Marine Le Pen celebra los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas de Francia.

Marine Le Pen celebra los resultados de la primera vuelta de las elecciones legislativas de Francia. Reuters

LA TRIBUNA

La primera vuelta en Francia permite a Macron evitar un gobierno xenófobo en Francia

El autor defiende que el partido presidencial apoye a los candidatos de la izquierda unificada, cuya crítica al antisemitismo es más amplia y creíble que la de Le Pen.

1 julio, 2024 09:40

¿Qué crítica al antisemitismo es más creíble en Francia, la de Le Pen o la de Mélenchon? Este es el dilema al que podrían reducirse las dudas para la segunda vuelta de muchos franceses. Rebobinemos años antes de proponer una respuesta.

En 2017, el Parti Socialiste, para contrarrestar la pujanza de la nueva izquierda (en España Podemos se había quedado un año antes a un 1% del PSOE), opta por la opción más extrema, Hamon, como candidato presidencial, dando la espalda a sus entonces presidente Hollande y primer ministro Valls (pese a que habían sacado al país de la crisis reduciendo la desigualdad).

Los votantes de izquierda prefieren el original a la copia y frente a los 6% de votos de Hamon en primera vuelta, Mélenchon obtiene el 20%, aunque no le sirven para pasar a una segunda vuelta donde Macron y Le Pen se miden, arrasando el primero, que recibe el apoyo de todos los demás principales partidos.

Jordan Bardella durante su comparecencia tras la primera vuelta de las elecciones legislativas.

Jordan Bardella durante su comparecencia tras la primera vuelta de las elecciones legislativas. Reuters

En 2017-2022, el más joven presidente de la República ostenta mayoría absoluta (aunque exigua) en la Asamblea Nacional, lo que le asegura aprobar leyes de diverso espectro ideológico. Pero considera que su pasado de exministro de Hollande y la incorporación al Ejecutivo de algunos disidentes socialistas le bastan para mantener suficiente credibilidad por la izquierda, y orienta así el grueso de su primer quinquenato hacia la derecha, tanto por el número de ministros con ese origen como sobre todo por las políticas de corte muy liberal, que sólo se ven mitigadas por las acciones contracíclicas durante la pandemia.

Su objetivo, quizá, era contener a Le Pen. Pero el resultado fue el desplome de Les Républicains, la hasta entonces fuerza hegemónica de la derecha (también víctima de las condenas por corrupción del expresidente Sarkozy y el ex primer ministro Fillon).

En 2019, el Parti Socialiste hace en las elecciones europeas un ejercicio de humildad sobre su irrelevancia y concurre en coalición con "partidos taxi", think tanks reformistas que le aportan savia nueva, aunque el resultado sigue siendo muy bajo.

La France Insoumise, sin Mélenchon como candidato, pincha también.

"En 2022 se prosigue, pues, el giro conservador del primer mandato. Pero el Rassemblement National logra mantener perfil abanderando el discurso antiinmigrantes"

Renaissance, el partido macronista, sufre el desgaste del poder y queda segundo, ganando por primera vez (con un 23%) unas elecciones en todo país el Rassemblement National, heredero del Front National fundado por Jean-Marie Le Pen, retomado después por su hija Marine, que cedió en 2021 la batuta a un hijo de inmigrante de 25 años, Jordan Bardella.

Estamos en 2022. Segundas presidenciales que gana Macron, pero con una ventaja más exigua frente a Le Pen. Mélenchon de nuevo tercero, y el Parti Socialiste con Hidalgo cae por debajo del 2%.

La mayoría presidencial ya es sólo relativa y la completa con la derecha tradicional, Les Républicains, ahora cuarta fuerza de la cámara.

Se prosigue, pues, el giro conservador del primer mandato. Pero el Rassemblement National logra mantener perfil abanderando el discurso antiinmigrantes, con el que el partido presidencial (ahora llamado Ensemble) sólo se aventura con globos sonda.

En las legislativas, el Parti Socialiste se pliega a la hegemonía de La France Insoumise y acepta un papel menor en la coalición Nouvelle Union Populaire Écologique et Sociale, que logra convertirse en el primer partido de oposición.

Llegamos a 2024. En las recientes elecciones europeas, el Parti Socialiste vuelve a apostar por la coalición reformista que encabeza Raphaël Glucksmann, intelectual de origen judío, que dobla su marca de 2019 adelantando a La France Insoumise y quedando a 1% de Ensemble.

