Cristiano Ronaldo consiguió con su fichaje en el pasado mercado de invierno que el primer pensamiento al oír el nombre de Arabia Saudí sea para el fútbol. Fue la primera estrella en el paraíso saudí. Firmó por el Al Nassr. Y desde entonces no es raro ver en las plazas y los colegios de España camisetas de su equipo.
El contrato de Ronaldo es monstruoso. Hasta donde sabemos, firmó por dos años y medio a cambio de 500 millones de euros. Sin sumar las primas por incorporar el nombre de Arabia Saudí a sus publicaciones de Instagram, donde Cristiano Ronaldo es el deportista con más seguidores del planeta. 600 millones de personas están pendientes de sus pensamientos y posados en la red social más popular del mundo. Y eso concede un poder de influencia insuperable a un país que, hasta hace dos días, evocaba a algo muy distinto a la alegría del deporte y el espectáculo.
"Arabia Saudí va a invertir mucho dinero para colocar su nombre más allá de sus fronteras" (Ahmed Al Omran)
El 2 de octubre de 2018, Jamal Khassoghi fue asesinado en la embajada de su país. Asesinado y descuartizado. La inteligencia estadounidense despejó las dudas sobre quién ordenó su asesinato. No hay crimen sin verdugo. Y el verdugo fue Mohamed bin Salman. Príncipe de Arabia Saudí. Y heredero del trono más poderoso del mundo árabe.
Bin Salman negó las acusaciones. Nadie le creyó y la imagen del régimen quedó muy dañada. Porque Arabia Saudí ejecuta a decenas de ciudadanos cada año po publicar visiones distintas a las versiones oficiales. Pero ninguno de ellos obtiene más de un teletipo para el fondo de la hemeroteca. El juicio contra los 11 hombres supuestamente implicados en el asesinato no revirtió la nefasta opinión de los ciudadanos libres. De hecho, Arabia Saudí castigó el asesinato con otros cinco asesinatos, víctimas de la pena capital. Pero la verdad sea dicha. Los líderes europeos y americanos marcaron una distancia únicamente mediática con el príncipe.
"Arabia Saudí sabe que el petróleo va a caer a largo plazo, y busca salidas" (Alberto Priego)
Al cabo de unos años, el crimen de Khashoggi ha pasado a un tímido segundo plano. El veto europeo al petróleo ruso ha concedido una posición privilegiada a Arabia Saudí. Los ciclos históricos se están acelerando. Hace unos días, Arabia Saudí recibió la invitación de los BRICS para unirse al club en 2024. Y a principios de año nos sorprendió con una noticia. La de su reconciliación con Irán. Una reconciliación entre sunitas y chiítas auspiciada por China, el mediador silencioso.
Arabia Saudí es, en fin, un actor fundamental para comprender el mundo. Entrevisto a Ahmed Al Omran, reportero de The New York Times en Arabia Saudí, para desvelar los planes oficiales para promocionar el régimen dentro y fuera del país mediante el fútbol, los e-sports o el cricket. Y vuelve al programa el profesor Alberto Priego, doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Comillas, para explicar los movimientos de Arabia Saudí para ampliar su influencia y diversificar su economía, altamente dependiente del petróleo.
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