El candidato presidencial republicano y expresidente estadounidense, Donald Trump, hace un gesto con el rostro ensangrentado mientras es asistido por personal del Servicio Secreto de Estados Unidos, después de que le dispararan en la oreja derecha durante un mitin de campaña en el Butler Farm Show en Butler, Pensilvania.

El candidato presidencial republicano y expresidente estadounidense, Donald Trump, hace un gesto con el rostro ensangrentado mientras es asistido por personal del Servicio Secreto de Estados Unidos, después de que le dispararan en la oreja derecha durante un mitin de campaña en el Butler Farm Show en Butler, Pensilvania. Reuters

LA TRIBUNA

El tiroteo contra Trump deja tres preguntas en el aire

¿Quién era y por qué disparó Thomas Crooks? ¿Cómo pudo colocarse ahí? ¿Hasta dónde afecta lo ocurrido a la campaña electoral?

14 julio, 2024 13:57

En la tarde de este sábado una persona disparó contra Donald Trump durante el mitin que el expresidente estaba pronunciando en una pequeña localidad de Pensilvania llamada Butler.

El tirador, un joven identificado por el FBI como Thomas Matthew Crooks, se encontraba apostado en un tejado sito a ciento y pico metros del atril. Al parecer, disparó ocho veces con un rifle semiautomático. Trump resultó herido leve (una de las balas pasó rozando su oreja derecha), pero hay dos personas heridas de gravedad y una víctima mortal. Crooks también resultó muerto tras ser abatido por agentes del Servicio Secreto.

El de ayer fue el primer atentado contra un presidente, o candidato presidencial, estadounidense desde 1981. Aquel año, el recién elegido Ronald Reagan recibió un disparo al salir de un acto en Washington (regresó a la Casa Blanca tras dos semanas de hospital). Tres de sus acompañantes resultaron heridos, uno de ellos de gravedad. El tirador resultó ser un veinteañero obsesionado con la actriz Jodie Foster, a la cual buscaba impresionar adquiriendo fama internacional.

Thomas Matthew Crooks, tras ser abatido.

Thomas Matthew Crooks, tras ser abatido. Twitter

Ahora mismo son tres las preguntas en la mente del público norteamericano.

Primera: ¿quién era el tal Crooks y cuáles eran sus motivaciones?

Segunda: ¿por qué no estaba controlado el edificio que escogió para realizar los disparos?

Y tercera: ¿cómo afecta este episodio a la campaña electoral?

De la primera cuestión todavía se sabe poco. Crooks era vecino de un barrio de Pittsburgh y, según ha informado el New York Times, carecía de antecedentes penales en Pensilvania. En cuanto a su perfil político, el mismo diario cuenta que estaba registrado como votante del Partido Republicano.

Hace tres años, sin embargo, donó 15 dólares a un grupúsculo asociado al Partido Demócrata. De su trayectoria académica se sabe que, estando en el instituto, obtuvo un galardón por sus habilidades matemáticas.

La segunda pregunta se podría abordar partiendo de un fallo en el protocolo de seguridad de no ser por la entrevista que uno de los asistentes al mitin concedió instantes después del tiroteo a un reportero de la BBC. En dicha entrevista el asistente cuenta que vio al tirador apostarse en el tejado y avisó a las autoridades. Unas autoridades que, según su versión, no le hicieron caso.

"Lo ocurrido juega a favor de Trump no tanto por haber sido víctima de un tiroteo sino por cómo reaccionó, incorporándose y levantando el puño"

De ser eso cierto, y teniendo en cuenta el historial de magnicidios e intentos de magnicidio que arrastra Estados Unidos, el incidente pasaría de ser un error en el protocolo de seguridad a ser una negligencia mayúscula por parte de quienes debían velar por la seguridad de Trump. Y, como no podía ser de otra manera, ya hay quien especula con contextos mucho más siniestros.

En cuanto a la tercera cuestión, el consenso entre los observadores políticos estadounidenses dicta lo esperable: que lo ocurrido ayer juega a favor de Trump.

Y no tanto por haber sido víctima de un tiroteo sino por cómo reaccionó al mismo: tras incorporarse con la cara ensangrentada fruto de la bala que le pasó rozando la oreja levantó el puño y gritó "fight, fight!". Un momento épico ante el cual los asistentes al mitin, visiblemente acongojados, respondieron incorporándose y vitoreándole.

Las imágenes ya forman parte de la historia de Estados Unidos tras quedar registradas por los fotógrafos y las cámaras de televisión presentes en Butler. Hay, incluso, quien ya le da por ganador en noviembre.

Dicho consenso arrastra, no obstante, un puñado de escépticos. El historiador y comentarista político norteamericano Phillips O'Brien, por ejemplo, apunta que el evento no ocupará demasiado espacio en el imaginario popular como tampoco lo ocupó en su día el atentado contra Reagan.

"Aquel tiroteo conllevó un aumento de su popularidad que duró muy poco", escribe O’Brien en la newsletter que ha enviado a primera hora de la mañana a sus suscriptores. "Así que si la historia puede servirnos de guía, cualquier cambio a raíz de lo ocurrido tendrá las patas cortas". 

A eso hay que añadir, cuenta, que la gran mayoría de estadounidenses no va a cambiar su opinión sobre Trump a estas alturas del partido. (Aquí cabría alegar, empero, que según las encuestas el resultado de estos comicios parece estar en manos de los indecisos.) Y, en tercer lugar, O'Brien argumenta que este tiroteo podría llevar a muchos a replantearse hasta qué punto compensa la polarización en la que se encuentra inmersa la sociedad estadounidense. Una reflexión que de darse, dice, no debería beneficiar precisamente a Trump.

*** Borja Bauzá es periodista especializado en información estadounidense.

Mikel, con su logo a lo Nike, Urmeneta.

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