El macho Rubiales, la boda del alcalde y el chef solidario
José Luis Martínez-Almeida, Luis Rubiales, Mónica Oltra y José Andrés; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
José Luis Martínez-Almeida
Cuarenta años después, el enigma de los asesinados marqueses de Urquijo continúa sin resolverse. Por suerte, las bodas no tienen enigma. Ahora le llega el turno al amor, que siempre cae en primavera como los cerezos.
En vísperas de su casorio con Teresa Urquijo (27), ayer en los jesuitas de Serrano, al alcalde Almeida (49) se le veía feliz como una perdiz ("Nervioso, pero feliz", decía), y a la novia también. No es para menos. El ya exsolterón se había buscado un traje a su medida en la sastrería de Florentino Pérez. En cambio, Teresa optó por un vestido histórico de los que han lucido varias generaciones. Se casaba una Urquijo, de los Urquijo de toda la vida, con un Martínez del último cuarto de hora. Y si no iba a ser la boda del año, que al menos haya sido la boda de la semana, en dura competencia mediática con la vibrante final de copa de anoche en Sevilla.
Almeida se educó en el colegio Retamar (marca Opus Dei) para terminar licenciado por todo lo alto como lo que es: un poderoso abogado del Estado. Teresa pudo haber elegido Historia, pero prefirió convertirse en analista financiera, que seguramente tiene más futuro. Supo elegir bien. Jugaba al golf con precisión matemática, calculando siempre la mejor forma de introducir la pelota en el agujerito. Era el colmo de la perfección, parecía Esperanza Aguirre.
Consummatum est. El regidor y su prometida se casaron este sábado en San Francisco de Borja en presencia de 500 invitados. Para entendernos, lo más granado de Madrid, en singular apareamiento del PP con la Corona si echamos un vistazo a la lista de invitados. Seguro que alguien le da unas cuantas vueltas a esto. Recuerdo que el emérito, Juan Carlos, primo de la abuela de la novia, sí asistió, pero no asistieron los reyes Felipe y Letizia.
El vestido de la novia era del atelier de la diseñadora Cristina Pardo Cobián, más conocida como Cristina Navascués, pariente del novio. Ya lo había llevado Teresa de Borbón dos Sicilias y Borbón Parma cuando se casó con Íñigo de Arteaga (noble español, heredero de la casa del Infantado, además otros tantos títulos). También lo lució Beatriz Moreno y de Borbón, madre de Teresa Urquijo, para su boda con Lucas de Araoz celebrada en 1995. Es un vestido brocado con base de raso e hilo, además de motivos botánicos, manga francesa, escote barco, corte a la cintura y suntuosa falda. La historia siempre vuelve.
Luis Rubiales
Esta es la historieta del hombre que se explaya en la televisión y calla ante la Guardia Civil sobre sus codiciosos enredos. Empezó en un hotel de Punta Cana, con Ana Pastor metiéndole el dedo en el ojo, y terminó en el aeropuerto de Madrid, con la policía esperando al ya expresidente de la Federación Española de Fútbol para amargarle la existencia y ponerle a disposición de una jueza de Majadahonda (Madrid), que lo tiene empapelado por corrupción en los negocios y unas cuantas figuras delictivas más.
Todo había empezado tras la final del campeonato mundial de futbol femenino, cuando España derrotó a Inglaterra y se alzó con el título. Entonces se produjo aquel bochornoso salto a la fama de Luis Rubiales, con su famoso beso robado a Jenni Hermoso y su gesto de macho alfa con las manos en la entrepierna (tierra, trágame).
Fue la señal que movilizó a los muchos enemigos que por aquel entonces ya tenía el presidente de la Federación, empezando por su tío, Juan Rubiales, que de hombre de confianza en el cargo pasó a retratarle en los medios de comunicación como un narcisista del poder, el dinero y el sexo.
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En la federación, Luis Rubiales duró un telediario. Así le fue. El hombre que no quería dimitir tuvo que arrojar la toalla y aquello acabo como el rosario de la aurora. Así las cosas, a Rubiales no le quedó más remedio que abandonar España y buscar nuevos destinos. La República Dominicana le salió al paso, pero los proyectos se diluían a medida que los iba probando.
