La declaración judicial de Víctor de Aldama a petición propia supone un cambio completo en el enjuiciamiento de las diversas tramas (que, finalmente, quizá sea una sola) por las que se imputan varios delitos a destacados miembros del Gobierno y del entorno de Pedro Sánchez.
Como es lógico, el presidente del Gobierno ha señalado que Aldama miente y que todo lo que ha dicho es absolutamente falso. Hemos oído esta defensa estándar y frágil muchas veces, en todos los procedimientos penales.
Ahora, los ciudadanos que nos somos jueces podemos deducir nuestras propias opiniones acerca del asunto.
Para contribuir a formar esa opinión, que puede ser y es de hecho múltiple y compleja, conviene señalar aquí algunos aspectos que podrían avalar la hipótesis de que Aldama, contra lo que manifiesta Sánchez, sí dice la verdad.
Y no sólo porque Sánchez, el hombre que siempre miente, haya dicho que es falsa, lo que sería ya un indicio muy sólido de acreditar la verdad de Aldama. Sino por otros motivos que aparecen por sí mismos en el caso.
En primer lugar, Aldama, en su declaración, no está despejando su culpa y trasladándola a otros, como quien se quita de encima una granada de mano mandándola con fuerza lejos de sí, caiga donde caiga.
Muy al contrario, la declaración de Aldama le inculpa a sí mismo. Lo que ha dicho Aldama no es el típico yo no he sido, ha sido aquel, sino que señala con claridad qué hizo él, fuera de la ley y con quién y para quién lo hizo.
Por tanto, esa declaración no le beneficia penalmente, más allá del beneficio que pueda generar decir la verdad colaborando con la Justicia.
En segundo lugar, la declaración de Aldama es un discurso bien construido, sin contradicciones aparentes, que ha tenido tiempo de pensar. Y en el que ha determinado qué hechos iba a contar y, probablemente, cuáles no. Al menos, todavía.
"Si la imputación de delitos que ha hecho Aldama a cargos del Gobierno resultara falsa, estaría cavándose su propia fosa penal"
Quiere esto decir que Aldama no agota su munición con este acto procesal, sino que muy al contrario, ahora tiene que poder probar cuanto ha dicho. Y en la práctica de las pruebas que se acuerde realizar es donde Aldama podría también probar algunos otros episodios más llamativos y todavía más delictivos que, de momento, haya callado.
Sólo así se puede entender una declaración voluntaria de quien está en la cárcel, imputado, que busca eludir la prisión y rebajar su horizonte penal con lo único que tiene ahora: un abogado de primera clase y una colaboración eficaz con la Justicia, que solo podrá serlo si lo que dice es verdad.
Lo que Aldama ha dicho no es algo que le hayan contado, sino aquello en lo que declara haber participado. Y este procesado ha estado en todas partes.
No olvidemos que se trata del "nexo corruptor", como dice el informe de la Guardia Civil. Es decir, Aldama es testigo presencial y, desde luego, sabe cosas, si no todas las cosas.
Un hombre que lo sabe casi todo, sabe también casi toda la verdad. Una de esas verdades es, necesariamente, lo que se trató y con qué objetivo, en la habitación de un hotel en San Petersburgo, con la esposa de Sánchez, la pulcra y honesta Begoña Gómez, entre otras reuniones con personajes del entorno del presidente del Gobierno.
Es evidente que Aldama no hace esto porque le haya nacido un súbito deseo de colaborar con la Justicia. Una especie de arrepentimiento espontáneo, como si hubiera caído del caballo en el camino de Damasco.
Lo hace porque espera un beneficio penal y por consejo de su abogado, que pretende lo mismo. Aldama persigue salir de prisión. Y no es fácil pensar que lo intente imputando delitos a altos cargos del Gobierno y a otras personas del entorno del PSOE.
Muy al contrario, si esas denuncias resultaran falsas y promovidas contra la verdad, estaría cavándose su propia fosa penal mucho más profundamente de lo que ahora lo está.
Y, finalmente, parece que por mucho que Aldama haya podido modificar la realidad, siempre será menos que lo que el propio Gobierno hizo al mentir nueve veces sobre la visita de Delcy Rodríguez a Barajas. Nueve versiones, nueve contradicciones. Nueve mentiras.
Ahora Aldama arroja un poco de luz sobre este asunto. Habrá más luz, naturalmente. Habrá luz para deslumbrar.
*** Juan Carlos Arce es escritor y jurista.