfrentar una tragedia que no cesa. Ojalá la Operación Esperanza que logró el rescate de los niños sea un ejemplo estratégico de cómo aunar fuerzas y valores para que en Colombia prevalezca esa innata capacidad de hacer cosas grandes, por encima de la histórica persistencia de la violencia.

Ojalá un buen futuro para Manuel y sus hijos.

*** Erika Rodríguez Pinzón es profesora de la Universidad Complutense, investigadora del ICEI y Special Advisor del Alto Representante de la Unión Europea.

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