Pero la noticia es el primer puesto para Bardella, esta vez con mucha ventaja: más del doble de votos que el siguiente.

Esa misma noche, Macron disuelve la Asamblea Nacional y fuerza (recurre al plazo mínimo de convocatoria permitido por la Constitución, aunque el desarrollo legal fijaba uno mayor) unos comisiones para sólo tres semanas después, en las que las candidaturas y eventuales coaliciones deben registrarse en tan sólo seis días.

El presidente de la República justifica la decisión en la necesidad de aclarar democráticamente la gobernabilidad del país, pero revela un impulso efectista e irresponsable porque el mensaje de las europeas ya había tenido su efecto en el reparto de escaños para el Parlamento comunitario.

No había por qué acelerar la desestabilización con una convocatoria sin tiempo casi para contrastar ideas, en periodo estival y en vísperas de unos Juegos Olímpicos, que se atienden mejor desde un Ejecutivo con capacidad operativa. Macron podía esperar a resolver su debilidad política hasta septiembre.

Jean-Luc Mélenchon vota en la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas de 2024.

Jean-Luc Mélenchon vota en la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas de 2024. Reuters

Ante esta circunstancia, la izquierda reacciona con rapidez, presentando unas listas de unidad que hasta en su resumen programático de una sola página dan cabida a la lucha contra el antisemitismo y a la exigencia de liberar a los secuestrados por Hamás.

Mélenchon, al que si es quizá excesivo calificar de antisemita, sí se le puede acusar de manía y persistente insensibilidad hacia el sufrimiento de los israelíes, pierde buena parte de la influencia sobre su partido (que antes dirigía con mano de hierro) y tiene aún menos control sobre el conjunto de la coalición. Se resigna a no ser candidato a diputado, mientras que sí vuelve a la arena electoral su rival Hollande.

El primer ministro que surgiría de este bloque no estaría aún decidido, pero queda bastante claro que las pretensiones de Mélenchon son pasado y suenan nombres más transversales, como el ex líder sindical Laurent Berger. Pero es cierto que persisten en sus filas un número muy reducido, pero ominoso, de candidatos con reiteradas declaraciones antisemitas.

¿Qué decir del nombre qué eligen para esa unión de la izquierda, Nouveau Front Populaire? Es un error hacer una traducción literal de lo que significa en España.

"Nouveau Front Populaire es una denominación que evoca unos ideales de progreso, antifascistas y no violentos, y que no merece la caricatura generalizada que han pretendido hacer Macron"

Pese a tener un mismo origen histórico en 1936, al norte de los Pirineos fue un gobierno de fuerte progreso social, pero que no formó parte de un contexto tan desestabilizador como el que desembocó en nuestra Guerra Civil. En parte, porque en Francia la principal amenaza estaba fuera, en la Alemania de Hitler, que los invadiría pocos años después.

Por lo tanto, Nouveau Front Populaire es una denominación que evoca unos ideales de progreso, antifascistas y no violentos, y que no merece la caricatura generalizada que han pretendido hacer Macron y sus partidarios de un programa económico quizá irrealizable en su plenitud (¿pero qué programa no es ya una carta a los Reyes Magos?), pero que puede justificar la cobertura de buena parte del ciertamente cuantioso gasto público que plantea en la reversión de las igualmente amplísimas ventajas fiscales que Macron lleva concediendo siete años, en lugar de enfrentar a la desigual competencia fiscal entre países que permite actualmente la Unión Europea.

VÍDEO | La extrema derecha gana la primera vuelta de las legislativas francesas con un 'macronismo' en claro declive Edición: Jose Verdugo

Por su lado, Rassemblement National ha optado por un hábil blanqueo, corrigiendo una sola de las líneas por las que se le atribuye la etiqueta de "extrema derecha": el antisemitismo por el que llegó a ser condenado Le Pen padre.

Pero no deja de ser un movimiento táctico para convertir su xenofobia en algo más absoluto y fácil de entender. Rechazan al extranjero, y eso lo representa hoy ante todo para ellos el amplio colectivo musulmán (muchos en realidad ya franceses desde hace varias generaciones), crecientemente aislado por la retroalimentación entre la equivocada política de guetos de los poderes públicos y el adoctrinamiento religioso.

Así que, convirtiendo en amigo al enemigo de tus enemigos, ha llegado incluso a recibir Bardella la promesa de voto de algunos representantes de la comunidad judía en Francia.

Respecto a su sintonía con Putin han conseguido pasar de soslayo.

