Podría tratarse de una comedia del absurdo o de un chiste de mal gusto si no fuera por lo dramático del asunto: juzgar a Israel por genocidio.
Sudáfrica ha planteado ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya la tesis de que Israel está perpetrando un genocidio contra el pueblo palestino en Gaza.
No olvidemos que para que la denuncia sea consistente tiene que haber intención de exterminar a un pueblo entero por parte del acusado.
Nada más lejos de la realidad. Los constantes llamamientos a la población civil de Gaza para que se alejen de los objetivos militares son prueba de que el Ejército de Israel, en su acción defensiva contra la organización terrorista Hamás, no busca el daño a los civiles, sino su seguridad.
Este hecho por sí solo desmonta la acusación de genocidio.
"La ayuda que los soldados israelíes han prestado en hospitales de Gaza atendiendo a los enfermos abandonados por sus dirigentes es lo contrario de un genocidio"
Estos llamamientos se hacen aun a riesgo de que los dirigentes de Hamás también se pongan a salvo durante el ataque a sus infraestructuras. Pero para Israel es más importante minimizar las víctimas civiles. Y eso es lo contrario de un genocidio.
Las pruebas que Israel ha mostrado sobre la ayuda que el Ejército ha prestado a civiles palestinos hallados en edificios abandonados, a los que ofrece comida y agua, y a los que pone a salvo, ridiculizan la acusación de genocidio.
La ayuda que los soldados israelíes han prestado en hospitales de Gaza atendiendo a los enfermos abandonados por sus dirigentes es lo contrario de un genocidio.
Permitir que entre ayuda humanitaria para socorrer a los civiles de Gaza, a pesar de que los 136 rehenes israelíes secuestrados desde hace tres meses por Hamás no cuentan con ninguna ayuda ni con la visita de las organizaciones humanitarias que puedan confirmar su estado, es lo contrario de un genocidio.
Si Israel hubiera querido perpetrar un genocidio en Gaza, podría haber utilizado su potencial militar sin arriesgar la vida de sus soldados.
Pero ha optado por el riesgo y por la dolorosa pérdida de sus jóvenes combatientes, que luchan calle a calle, edificio a edificio, buscando y destruyendo los túneles, el armamento, la infraestructura y los dirigentes terroristas que se ocultan entre la población. Dirigente a quienes importa más la destrucción de Israel que la prosperidad de su pueblo.
Prueba de ello es el sistemático robo de suministros humanitarios destinados a la población civil por parte de Hamás.
Ya lo anunció un líder de Hamás preguntado por esa ayuda: "De los civiles que se ocupe la ONU".
Resulta tristemente curioso cómo Israel tiene que justificar al detalle sus pasos mientras que ningún país, ninguna ONG, ninguna asociación pro derechos humanos o feminista se ha animado a denunciar ante un tribunal internacional los crímenes perpetrados por Hamás el 7 de octubre.
Y eso sí que fue un genocidio. Porque los 3.000 terroristas que entraron en Israel lo hicieron al grito de "Allahu akbar" y con la intención de matar al mayor número de personas sin discriminar por edad, sexo, condición o estado.
Lo que Hamás hizo el 7 de octubre fue masacrar a familias enteras. Asesinarlas de la peor manera posible. Utilizar el sexo para torturar a las mujeres. Mujeres a las que violaba sistemáticamente incluso después de haberlas ejecutado.
Hoy, todavía hay 136 personas secuestradas en Gaza de las que nada se sabe. Pero podemos intuir el sufrimiento por el que están pasando, tal y como han descrito los rehenes puestos en libertad.
Hamás no es sólo el ejecutor del pueblo israelí y judío (a quien ha hecho extensivo su llamamiento al asesinato). Hamás es el perpetrador y el responsable de la situación de los gazatíes. Ningún grupo opera desde zonas civiles como lo hace Hamás en Gaza.
"No estaríamos hablando de nada de esto si Hamás no tuviera como objetivo liquidar a Israel, como consta en su carta fundacional"
El Ejército de Israel, en su incursión en Gaza, ha encontrado bombas, cohetes y material bélico en escuelas, en incubadoras, en hospitales, en bolsas con el logo de la UNRWA. Ha encontrado bocas de túneles al lado de guarderías y mezquitas. Ha encontrado lanzaderas de cohetes en edificios de viviendas civiles.
Hamás ha convertido en objetivos militares las zonas civiles. Y nadie ha calificado eso como crimen contra la humanidad.
Son esclarecedoras las reacciones de los arrestados por el Ejército israelí, que les reprochan a los soldados no haber llegado antes para liberarles de Hamás. "Habéis tardado 17 años en venir a liberarnos", gritaba un hombre a los soldados de Israel.
Y el mundo, con sus tribunales, sus togas y su solemnidad, pone el foco en Israel.
Por supuesto que hay víctimas inocentes. Como en todas las guerras. Por supuesto que podría haber muchas menos si Hamás actuara con ética, comportándose como un ejército que combate contra otro ejército.
Y, por supuesto, no estaríamos hablando de nada de esto si Hamás no tuviera como objetivo liquidar a Israel, como consta en su carta fundacional.
Sin embargo, Sudáfrica apunta a Israel, cuyo único objetivo es impedir que Hamás vuelva a perpetrar otra matanza. Matanza que ya ha sido anunciada por los líderes terroristas palestinos.
Israel no sólo cumple con el Derecho internacional, sino que cumple con la obligación de proteger a su población.
Si Israel no se hubiera metido en esta guerra que nunca buscó sería cuestión de tiempo que el genocidio contra el pueblo israelí tuviera un nuevo capítulo en la historia.
El señalamiento de Israel por parte de Sudáfrica es un libelo de sangre y supone vaciar de contenido la palabra 'genocidio'.
Una palabra que se creó tras el asesinato deliberado y sistemático de seis millones de judíos durante el Holocausto.
*** Isaac Benzaquén es presidente de la Federación de Comunidades Judías de España.