El postureo va “desde el río hasta el mar”
El "alardeo moral" o "postureo ético" sirve para expresar adhesión al establishment ideológico y afianzar el propio estatus.
Marco Mezquida es un pianista maravilloso. Un joven menorquín que no llega a los cuarenta y cuyas habilidades, particularmente en el jazz, le han valido ya más de una veintena de premios. ¿Por qué tendría que estropear el final de un concierto extraordinario saliendo a saludar, tras desaparecer unos segundos, con una bandera palestina cual capa de Supermán de pacotilla?
Entiendo que un/a influencer "exhiba su virtud" con la parafernalia de la moda política del momento para demostrar "que nos es sólo una cara bonita". Pero un músico de esa calidad, tras una demostración de belleza y maestría, debería trascender mínimamente las imposiciones de este mainstream implacable que ahuyenta (¿deliberadamente?) a un sector del público que merece mejor trato. Público que, como en mi caso, apoquina su entrada nada barata, amén de pagar sus impuestos puntualmente.
Y eso último lo comento porque la mayoría de espónsores del Palau de la Música, donde el 1 de enero se celebraba el concierto, según se puede ver en el folleto, son públicos excepto un banco y la fundación de una empresa "dedicada al desarrollo de aplicaciones para el uso sostenible del agua para Piscina & Wellness". O sea que una gran parte sale del bolsillo de un contribuyente al que se le cobra sin distinción de ideologías. Y eso no sucede con lo subvencionado: hay un sector al que no se le respeta, pues el mundo cultural está tomado por la izquierda radical.
En el caso de Cataluña, o se es independentista o se es un "progre" tronado anclado en los delirios de los 70 (yo también llevaba una kufiya en la universidad, miren si es viejo). El teatro está imposible. Hace un par de días en un programa cultural de La 2, una directora hablaba de la obra que había estrenado. Una historia, cómo no, del sufrimiento de las lesbianas durante el franquismo. O algo así. No digo que no sea asunto serio, pero seguramente sufrió más mi padre levantando la persiana y pagando nóminas en estos mismos 70. Pero carece de épica. A la gran compañía catalana Els Joglars le ha costado encontrar teatro en su tierra para la magnífica El Rey que fue. El Teatre Joventut de Hospitalet les va a hospedar por fin en septiembre.
Dicen las malas lenguas que no hay público para espectáculos fuera del "progreísmo" y de lo "políticamente correcto". Pero yo hubiera seguido aplaudiendo una memorable versión orquestada y jazzística de Porgy and Bess hasta romperme las manos. Sin embargo, salió el pianista con la bandera que enarbolan unos asesinos yihadistas que siguen reteniendo a los pocos rehenes que no han matado después de perpetrar, el pasado octubre, la más salvaje masacre contra los judíos después del Holocausto. Y salí de allí echando humo. ¿No te importan sus vidas, Mezquida?
"Siempre tienen algo que ostentar, y lo que se lleva esta temporada es algo muy parecido al antisemitismo"
En el momento en que nos mostrabas lo concienciado que estás ellos violarían, torturarían o matarían de hambre a algún israelí cautivo, fueran jovencitas o criaturas de pecho. Y no me digas que están muriendo niños todos los días bajo fuego israelí. Eso se llama "guerra", y es lo que ocurre cuando atacas sanguinariamente a tus vecinos. No es comparable. Hitler hubiera podido decir lo mismo. Invades Polonia, masacras poblaciones y les dices a los Aliados "¡que me estáis matando a los niños alemanes!". Y venga corredores humanitarios, los Óscar Camps de rigor (también disfrutamos de unos párrafos recitados por el fundador de Open Arms en la primera parte del concierto) y toda esa prensa tan considerada con los verdugos.
La Segunda Guerra Mundial estaría durando hasta ahora. Más o menos como el conflicto palestino-israelí, por cierto, con un despistado Occidente inyectando dinero a espuertas a quienes no quieren recuperar la tierra, sino expulsar de toda la zona a Israel.
La expresión inglesa virtue signalling (literalmente "señalización de virtud") se puede traducir como "alardeo moral" o "postureo ético". Sirve fundamentalmente para expresar adhesión al establishment ideológico y afianzar el propio estatus. Es una exhibición de superioridad moral que no es exclusiva de Cataluña, aunque aquí parezca furiosamente endémico. En la época más caliente del procés un constitucionalista no podía ir a ningún acto cultural sin que se desplegase una estelada o le cantasen Els segadors con sus simpáticos "golpes de azada".
Ahora este tema está algo mustio. Pero siempre tienen algo que ostentar, y lo que se lleva esta temporada es algo muy parecido al antisemitismo.
*** Teresa Giménez Barbat es escritora, antropóloga y exeurodiputada.