Tras el caos originado por la gota fría, agravado por la ineficacia de las administraciones, las redes sociales y los medios de comunicación han empezado a reflejar una realidad que se sintetiza en el lema "sólo el pueblo salva al pueblo".
La administración no apareció en Valencia, pero sí lo hizo la ciudadanía, que se ha movilizado desde todos los rincones de España para aportar su grano de arena.
Los representantes públicos estaban ocupados en otros asuntos, como echarse las culpas o copar el poder de las televisiones públicas. Ya fuera el Gobierno, forzando la votación sobre RTVE con un infame pleno que no se debió celebrar, o Carlos Mazón, desaparecido de la reunión del comité de emergencias para ofrecer a una periodista la presidencia de la televisión valenciana.
La conversación en redes, como siempre, viró muy rápido del "sólo el pueblo salva al pueblo" a criticar la oleada de "antipolítica", que culminó con una lluvia de barro contra el rey, Pedro Sánchez y Carlos Mazón.
Las terminales mediáticas afines a la Moncloa trataron de argumentar que la situación no se arregla con "antipolítica", sino con impuestos que financien servicios públicos. Bueno sería replicar que España recauda más tributos que nunca y que la sanidad, la educación o las infraestructuras no están mejor que antes.
Pero la verdadera pregunta que debemos hacernos es qué significa exactamente el término "antipolítica".
"¿Antipolítica no es la modificación por la puerta de atrás del artículo 135 de la Constitución para priorizar el pago de deuda, por ejemplo?"
Si entendemos que la política es sólo aquello que sucede en los parlamentos y en las sedes de los gobiernos, antipolítica será también la masiva manifestación del sábado en Valencia contra la gestión de la Generalitat valenciana.
O el 15-M, acampado en Sol durante semanas.
O el levantamiento del 2 de mayo español.
O la Comuna de París de 1871.
En una capa un poco más profunda, podemos estar de acuerdo en que la política es el debate en torno a las decisiones rectoras de una sociedad. ¿Antipolítica no sería entonces la modificación por la puerta de atrás del artículo 135 de la Constitución para priorizar el pago de deuda, por ejemplo?
En el núcleo nos encontramos con el problema de fondo. La política se ha visto reducida a la acción política parlamentaria.
Y dentro de la acción política, es el mal llamado consenso, vía trasposición de las directivas europeas, el que ha matado el debate de las ideas.
Vivimos un debate político cada vez más empobrecido. Buena parte de ello se debe a que el grueso del presupuesto del Estado se va en gastos corrientes. En concreto, en pagar pensiones.
El secuestro de los recursos públicos es uno de los motivos que impiden realizar una política realmente transformadora. Y por eso nuestros gobiernos tratan de poner parches y evitan atajar el problema de raíz.
Si hoy hay "antipolítica" es porque ha sucedido una catástrofe de tal dimensión que ha aflorado lo que se percibe desde hace tiempo: la desconexión de las clases políticas y la búsqueda del bien propio frente a la ciudadanía, que sufre para pagar un alquiler, o que lo pierde todo y no recibe ayuda de quien le cobra los impuestos sin falta.
Si los políticos temen a la antipolítica es precisamente porque sólo es necesaria cierta conciencia, situación apocalíptica mediante, para tratar de romper con una mala tradición política instaurada desde 1789: la continua y creciente dependencia del Estado por parte de los ciudadanos. En su día a día, en su manera de pensar y en sus actitudes hacia los demás.
"Si el Estado liberal-democrático subsiste es porque ninguna alternativa ha sido fructífera"
Es el Estado la herramienta que ha servido para despolitizar, a la par que atomizar, la sociedad.
Esto no quiere decir que el Estado haya fracasado históricamente. Al contrario. El Estado es la herramienta política del liberalismo. Y al tiempo que asumía cada vez más competencias, liberaba al ciudadano de las cadenas y los lazos que los unían al resto de la sociedad.
En la búsqueda del sujeto sin límites, el liberalismo ha creado un límite de discusión: el cuestionamiento del Estado.
Ahora bien, si el Estado liberal-democrático subsiste es porque ninguna alternativa ha sido fructífera.
Pero que el Estado liberal-democrático y sus dirigentes sean cuidadosos: su devenir en democracias de inercia autocrática, Covid-19 mediante, puede sembrar una antipolítica muy política entre los ciudadanos.
Una que haga que los parches salten y se vean las costuras de la antipolítica que subyace a lo que entienden por política sus defensores.
*** Juan Hernando Quevedo es consultor de Asuntos Públicos.