Dos niños palestinos sobre los escombros en una ciudad del sur de Gaza.

Dos niños palestinos sobre los escombros en una ciudad del sur de Gaza. Mohammed Salem Reuters

LA TRIBUNA

El plan Biden es el comienzo de la nueva normalidad

Si Netanyahu rechaza el plan, quedaría aislado internacionalmente y sería muy difícil que Israel pudiera aguantar social, económica y militarmente la guerra.

5 junio, 2024 02:39

Tras ocho meses de sufrimiento, el presidente Biden parece haber encontrado el resquicio por el que alcanzar un alto el fuego en Gaza. Normalmente, los presidentes americanos tratan de alcanzar la paz en Oriente Medio al final de su segundo mandato, pero en esta ocasión a todas las partes les interesa que se adelante.

El propio Biden necesita calmar el avispero en el que se ha convertido Oriente Medio, ya que las protestas de universitarios y de la población árabe amenazan con limitar su estancia en la Casa Blanca a cuatro años. Por otro lado, los terroristas de Hamás se encuentran al límite de su capacidad, tal y como se deduce de la respuesta que han dado a la oferta de Biden: cualquier propuesta de alto fuego será bien aceptada.

Por último, a Israel, en sentido amplio (sociedad y gobierno), le viene muy bien una vuelta a la normalidad. Así pues, parece que el Plan Biden es una oferta atractiva para todos. O para casi todos. Los ministros extremistas Smotrich y Ben Gvir han manifestado su oposición porque el plan no comporta la destrucción total de Hamás. Incluso Ben Gvir (6 escaños) y Smotrich (7 escaños) han amenazado con salir del gobierno, aunque, la oferta del líder de la oposición israelí, Yahir Lapid, de apoyar con sus escaños (17 escaños) al Gobierno de Netanyahu anula la amenaza y hace que el plan Biden pueda tener futuro.

El primer ministro israelí Netanyahu, a su llegada a una reunión de su partido en Jerusalén.

El primer ministro israelí Netanyahu, a su llegada a una reunión de su partido en Jerusalén. Ronen Zvulun Reuters

¿Y en qué consiste el plan Biden?

Se trataría de un acuerdo telescópico compuesto por tres fases que deben ir cumpliéndose una a una para ir avanzando en el mismo. La primera fase comenzaría de inmediato y duraría unas seis semanas. En esta primera fase se decretaría un alto el fuego y una retirada del Tzáhal de las principales áreas urbanas de Gaza. Hamás liberaría a las mujeres, niños, ancianos y heridos a cambio de un número indeterminado (cientos) de presos palestinos. Esta primera fase no solo será crucial para el fin de las hostilidades, sino para avanzar a la segunda, pues durante estas seis semanas de alto el fuego se negociaría en contenido de la fase siguiente.

La segunda fase tiene por objetivo alcanzar un cese permanente y definitivo de las hostilidades. Israel se comprometería a retirarse del resto del territorio de la Franja de Gaza y Hamás liberaría a todos los rehenes que tiene en cautividad desde el 7 de octubre. Para que se pueda avanzar en esta segunda fase, es necesario que Israel tenga garantías de que Hamás no tiene capacidad para volver a organizar un atentado como el ocurrido el 7 de octubre, donde murieron 1200 personas y fueron secuestradas 252.

La tercera fase es la más lejana, la más compleja y la más necesaria para alcanzar la paz entre Hamás e Israel. Esta tercera fase estaría centrada en la reconstrucción, lo que implicaría el regreso de los palestinos que se han ido desplazando por la Franja de Gaza por la ofensiva israelí. En esta última fase la acción de la sociedad internacional es crucial: hay que asegurarse de que ni Israel ni Hamás vuelven a las hostilidades. Para ello, Qatar, Estados Unidos y Egipto supervisarían que Israel no vuelve a Gaza, y Egipto haría lo propio con Hamás.

"Si Yahir Lapid entra en el Gobierno, es muy probable que antes de final de año tengamos elecciones en Israel"

En teoría el plan tiene visos de prosperar, aunque si atendemos a las declaraciones de la parte más extremista del gobierno de Jerusalén, no hay opción posible hasta que Hamás sea destruido.

Quizás quien más tenga que perder con este plan sea Benjamín Netanyahu, pues el plan Biden es un lose-lose. Si lo acepta es muy probable que su Gobierno se desmorone y que tenga que contar con los escaños de Yahir Lapid, quien desde el inicio se ha mostrado muy crítico con la intervención en Gaza. De hecho, si Yahir Lapid entra en el Gobierno, es muy probable que antes de final de año tengamos elecciones en Israel.

En ese supuesto, Netanyahu no solo perdería el poder, sino que tendría que hacer frente a sus juicios por corrupción y a las comisiones de investigación que le esperan por la desastrosa gestión del 7-O. Tampoco hay que olvidar la orden internacional de detención, lo que supone una espada de Damocles para su futuro político. Algo similar le puede ocurrir a los líderes de Hamás, quienes también tienen órdenes de detención por los crímenes cometidos el 7-O y los meses posteriores.

En cambio, si Netanyahu rechaza el plan, quedaría aislado internacionalmente y sería muy difícil que Israel pudiera aguantar social, económica y militarmente la guerra. A pesar de las declaraciones de rechazo del plan llevadas a cabo por Netanyahu, parece que son pocas las opciones que tiene de rechazarlos. De hecho, su asesor Ophir Falk ya ha aceptado la oferta de Biden. Esto nos indica que en los próximos días podríamos asistir a un alto el fuego que podría evolucionar en un plan de paz.

*** Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas.

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