Regresábamos de Milán en un vuelo de Iberia después de haber podido comer con Fedele Confalonieri, el hombre de absoluta confianza de Silvio Berlusconi y responsable de la cadena Mediaset. Era la misma semana en que había tomado posesión como secretario de Estado de Comunicación, sustituyendo a Miguel Barroso, y él estaba culminando la negociación del apagón analógico y la aparición de la TDT con la nueva oferta de televisiones privadas en España y quería presentarme y ultimar conmigo el acuerdo con la matriz italiana de Telecinco.
En ese vuelo tuve ocasión de tener una de las conversaciones más tranquilas y relajadas de todas las que en un futuro disfrutaría de él. Y no quería, como principiante, perderme la oportunidad de interrogarle. Le confesé mi temor por no saber cumplir las expectativas que el presidente Zapatero había depositado en mí, pues ni era periodista ni experto en Comunicación y le pedí ayuda.
Recuerdo que sin impostar lo más mínimo me dijo que el mejor consejo que podía darme era que fuese yo mismo, y que ese era el misterio desvelado de los comunicadores públicos más eficaces. Al día siguiente me regaló el libro de Roger Ailes, Tú eres el mensaje, donde comprobé que detrás de la espontaneidad y la improvisación existían técnicas y conceptos que Miguel manejaba con una extraordinaria habilidad y sencillez.
Antes de que me pudiera sentar en la mesa de su despacho me pidió que contara con su jefe de gabinete, Luis Arroyo, actual presidente del Ateneo. Y así lo hice, claro. Y ahí me demostró su sentido de la lealtad para con sus equipos, y de manera particular para con determinadas personas que él consideraba especialmente talentosas como Luis.
Su salida de la Moncloa no nos alejó. Su relación con Carme Chacón nos acercó como pareja, de la que pudimos disfrutar con el nacimiento de Miquel, cuando Carme era ministra de Defensa. Recuerdo una noche en la que cenamos junto a Javier de Paz y Ana y Cándido Méndez y Encarna, en el alojamiento privado donde los juguetes de Miquel estaban en la azotea del edificio cuyos ocupantes principales eran militares, y cuya ministra había pasado revista a las tropas el día de su posesión en un avanzado estado de gestación. Una fotografía icónica que dio la vuelta al mundo.
Sin embargo, Miguel nunca me llamó para sugerirme o criticar alguna de mis actuaciones. Sé que era un hombre con opiniones firmes y no fácilmente convencible, pero contrariamente a la moda actual de algunos ex, siempre fue respetuoso para con nuestro trabajo. Me ayudó, eso sí, con algunos de sus contactos más cercanos de los corresponsales acreditados en la Presidencia de Gobierno.
Dos de ellos, Luis Rodríguez Aizpeolea de El País y Lucía Méndez de El Mundo, a quienes filtró con mi autorización la noticia de mi nombramiento, posteriormente me ayudaron mucho en el desempeño de mi trabajo. Tuve la fortuna de desarrollar su legado con la normativa que dio luz a la nueva parrilla de televisiones por la introducción de la TDT, con la ayuda inestimable de Paco Ros, en aquel momento secretario de Estado de Telecomunicaciones con el que Miguel tenía una relación estrechísima que culminó con la noche del apagado analógico o la creación de Cuatro y La Sexta como nuevos canales.
En 2006, aunque ya no estaba en la Moncloa, fue una de las personas consultadas que propone a Luis Fernández como candidato a presidente de RTVE. Con su nombramiento por decisión parlamentaria se abriría una etapa en la televisión pública que aún hoy es recordada como la de mayor independencia profesional y de mayor éxito de audiencia en sus informativos. Zapatero, con una especial relación con Miguel, siempre lideró y promovió estos cambios como lo hizo con tantas otras políticas de los gobiernos que presidió junto a sus colaboradores.
Barroso era brillante, ingenioso y vitalista. En una frase o incluso un adjetivo podía biografiar a amigos y enemigos sin tener pelos en la lengua, lo que le provocó en algunos momentos de su vida algunos problemas que tuvo finalmente que dirimir, a su favor, algún juzgado. Era de frases redondas, emotivas, contundentes. Una verdadera fábrica de titulares que puso en la boca de los dos presidentes socialistas y que, sin mencionarlos, sí puedo afirmar que provocaron el efecto buscado.
Pero no era un hombre que buscara el escrutinio público, los focos o la relevancia social. Por el contrario, sus zonas de confort estaban en la charla privada, en los despachos o los restaurantes y, por supuesto, en su trabajo de escritor, que desempeñaba bajo la eterna influencia de Cuba.
Aunque hacía tiempo que no coincidía con él, el anuncio de su fallecimiento me ha dejado en shock al igual que a alguno de sus mejores amigos como Javier de Paz, al que también me une una gran amistad. ¡Una gran putada!, me escribía por WhatsApp. Y realmente lo es. Una muerte repentina, dura e inesperada que no se siente aliviada, aunque sea tenuemente, por el anticipo del duelo que pronostica una grave enfermedad.
Otra persona querida por ambos, el presidente Zapatero, me contestaba con un lacónico "muy duro…" al comunicarme con él tras el anuncio de su muerte. Y este es el sentimiento que seguro tenemos los que apreciábamos a Miguel Barroso.
Nuestro duelo estará acompañado de tu memoria y de la memoria de una etapa que compartimos al lado de nuestro presidente, el que nos unió. Como el primer consejo que me diste, tú eres el mensaje, Miguel. Y así te recordaremos.
*** Miguel Barroso Ayats nació en Zaragoza en 1953 y ha muerto este sábado en Madrid a los 70 años.
*** Fernando Moraleda es exsecretario de Estado de Comunicación (2005-2008).