Por último, se permiten guiños a clases populares con una inconsistente defensa de la jubilación a los 60 años, cuyo coste no cuantifican. El Rassemblement National intenta pues mutarse en un conservadurismo tradicional, pero distintivamente xenófobo, factor que no esconde y que ha sido respaldado o tolerado por más de un tercio de los votantes franceses.

Y llegamos a la primera vuelta de este domingo 30 de junio. Rassemblement National (a quien se había unido una fracción de Les Républicains) obtiene el 33% de los votos, Nouveau Front Populaire el 28%, Ensemble el 21%, el resto de Les Républicains el 10%.

Recordemos que se trata de circunscripciones uninominales. Sólo en 81 de las 577 el diputado ha resultado ya ser elegido por obtener la mayoría absoluta (40 del partido de Le Pen, 32 de la unión de izquierdas y cuatro de Macron). La mayoría se resolverán dentro de una semana por un voto entre los dos primeros candidatos cuando sólo ellos obtuvieron más del 12,5% de votos respecto a los electores en esa circunscripción. Pero en la mayoría de los casos, al menos 307, habrá tres candidatos en liza.

Y aquí llegamos a la gran decisión estratégica de los partidos: decidir si retiran a sus respectivos terceros para apoyar a otro partido con más posibilidades de conseguir el escaño.

Emmanuel Macron sale de una cabina para votar  en las elecciones legislativas, en París.

Emmanuel Macron sale de una cabina para votar en las elecciones legislativas, en París. Reuters

Nouveau Front Populaire ha dado una consigna inequívoca: los retira a todos y pide votar para batir al Rassemblement National. Les Républicains no retiran a nadie ni dan consigna de voto. Y Macron apela a ganar también a Le Pen, pero las variadas declaraciones de su partido se dispersan entre quienes apelan a retirar todos sus terceros calificados, quienes no lo harían frente a los de La France Insoumise (el partido de Mélenchon dentro de la unión de la izquierda) y quienes señalan sólo a los candidatos de ese partido que incurrieron en declaraciones antisemitas.

En mi opinión, al igual que con la disolución parlamentaria, Macron se ha vuelto a confundir, aunque está tiempo de corregirlo hasta el martes en que se cerrarán las candidaturas para la segunda vuelta. No debe lanzar un mensaje confuso: que examine concretamente si alguno de esos insumisos con declaraciones antisemitas ha pasado a segunda vuelta, y que mantenga en esos contadísimos casos a su candidato.

Pero el mensaje general, rotundo e inequívoco, debe ser corresponder al apoyo que el Nouveau Front Populaire les ofrece allí donde Ensemble ha quedado por delante de ellos.

Si se evita una mayoría absoluta de Rassemblement National y, en particular, si se logra una mayoría con la izquierda apoyada por los de Macron, se habrán conseguido muchas cosas: dar una oportunidad de gobernar hacia el centroizquierda después de siete años en la otra dirección, arrinconar a los componentes más polarizadores de la izquierda como Mélenchon, tener un equilibrio que permitiría evitar algunas medidas woke presentes en el programa del Nouveau Front Populaire (por ejemplo el cambio de sexo por mera declaración registral), y dar una oportunidad a la derecha no xenófoba de reconstruirse desde la oposición, de manera que vuelvan a ser una opción de voto más atractiva para los electores conservadores que hasta ahora les habían sido fieles.

Está en manos de Macron. Con los números de la primera vuelta no debería imponerse Rassemblement National en la segunda, salvo que Ensemble sea equívoco respecto a las triangulares.

Creo y confío firmemente en que se darán cuenta y hablarán a los electores más claro de lo que lo han hecho esta primera noche. Le Pen se aleja del antisemitismo porque así hace ahora más nítida su xenofobia. Pero la unión de la izquierda tiene mucha más credibilidad expurgando ese vicio, desde confiar a un judío secular la lista europea de los socialistas, los ideales universalistas de la mayoría de candidatos, el programa de las europeas, que no olvida a los secuestrados, o el arrinconamiento como líder de Mélenchon y la reducción de los candidatos inadecuados.

Si no ocurre así y gana Bardella, Macron tendrá un limitado margen para frenar medidas xenófobas. Quizá sea una vacuna para 2027, pero es un precio que los franceses y el conjunto del mundo no deberían pagar. Confiemos en evitar ese experimento y que Francia pueda formar el mejor gobierno tolerante, que en este caso tendría además que tener una clara orientación progresista.

*** Víctor Gómez Frías ha sido profesor en varias universidades francesas.

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