Benjamin Netanyahu, escoltado por el belga De Croo y el español Pedro Sánchez.

Benjamin Netanyahu, escoltado por el belga De Croo y el español Pedro Sánchez. La Moncloa

LA TRIBUNA

Reconocer el Estado palestino sería desperdiciar otro cartucho para España

A España le conviene mucho antes una relación estrecha con Israel que apostar por un reconocimiento del Estado palestino difícilmente amortizable.

23 marzo, 2024 02:26

Recientemente, el Gobierno de España ha declarado que reconocerá en el futuro próximo al Estado de Palestina. Pedro Sánchez, que siempre ha antepuesto el interés nacional a cualesquiera intereses electorales, está detrás de esta sabia y valiente decisión.

Obviamente estaba siendo sarcástico.

El asunto de Palestina para los intereses españoles representa un cero a la izquierda, mientras que las relaciones industriales de Defensa y seguridad y las económicas con Israel sí tienen relevancia en determinados ámbitos, de los que sólo el de la seguridad puede ser considerado estratégico. Al menos hasta que llegaron los Acuerdos de Abraham con Marruecos y la crisis del procés, en la que el Gobierno de Netanyahu se hizo de rogar antes de declarar que, al igual que el resto de la comunidad internacional, no reconocía ninguna república en Cataluña.

Una madre pasea junto a su hija entre ruinas en una zona atacada por Israel en Gaza.

Una madre pasea junto a su hija entre ruinas en una zona atacada por Israel en Gaza. Dawoud Abu Alkas Reuters

Las relaciones hispanoisraelíes siempre han sido complicadas. No en vano, hasta 1986, España no reconoció la existencia del Estado hebreo. La prensa española, incluyendo la de titularidad pública, siempre ha tenido una simpatía especial por los palestinos y por último el lobby israelí en España siempre ha sido pequeño en comparación con otras naciones europeas.

Lo anterior no es óbice a momentos más dulces en las relaciones bilaterales, como sucedió con la Ley 12/2015 del entonces ministro Ruiz-Gallardón, que permitió la nacionalización de los judíos sefardíes que pudieran acreditar documentalmente su ascendencia hispana anterior a la expulsión decretada por los Reyes Católicos.

En todo caso, no debemos olvidar que en materia de intercambio de Inteligencia, herramientas de espionaje o nichos de equipamiento militar, Israel se ha hecho un hueco en nuestro país. Por ejemplo, el tanque "ligero" Sabra que ha adquirido Filipinas es una mezcla de hardware de Santa Bárbara Sistemas combinada con electrónica y armamento israelí. También tenemos el ejemplo de la capacidad antitanque española, que pasa por los sistemas Spike israelíes.

Llegados este punto resulta claro que ni Palestina ni Israel son grandes activos geopolíticos para nuestro país, por mucho que rezumen atractivo periodístico y hagan correr ríos de tinta en la opinión pública y las redes sociales.

"Si abrimos los ojos, observaremos que esperar alta política de nuestros representantes es demasiado"

Por tanto, y guiándonos exclusivamente por el interés nacional (esto es, para mejorar la seguridad y el bienestar de nuestra ciudadanía), lo más racional sería instrumentalizar el reconocimiento de Palestina, que para Israel sí es fundamental, y obtener réditos de algún tipo: desde obtener su cooperación para identificar a las víctimas españolas de Pegasus hasta bloquear o imponer limitaciones a la venta de sistemas antiaéreos Barak 8 o municiones merodeadoras de largo alcance a Marruecos, pasando por atraer inversiones de capital o industriales a España.

Si adoptando medidas de esta clase contribuimos a ampliar la brecha de capacidades entre las Fuerzas Armadas de Marruecos y las nuestras, ya habremos avanzado en el interés nacional al mejorar la seguridad de los españoles. Si logramos atraer inversiones, ya habremos contribuido a mejorar el bienestar económico (y por tanto social) de nuestro país, con lo que la decisión sobre Palestina se convertiría en más moral y más pragmática que nunca, ya que estaría íntimamente conectada con la siempre desdibujada columna vertebral de la democracia: la elección de representantes que velen por los intereses de sus representados. ¡Y esta sería la mejor manera de hacerlo en este caso!

No obstante, si ahora abrimos los ojos y nos desperezamos, observaremos que esperar alta política de nuestros representantes es demasiado. Posiblemente debido a que, como país, tampoco hay un electorado que merezca esa clase de razonamientos, sino que más bien le está bien empleado padecer (aun sin saberlo) el látigo de la moralina cutre que parece guiar una parte de la política exterior de España. Una que nos hace desperdiciar cartuchos políticos importantes aun sin saberlo, como en este caso.

*** Yago Rodríguez es analista militar y geopolítico, y director de The Political Room.

Pedro Sánchez, a su salida del hemiciclo del Congreso de los Diputados.

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