Meloni y Abascal, en un acto en Roma el pasado mes de diciembre.

Meloni y Abascal, en un acto en Roma el pasado mes de diciembre. Fabio Cimaglia EFE

LA TRIBUNA

Lo que pasa en Bruselas, ¿se queda en Madrid?

Lo sencillo es comprobar que es así en términos de legislación. La cuestión es si también es así en términos de aclimatación y homologación política.

6 junio, 2024 02:36

Aunque olvidado tras dos semanas políticamente muy noticiosas (desde el reconocimiento del Estado palestino hasta la aprobación de la Ley de Amnistía), el Europa Viva 24 de Vox y sus insólitas consecuencias diplomáticas siguen ofreciendo una imagen significativa de lo que está en liza en las próximas elecciones europeas.

En este acto de campaña, el partido de Abascal se esmeró en mostrar músculo internacional en compañía de los así llamados "patriotas europeos" (aunque no faltaron mandatarios y representantes americanos). Moncloa motejó el encuentro como "la internacional ultraderechista", pero ni "patriotas", ni "ultraderechistas", ni "populistas", por ser todas palabras en exceso vagas o propagandísticas, sirven para captar lo más relevante a medio plazo: las diferencias de proyecto y su traducción en pactos entre ellos y con el centro-derecha en las instituciones europeas.

Javier Milei, presidente de Argentina, en la convención política de Vox.

Javier Milei, presidente de Argentina, en la convención política de Vox. Rodrigo Jiménez EFE

En todo caso, parece claro que lo que une a todos los ponentes del Viva 24 es una cuestión de geografía política, consistente en situarse frente a la izquierda y al margen de la derecha tradicional y homologada de sus países. Y en reivindicarse en su propaganda como una suerte de outsiders, incluso cuando lo hacen desde el gobierno de sus respectivos países. O desde una oposición cada vez más relevante al calor de un contexto (guerra en Ucrania, remanencias de la situación post-Covid, descontento de algunos sectores con políticas europeas en materia agraria) favorecedor de sus posiciones.

Para el caso que nos ocupa, se trata de presentarse como una alternativa a la pinza entre socialdemócratas y democristianos que ha regido los destinos de la Unión desde sus albores.

El sentido de oportunidad histórica, el enemigo común, la edificación a la contra, bien sirven para que coincidan un libertario antiabortista como Milei y una proteccionista y económica proabortista como Le Pen. O una nacionalconservadora atlantista como Meloni con un iliberal y prorruso Orbán.

La cuestión, entonces, es qué ocurrirá si, como dicen algunas encuestas, nos topamos con una rotunda derechización en el voto europeo que coloca como ganadores de las próximas elecciones al Partido Popular Europeo, junto a un declive de los otros dos grandes partidos del centro (la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas y el grupo Renovar Europa de Macron), y un notable ascenso de los dos grupos de la genéricamente llamada extrema derecha europea: el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), al que pertenece Vox, e Identidad y Democracia (ID), liderados respectivamente por Meloni y Le Pen podrían obtener hasta 144 escaños en el Parlamento Europeo. Y esto sin contar los que pudiesen obtener Alternativa por Alemania o el Fidesz de Orbán.

"Los europeos seguimos votando como ciudadanos de nuestras naciones, en buena medida ciegos a los problemas comunes"

En esta terna de nombres encontramos a los protagonistas de una trama electoral que puede suponer una reconfiguración del sentido común y el mapa político europeo próximamente. Sobre todo, habida cuenta que las aritméticas del voto pueden ser el principal incentivo para la normalización política. La cuestión, aunque no sólo, se dirime en la relación entre tres líderes políticas: Ursula Von der Leyen, Giorgia Meloni y Marine Le Pen.

La presidenta de la Comisión Europea, como estrategia ante la difícil tarea de renovar su cargo, tendió la mano a la presidenta italiana. Señaló que su experiencia de trabajo conjunto ha sido grata, y que espera que continúe en un futuro, en la medida en que se trata de una líder europeísta, respetuosa del Estado de derecho y favorable a la soberanía de Ucrania, a diferencia de los húngaros y los integrantes de ID, marcadamente prorrusos.

La estrategia parecía clara: normalizar, para reconducir, a la parte más asimilable de la derecha a la derecha de los populares, con una Meloni tradicionalmente enfrentada a Le Pen. Y percibida, en virtud de su gestión, como moderada respecto de sus otros socios potenciales.

Sin embargo, hay dos posibles obstáculos que pueden torcer el intento de Von der Leyen.

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Por un lado, aproximarse a Meloni puede condicionar los apoyos de los grupos moderados. Por otro, no han tardado Orban y Le Pen en ofrecerse a la presidenta italiana para conformar un bloque conjunto, superando sus pasadas disensiones (si bien, al menos de momento, la viabilidad de este proyecto parece poca).

Pero la política nacional es otra cosa más cercana y tangible, y las disyuntivas muy otras. Ante las advertencias de Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijóo sobre los peligros que traería una aproximación de los populares a la extrema derecha, Vox replicó señalando la recurrente coincidencia entre socialistas y populares en el Parlamento Europeo, en una estrategia claramente frentista contra el primer partido de la oposición.

Feijóo, que como la gran mayoría de los populares ve en el partido de Abascal una fuerza divisiva, políticamente desorientada y funcional al actual Gobierno, declaró en una entrevista, preguntado por las declaraciones de Von der Leyen, que Meloni encarna un fenómeno distinto. Distinto no sólo de Orban y Le Pen, sino del propio Abascal, quien se situaría a su modo de ver en una posición euroescéptica y más extremada. Y por tanto inasimilable e indeseable como socio con el que oponerse a Sánchez. Las condiciones de esa aproximación entre el centroderecha y la derecha radical que podríamos ver en Europa no parecen darse al sur de los Pirineos.

Los europeos seguimos votando como ciudadanos de nuestras naciones, en buena medida ciegos a los problemas comunes. Y esto, que ya viera Ortega en su Meditación de Europa, sigue siendo cierto en un contexto en que la regulación emanada de sus instituciones cubre una región cada vez mayor de nuestras vidas cotidianas. Pero lo que pasa en Bruselas, inadvertidamente, vuelve a Madrid: no sólo en términos de legislación, sino de posible aclimatación y homologación política. Esta es la clave de unas elecciones que se jugarán más a la derecha que de costumbre.

*** Pedro Lecanda es jurista y escritor.

Pedro Sánchez, con el palestino Mohammad Mustafa y el jordano Ayman Safadi, en Moncloa.

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