Durante años, la violencia en Oriente Próximo pasó a un último plano en los medios y la diplomacia internacional. Israel dejó de buscar la paz con Palestina para normalizar las relaciones con el mundo islámico y apostó por una estrategia inversa. Se acercó a su entorno descuidando e incluso despreciando Palestina, y el plan siguió su cauce. Israel firmó los acuerdos de Abraham con Marruecos, Baréin o los Emiratos Árabes Unidos, y trató de culminar el proceso con la normalización de las relaciones con Arabia Saudí, la tierra de La Meca y Medina. Palabras mayores.
Con lo que no contó Israel es con un ataque colosal y un error de seguridad masivo que tambalease los cimientos de su ambiciosa construcción. La violencia medieval de Hamás ha causado más de 1.400 muertos en Israel, más de 200 rehenes en Gaza, un trauma difícilmente olvidable para el pueblo judío y una sacudida geopolítica de dimensiones todavía desconocidas.
Todavía hay muchos analistas y diplomáticos que no quieren decirlo en voz alta. Probablemente por prudencia. Pero salta a la vista que Hamás no pudo orquestar este golpe por sí mismo y que su ataque forma parte de un plan más grande, urdido por Irán, para aislar a Israel del mundo árabe y abocarlo a la destrucción. En esta situación, no es ninguna locura cuestionar si vivimos las últimas horas de la guerra fría entre Irán e Israel.
"No sabemos si Arabia Saudí, China o algún emirato mediará con éxito para atemperar los ánimos"
Durante años, Israel trató de boicotear el desarrollo atómico de Irán. Desde Tel Aviv se han dirigido y ejecutado asesinatos de piezas clave del entramado. Incluso se persuadió a Donald Trump para que rompiese el acuerdo nuclear con Irán en 2018, con argumentos difusos.
Durante años, Irán ha adiestrado y equipado a organizaciones terroristas de toda la región para lastrar la influencia de Israel y atentar contra los judíos dentro y fuera del país. Hamás es uno de sus tentáculos más conocidos. Ya hemos visto de qué son capaces. Hay otros, como los hutíes del Yemen, que quizá entren en escena. Y existe uno extremadamente perturbador para Israel. El proxy más peligroso de Irán se llama Hizbolá y opera desde el sur del Líbano, a las puertas de Israel.
La entrada de lleno de Hizbolá en la ecuación, más allá de los fuegos cruzados de siempre, daría un salto colosal al conflicto. Benjamin Netanyahu está decidido a entrar en Gaza para aniquilar la operatividad de Hamás. Pero teme que Hizbolá dé un paso al frente y abra un nuevo frente en el norte.
Las razones para la preocupación las ofreció Shlomo Ben Ami en una entrevista para este periódico. Una guerra con Hizbolá supondría una amenaza existencial para Israel. Hizbolá tiene años de experiencia de combate en el infierno sirio y, sobre todo, un arsenal de más de 100.000 misiles de alta precisión. Por eso Estados Unidos está preparado con lo mejor que tiene en el Mediterráneo para responder ante el peor escenario. Y por eso Israel ha transmitido a Teherán que, si Hizbolá mide mal sus pasos, el régimen iraní "será borrado de la faz de la tierra".
En estas arenas movedizas caminamos. Algunos analistas se preguntan si Irán está dispuesto a asumir el riesgo. Si es el momento de que Israel y sus aliados golpeen primero. No sabemos si Arabia Saudí, China o algún emirato mediarán con éxito para atemperar los ánimos. Pero una cosa queda clara. Hay muchas papeletas de que Oriente reúna eventos que cambiarán el mundo como lo conocemos.
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