En un improvisado plató (el jardín de un hotel), Rubiales hizo bueno aquello de que la cara es el espejo del alma. Sólo de verla ya parece culpable. La periodista Ana Pastor lo vio venir. Él la llamó "manipuladora" y ella lo llamó a él "pesetero", aunque con palabras más actualizadas, claro. En realidad, los dos hablaron más de la cuenta. Lo contante y sonante lo ha puesto por escrito la Guardia Civil, ante la que Rubiales el macho no quiere dar detalles. Pero el juzgado es otra cosa. Y ahí se le está abriendo un horizonte de un color parecido a la panza de un burro. Se está evaporando el sueño de Rubiales. Él no puede ser más elocuente: "No tengo ni para una Coca-Cola". Manda huevos.
Mónica Oltra
La pena del telediario mató políticamente a la ex vicepresidenta de la Generalitat valenciana, cuando era una de las principales dirigentes de la coalición Compromís. Es una larga historia que merece pasar a los anales de un caso que nunca debió ocurrir y del que ahora celebramos su desenlace judicial. Todo empezó cuando Mónica Oltra (Neuss, Alemania, 1969), fue acusada de encubrir a su marido en un turbio asunto de abuso de menores. Dimitió de su cargo hasta que hace unos días la justicia le dio la razón (sobreseimiento provisional, todo hay que decirlo) y, con lágrimas en los ojos, lamentó el irreparable daño personal y político que se le ha inferido, mientras sus compañeros le han abierto las puertas para el retorno al tajo si ella lo desea. Ahora Mónica tiene la decisión en sus manos: o se va del todo o vuelve donde solía. Si yo pudiera votar, aunque no sea valenciana, voto por que vuelva. Por lo menos para que a algunos se les caiga la cara de vergüenza.
Parece que Compromís está negociando con Sumar el regreso triunfal de la ex vicepresidenta autonómica. Su exoneración es un chute para los suyos. Y no es descartable su inclusión en las listas europeas del 9 de junio. Aunque no es fácil, dado el relativo peso de su partido (Iniciativa), pequeño e izquierdoso, dentro de la coalición "Compromís", que a su vez está en la órbita de Sumar, el incierto artefacto político al servicio de la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz que, mire usted por donde, no está en muy buenas relaciones con Oltra después de todo lo que ha pasado desde la participación de esta en el nacimiento de Sumar, poco antes de que, con la cabeza bien alta y los dientes apretados, Oltra dimitiera de todos sus cargos en plena batalla interna dentro del Govern y su coalición.
José Ramón Andrés Puerta
Del chef José Andrés (Mieres, 1969) tuvimos noticia por primera vez cuando entraba y salía de la Casa Blanca alternando con los presidentes. Se llevaba muy bien con Obama y fatal con Donald Trump. Por cierto, el republicano estuvo a punto de llevarlo a los tribunales.
La fama que prestó a la gastronomía le animó a fundar los restaurantes más envidiados del planeta, empezando por los españoles Julián de Tolosa, La Cocina de Frente y Bulbiza. Además, cuenta con un grupo hotelero de diecinueve restaurantes, entre los que podría encontrarse alguna hamburguesería de las que rinde honores a la cocina yanqui. Lo cual no le quita rango en su condición de embajador de la cocina española.
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Pero lo que engrandece la figura del chef asturiano es su filantrópico periplo mundial para llevar comida donde más la necesitan. En estos últimos años ha conseguido elevar los fogones solidarios a categoría universal. Unas veces solo y otras, acompañado del padre Ángel, con quien llevó a cabo importantes campañas en Ucrania y buena parte de Europa con la bandera de la ONG World Central Kitchen. Nunca olvidaremos la pesadilla de los náufragos que flotaban en el mar, acariciados por la espuma de los días que no regresaban nunca. José Andrés y el padre Ángel ayudaron a soportar la dureza de los inviernos allí donde la nieve se juntaba con el barro y la vida parece un mecanismo de repetición.
Lo peor vino después cuando, en el contexto de la ofensiva israelí contra los terroristas de Hamás, su convoy fue bombardeado en el centro de Gaza y todo saltó por los aires. Siete cooperantes, procedentes de distintos países del mundo (Australia, Reino Unido, Palestina, Canadá, Polonia, EEUU) dieron su vida porque el alto mando militar israelí creyó que el solidario convoy de José Andrés era un caballo de Troya de Hamás.
Y ahora José Andrés no halla la forma de contarlo. De momento, denuncia el ataque y abandona Gaza para poner a salvo a los cooperantes. Benjamin Netanyahu, en un burdo intento de salvar la dignidad que no tiene, busca argumentos para quedar bien: "Ha sido un error involuntario", dice. Vergüenza tendría que darle.