La autodeterminación más cuestionada: anatomía del conflicto palestino
La total ausencia de solidaridad tras los atentados del 7 de octubre ha sido el abono perfecto para el resurgimiento del germen del antisemitismo en Europa.
Durante este Yom Ha'atzmaut los judíos de todo el mundo hemos asistido con más preocupación que alegría a la conmemoración de la fundación del Estado de Israel.
Queda lejos el consenso alcanzado en 1948 por países tan distantes como la Unión Soviética o los Estados Unidos, que defendieron en aquel momento la proclama Am Israel Jai ("el pueblo de Israel vive").
Hoy, algunas voces en esos países claman "desde el río hasta el mar Palestina vencerá", buscando el borrado de aquel hito histórico y la eliminación del Estado de Israel.
En nuestra memoria colectiva se encuentran los atentados del 7 de octubre de 2023, que revelaron la fragilidad de Oriente Medio. Israel se retorcía de dolor mientras desde la diáspora clavábamos la retina en las pantallas de nuestros teléfonos móviles y nos atravesaba el recuerdo de la época más oscura del siglo XX.
Esta vez el pogromo fue televisado.
Desde España conocimos reacciones que todavía nos cuesta asimilar. Cargos electos, periodistas y activistas optaron por el trilerismo semántico para condenar con pulcro decoro diplomático lo que debió haber sido un grito de rabia, una condena unánime.
Suenan todavía los silencios de quienes ese día no se atrevieron a defender a las víctimas, y aún duele la infamia quienes justifican los atentados como actos de resistencia.
"No se puede subestimar la maldad de los ataques a los kibutz del sur de Israel, cuyas consecuencias son incalculables"
Fueron las comunidades judías, e intelectuales de la talla de Eva Illouz o Yuval Norah Harari, quienes, a través de tribunas en los medios de comunicación, señalaron la ruta a seguir a determinados agentes políticos que enmudecían ante la violencia sexual, los asesinatos de familias y el secuestro de civiles que permanecen en cautiverio en condiciones desconocidas.
En total, 1.400 personas fueron asesinadas y 200 secuestradas.
Las bombas que ahora está lanzando Israel matan más, es cierto, motivo por el que es necesario analizar la proporcionalidad de la ofensiva militar. Pero no se puede subestimar la maldad de los ataques a los kibutz del sur de Israel, cuyas consecuencias son incalculables.
La total ausencia de solidaridad tras los atentados ha sido el abono perfecto para el resurgimiento del germen del antisemitismo en Europa. Un antisemitismo que muchas veces se disfraza de antisionismo y que se alimenta de un relato sobre la liberación de Palestina que tiene como piedra angular el contexto de la ocupación.
Pero es un contexto selectivo en el que no existe mención alguna a Hamás ni a la situación en una Franja de Gaza dirigida por quienes llevan desde 2006 sin celebrar elecciones, acumulando poder político y militar, y que han llegado a restaurar la pena de muerte.
Es conveniente recordar lo que dice Hamás en el artículo 7 de su carta fundacional:
El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes no luchen contra los judíos y les den muerte. Entonces, los judíos se esconderán detrás de las rocas y los árboles, y estos gritarán: "¡Oh musulmán!, un judío se esconde detrás de mí, ven a matarlo".
Por ello es imperativo combatir el relato que pretende convertir el sionismo en un significante flotante y utilizarlo para demonizar al pueblo judío.
No me cabe ninguna duda de que estamos ante el derecho de autodeterminación más cuestionado del mundo.
Esta cita de tiempos bíblicos plasmada en la Torá pone de relieve el vínculo inquebrantable entre la tierra de Israel y el pueblo judío:
Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.
"La denuncia de los ataques de Hamás no nos hace ajenos al sufrimiento que causa cada bomba, cada herido y cada muerte en la Franja de Gaza"
Dicha narrativa intenta instalar en el imaginario que Israel, el movimiento sionista o los judíos que hicieron Aliá son el enemigo, equiparando al colono que se asienta en Cisjordania con quienes reclaman en las calles de Tel Aviv un alto al fuego.
Por eso es crucial analizar las proclamas que se escuchan en algunas de las múltiples acampadas universitarias y manifestaciones que vemos estos días. Especialmente cuando estas proclamas no abogan por la paz, la convivencia y el respeto a los derechos humanos, sino que niegan el derecho a existir del Estado de Israel o de los judíos.
Reducir un sentimiento de pertenencia o acotar un sujeto político como el de Israel al momento histórico de quienes encarnaron ese ideal hace más de cien años supone simplificar una cuestión tan compleja como la identidad o el derecho de autodeterminación de los pueblos y convertirlo en un eslogan.
Atacar la literalidad de Theodor Herzl en 2024 es tan extravagante como atacar hoy las tesis de Sabino Arana. Obviar el momento histórico responde sólo a la lógica de la propaganda.
Es crucial que se entienda que la denuncia de esta situación no nos hace ajenos al sufrimiento que causa cada bomba, cada herido y cada muerte en la Franja de Gaza. Proteger a la población y permitir la entrada de ayuda humanitaria que palie el sufrimiento de las víctimas es una cuestión de urgente necesidad.
Israel tiene la obligación de sostener con una mano el Derecho internacional, aun cuando con la otra sostenga el paraguas de la legítima defensa.
Es imperativo preguntarnos cómo hemos llegado hasta aquí. También lo es buscar una solución que acerque el horizonte de los dos Estados en pacífica convivencia, anhelo de voces como la de Amos Oz, que hoy suenan tan lejanas.
Ojalá esas voces consigan alzarse entre la sociedad.
*** Alberto L. Bendahan es abogado miembro de la International Jewish Lawyers and Jurists.