El presidente Sánchez y la vicepresidenta Montero se felicita por la aprobación de la Ley de Amnistía.

El presidente Sánchez y la vicepresidenta Montero se felicita por la aprobación de la Ley de Amnistía. Susana Vera Reuters

LA TRIBUNA

No, el peligro no está en la tiranía de las minorías

El peligro está en la tiranía de los zumbados, y por eso lo perentorio no es el desmantelamiento de los contrapoderes sino la reforma de los partidos.

7 junio, 2024 02:06

¿Cómo mueren las democracias? Pues a veces de forma visible (digamos, un tío entra en el Congreso sobre un tanque) pero con frecuencia de manera mucho más insidiosa. Lo habitual en nuestros días es que los futuros autócratas accedan al gobierno por las urnas, y una vez allí se dediquen a desmontar cuidadosamente todos los contrapesos que impiden que su poder se convierta en absoluto. Chávez en Venezuela, Putin en Rusia o Erdogán en Turquía alcanzaron el poder a través de elecciones, y todos ellos siguieron un patrón para hacerlo inexpugnable: capturar o debilitar a los árbitros —los jueces—, atacar o comprar los medios, y negar la legitimidad de los adversarios.

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, autor de 'Cómo mueren las democracias'.

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, autor de 'Cómo mueren las democracias'. Harvard

Esto lo explicaron en 2018 Steven Levitsky y Daniel Ziblatt al contemplar, consternados, la ola iliberal que se extendía por occidente. En España, el diagnóstico encajó como un guante tras la llegada de Sánchez, y él mismo finalmente lo ha percibido: el pasado fin de semana, como acostumbra a acusar a los demás de sus pecados, invocó el famoso libro contra la oposición.

Por eso esperábamos con interés La tiranía de las minorías, y la lectura ha sido… desconcertante. Para sorpresa del lector los mecanismos contramayoritarios, esos que evitan que el poder se desmande, no son ya una garantía sino el problema: ahora lo recomendable es desmontarlos para que la mayoría pueda gobernar tranquilamente. Levitsky y Ziblatt creen haber detectado el problema de fondo. Resulta –nos cuentan— que vamos inexorablemente a sociedades multirraciales y multiétnicas donde los blancos dejan de ser mayoría, y esto asusta a los palurdos y los convierte en presa fácil de los demagogos de derechas.

Los problemas de América –y también en el resto del mundo— están siendo provocados por este miedo cerril; anulemos entonces los contrapoderes en manos de Trump y sus republicanos, y consigamos ya la deseada sociedad multirracial. Este es el asombroso error de enfoque. Como la marea woke –en la que Levitsky y Ziblatt parecen haberse ahogado sin darse cuenta— pretende parcelar la ciudadanía en identidades victimizadas, no es que estemos yendo a una sociedad multirracial –ciudadanos con iguales derechos independientemente de su raza— sino a una sociedad multitribal, fragmentada en identidades que luchan entre sí por conseguir privilegios derivados de injusticias pasadas o ficticias.

"Para Levitsky y Ziblatt, el peligro ya no está en los populismos en general, sino en la derecha en particular"

Esta última es un auténtico desastre, y es legítimo criticarla sin ser estigmatizado como racista, machista o, en general, de derechas. Y hay una cuestión adicional: el problema nunca ha estado en una sociedad multirracial, pero tal vez sí en una multicultural. El problema –que de momento a los estadounidenses les queda más lejano— es si pueden convivir distintas culturas en el sistema político que ha generado una de ellas; o, si lo prefieren, si culturas con valores opuestos a los occidentales pueden existir en una democracia occidental sin diluirla.

Pero para Levitsky y Ziblatt, que pasan olímpicamente por encima de estas consideraciones, el peligro ya no está en los populismos en general, sino en la derecha en particular. Todo esto les estará resultando extrañamente familiar, y de hecho el libro lo firmaría sin despeinarse Bolaños. Y esa es la cuestión: la receta que proponen Levitsky y Ziblatt no es correcta porque en algunos casos –como el español— resultaría altamente tóxica.

Significativamente el libro intenta reforzar su hipótesis con un ejemplo tailandés pero omite el nuestro, aunque tal vez es por considerar que España ya es una mera sucursal caribeña. Y sin embargo sí hay una lección general que Levitsky y Ziblatt podrían haber extraído, aplicable tanto a la experiencia estadounidense como a la española: un líder estrafalario puede conducir a su partido, y con él a sus votantes, a las posiciones más excéntricas, desde donde contemplarán con indiferencia el asalto al Capitolio o la venta del Estado de derecho a cambio de votos. El peligro no está en la tiranía de la minoría sino en la de los zumbados, y por eso lo realmente perentorio no es el desmantelamiento de los contrapoderes sino la reforma de los partidos.

*** Fernando Navarro es exdiputado de Ciudadanos y exviceconsejero de Transparencia en Castilla y León.

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